«Estamos preparados para un nuevo marco regulatorio»

(ADN).- Por la Expo Cannabis pasaron 56 mil personas. El predio de la Sociedad Rural se colmó este fin de semana con gente ávida de encontrar información sobre los aspectos de la industria de la marihuana: cultivo, salud y cultura.

La idea, cuando apareció por primera vez hace tres años, parecía inalcanzable: montar una inmensa exposición alrededor de todos los usos del cannabis en medio de la Ciudad de Buenos Aires. La primera señal que tuvieron fueron las incontables madres que salían a las calles para pedir que se legalice esa medicina que atenuaba y podía sanar el sufrimiento de sus hijos. Luego llegaron los médicos que decidían acompañarlas y necesitaban formarse para hacerlo.

Más allá, aquellos que ofrecían los campos para sembrar la planta y producir ese aceite que tanto se necesitaba a nivel nacional, los investigadores que se preguntaban cuáles eran los alcances de la planta y las dosis para cada patología. Llegaron aquellos que abrían nuevas tiendas de cultivo para ofrecer las herramientas que hacían falta, incluso los que experimentaban para producir desde ropa hasta cerveza. Esa idea inalcanzable fue echando raíces sola. Alrededor del cannabis se abrían caminos inesperados y cada vez más amplios: desde la necesidad imperiosa de paliar el dolor hasta la búsqueda cotidiana de placer.

 “Estamos hablando de una gigantesca ausencia del Estado”, le dijo Sebastián Basalo, director de la revista THC –uno de los principales organizadores del evento–, a Página/12. “El hecho de que haya una demanda tan fuerte de información sobre cómo usar el cannabis, sobre cómo es el vínculo con el embarazo, con la medicina ancestral, con las mascotas, con el dolor, con la cerveza, la ropa, los sueños, con enfermedades como el párkinson, la fibromialgia, la epilepsia… que vengan a aprender sobre todo eso es porque hay un Estado ausente que no está informando a la sociedad”.

Adentro del predio de La Rural, lo que resultaba una extrañeza era que a lo largo de los sesenta stands armados la única ausente era la planta de marihuana. Se la podía ver en fotos inmensas durante las conferencias y exposiciones –que fueron desde el uso medicinal en humanos y mascotas hasta la producción de cerveza cannábica, pasando por charlas como “Hablar de cannabis con los hijos” o “Los sueños y el cannabis”–, pero no entre los pasillos.

Allí, metidos entre los indoors o como modelos de un nuevo sustrato, los que proliferaban eran los palos de agua, las suculentas y los helechos. La clandestinidad del cannabis les dio una fama renovada y dejó expuesta la paradoja en la que está sumergida el país: un entramado de leyes cuyos artículos se cruzan y abren un territorio repleto de incertidumbres en torno al cannabis.

“Acá llegó muchísima gente que vivió estigmatizada, muy maltratada, y se encontró en un ambiente de empatía, de cuidado, que estaba buscando hace mucho tiempo”, decía Valria Salech, cofundadora y líder de la ONG Mamá Cultiva. Alrededor de conferencias como “Embarazo y cannabis”, “Estrés”, “Hablar de cannabis con los hijos”, “Parkinson” o “Cuidados Paliativos”, la última jornada estuvo signada por una creciente búsqueda de información acera de los usos medicinales del cannabis.

El Punto de Acceso a la Salud debió ser ampliado y ocupaba casi todo el pasillo lateral, con una nueva pantalla por la que se reproducían videos con investigaciones actualizadas, estadísticas y datos sobre las propiedades medicinales del cannabis. El ingreso de visitantes no se detuvo en todo el día. Poco antes de que cierre el evento, los organizadores anunciaron que se habían acabado todas las entradas destinadas a los tres días de exposición.

Al cierre de la jornada, en el escenario hablaron referentes de la industria en torno al cultivo de cannabis, de pueblos indígenas, científicos, médicos, activistas y miembros de la organización del evento, con un mensaje que a cada momento hacía referencia a un cambio de época en el que sería impensado prohibir el cultivo de cannabis.

“Acá hemos visto pacientes en sillas de ruedas o ancianos llorando porque no conseguían aceite de cannabis”, dijo Sebastián Basalo al finalizar la ceremonia de cierre. “No hay dudas de que el reclamo por el autocultivo tiene que ser escuchado por el Estado. Esta exposición fue la muestra de que como sociedad estamos preparados para tener un nuevo marco regulatorio para esta planta noble”.