Desbordado. ADN

Weretilneck está desbordado. Desde el fatídico domingo 13 de agosto perdió ese estilo amable, conciliador, empático y carismático que se había constituído en su marca personal y fórmula infalible en el contacto con la gente, y que le permitió tener altos índices de popularidad. No es posible que sólo una elección lo haya sacado de su eje, ni que sea el factor excluyente de respuestas en tono de enojo, y muchos menos, el motivo de tanta pifia política. ¿O si?.

Alberto Weretilneck está acostumbrado a ganar elecciones. Viene metiendo triunfos al hilo con el Frente Grande en Cipolletti, dos veces con Julio Arriaga y dos más jugando su postulación a intendente; uno en la fórmula junto Carlos Soria, y el más importante, en 2015, cuando llegó al sillón de Laprida y Belgrano con el 52% de los votos. Desde 1995 venía subido al tren de las victorias. Quizás no esperaba esta derrota, y menos en su ciudad.

A lo electoral podría sumarse, quizás, una autocrítica. Si el gobernador hizo una retrospectiva pudo ver en su espejo que el gobierno que armó fue a su imagen y semejanza, con eje en él mismo y con poca o casi nula distribución de responsabilidades al Gabinete. Desde lo político, personalista. Desde la gestión, centralista. En consecuencia, las buenas y malas decisiones son sólo achacables a él.

Podría haber más motivos. Lo cierto es que el mandatario no tuvo en estos días sus mejores días. Comenzó con un análisis de las PASO centradas en lo nacional, y consideró que ese fue el factor excluyente de la derrota de Juntos. Unos meses antes, Weretilneck supo que eso lo complicaría. Y se convenció cuando Cristina Fernández de Kirchner apareció en escena y su candidatura asomó, aún sin confirmación. El gobernador escuchó a dirigentes que le recomendaron no presentar candidatos y mantener la estrategia oficial de competir sólo en las contiendas con chances. Sabiendo que había un alto de riesgo de derrota, prefirió avanzar. Después vino el tiempo de los candidatos: Pedro Pesatti o Alejandro Palmieri. «El mejor candidato es Pedro» dijo. Pero en la evaluación final, ya prácticamente descontando la derrota, prefirió no «arriesgar» al vice.

A estas intrigas palaciegas, agregó el anuncio de la central nuclear. «Fue en mayo, nunca pensamos que iba a impactar en la elección» dijo un dirigente de extrema confianza de Weretilenck. Faltó tiempo e información, ganó el miedo. La gravitación que tuvo la usina demostró que el oficialismo no solo perdió por el efecto de la grieta, sino por falta de planificación y estrategia. Una marca registrada. Este es un gobierno de coyunturas.

Un experto en temas nucleares, que ayudó a la provincia de Córdoba a obtener la licencia social para instalar en Río Tercero la central, explicó que el trabajo lleva años, que obliga a los gobiernos a salir de la histórica posición binaria de poder versus pueblo, que la información es vital, y que se acumulan capas geológicas de varias generaciones que, convencidas, permiten el desarrollo. Aquí nada de eso ocurrió. Y lo raro, es que la central iba a comenzar a construirse en 2020. No se entiende el apuro y la torpeza del gobierno, más allá del resultado final a partir de la reacción social.

Pero Weretilneck entendió que la central no tenía licencia social y mandó un proyecto a la Legislatura (que se aprobó el viernes) para prohibirla en Río Negro. Ergo, admitió que no fue sólo la nacionalización lo que provocó la derrota. Tanto es así, que metió cambios en su Gabinete. Tampoco con mucho tacto.

El gobernador venía pifiando en sus declaraciones. En el Alto Valle y en Bariloche, ofuscado, dijo: «No creo que la gente haya votado a La Cámpora». No, sin dudas. Nadie podría asociar a los Soria con la agrupación ultrakirchnerista. Sonó a descalificación a quienes habían ganado con el 40% de los votos. Después se enojó con intendentes y legisladores que le hicieron críticas a su gestión y le cuestionaron la elección del candidato. Y los increpó: «hagan ustedes también una autocrítica». Y achacó a muchos que «no trabajaron» y a otros que «se fueron de viaje». Ocurrió en una reunión ampliada en Viedma. Muchos volvieron a sus pueblos hablando por teléfono a Roca, otros, a la Casa Rosada.

Tras cartón, hizo cambios. ¿Aceptó las críticas sobre la gestión?. Parece que no. Habló de «desgaste». Primero aceptó la renuncia de todo el equipo de Niñez, Adolescencia y Familia. Aún no hay reemplazos, aunque la realidad no se frena y el sector más vulnerable sigue desprotegido. También se fue la Ministra de Turismo, pero estará en el cargo hasta mediados de mes.

El cuadro termina de completarse en una entrevista que brindó a Radio Popular en la capital provincial: echó a dos funcionarios al aire -en vivo y en directo-, se peleó con un oyente que le recriminó haber prohibido las carreras de galgos («reclámele a Odarda o María Emilia Soria, eso lo votó el Congreso de la Nación»), y dijo que Viedma «se está convirtiendo en la ciudad del NO».

Sin embargo, en medio de todo el torbellino, hizo foco con dos temas: la coparticipación y el tarifazo.

Anunció que se sumará al reclamo de la liga de gobernadores del PJ (se espera que haya otros extrapartidarios como Neuquén y Santa Fe, incluso Sergio Massa) para plantarse frente al Fondo del Conurbano que reclama la bonaerense María Eugenia Vidal, lo que implicaría una pérdida para Río Negro de 1.800 millones de pesos anuales. También pedirán modificaciones al proyecto de ley tributaria, especialmente al impuesto de Ingresos Brutos, eje de la recaudación provincial.

Y encomendó al ministro de Obras Públicas, que gestione ante el Ministerio de Energía nacional, una quita en las tarifas de gas en la Línea Sur y la Zona Andina, que llegaron con hasta 600% de aumento.

En rigor, este también es un coletazo de las PASO. La definición fue: clausurar la central, renovar el Gabinete, profundizar las críticas al gobierno nacional, y provocar «importantes» anuncios de gestión. Pero la estrategia enfrenta varias dificultades. ¿La más importante? La falta de recambio. Weretilneck no encuentra funcionarios para reemplazar a los ya desplazados ni a los que pretende eyectar del gobierno.

Por lo pronto, según trascendió, solo tres nombres serían ratificados: Luis Di Giácomo (Gobierno), Carlos Váleri (Obras Públicas) y Gastón Pérez Estevan (Seguridad). Los demás, en «revisión». Y eso implica una batalla interna, una más de las que afloró o se profundizó después de la elección.

El círculo rojo mantiene su pelea con el vicegobernador. Incluso el propio Weretilneck la alentó pocos días después de la derrota en las PASO. Ya terminó. Aún no recuperaron el diálogo pero «será pronto» dicen en Casa de Gobierno. A Pesatti se lo acusó de querer armar el «posalbertismo» en una supuesta reunión con el legislador Ricardo Arroyo en Valle Medio. Fue desmentido. Pero… es ilógico que se piense en la continuidad política de un proyecto que vino para quedarse? Hasta hace unos días el gobernador había cerrado la etapa de incursión re-releccionista, pero llamó la atención que en las últimas horas se refirió «al segundo año de su primer mandato». Hoy no hay capacidad política -por la derrota- ni plafón social.

Algunos dirigentes vieron un riesgo en ensachar la grieta entre Weretilneck y Pesatti, porque «sería el principio del fin».

Lo cierto es que hay desconcierto alrededor del gobernador. Nadie comprende el giro que ha dado. Y esperan que retome su eje para reorganziar el oficialismo y salir a competir en octubre.