Miedo al despido

(Por Martín Granovsky).- El ministro de Hacienda pidió “no creer en la sensación térmica de los despidos”. El ministro de Trabajo dijo que maneja cifras similares a las de 2015. Según Alfonso Prat-Gay y Jorge Triaca se destruye empleo tanto como se crea. O se crea tanto como se destruye. Sin embargo, las centrales obreras confían en que mañana habrá una gran movilización alrededor del Canto al trabajo, el monumento de Rogelio Yrurtia que retrata no el padecimiento del yugo sino el empleo como futuro triunfal del ser humano.

El eje de la convocatoria es el rechazo a los despidos. Las especulaciones son infinitas. Las teóricas, las sociológicas e incluso las conspirativas. Pero algo es seguro: todas las encuestadoras informan que hoy el miedo a perder el trabajo es uno de los grandes temas de inquietud junto con la inseguridad, el alza de precios y tarifas y la corrupción.

Quizás por la certeza de las encuestas, el Gobierno se lanzó a la pelea. Hasta la última semana solo insistía en el círculo virtuoso de los neoliberales. Pagar a los buitres y aumentar las tarifas creará confianza entre los inversores, los inversores inundarán las pampas con sus dólares, las industrias se levantarán en todos los rincones del país, florecerán las obras públicas y crecerá el empleo. Sea creíble o no esa mística de mercado, pertenece al mundo del mediano plazo y las ilusiones. No por nada los funcionarios ya dejaron de mencionar el segundo semestre como un momento de salvación nacional. Ahora hablan de septiembre o del último trimestre. O directamente no dicen plazos.

En su cambio de tono el Gobierno conservó el optimismo de mercado para mantener viva la llama de la esperanza. Después de todo, la política no se rige solo por el bolsillo. Las expectativas cuentan. Pero a la vez se metió de lleno en dos discusiones. Una, sobre si dificultar los despidos por ley es útil o no. Otra, si de verdad hay más despidos o es solo una sensación.

En el primer terreno cuenta con el apoyo del establishment. “Compartimos la visión de una parte significativa de la dirigencia de nuestro país según la cual deben desarrollarse políticas de estímulo al trabajo –como por ejemplo el proyecto ‘Mi Primer Empleo’– y no otras que desestimulan la concreción de inversiones y la generación de empleos”, dice el comunicado firmado por la Asociación de Bancos de la Argentina, la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, la Asociación Empresaria Argentina, la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, el Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina y la Sociedad Rural Argentina.

El dream team
El problema del oficialismo es que en la cuestión de fondo –si el desempleo aumentó o es el de siempre– se da una tensión entre la credibilidad popular de Mauricio Macri, que todavía es respetable, y el miedo a quedarse sin trabajo. La credibilidad alimenta la ilusión y quita dramatismo a la espera. El miedo opera en tiempo real y mina la credibilidad.

Incluso si se admite, por vía de hipótesis, que Triaca tiene razón y que el empleo no cayó, el argumento de Prat-Gay reviste una dificultad grave: la sensación térmica es verdadera, no imaginaria. Basta mirar el AccuWeather en el celu. Debajo de la temperatura, la sensación térmica está expresada como real feel. Sensación real.

Una visión conspirativa podría validar lo que dijo Prat-Gay. Diría esa visión que una gigantesca máquina de impedir estaría manipulando las cifras y la realidad para mentir e instalar el pánico. Las tres entidades que se organizan bajo la sigla CGT de Confederación General del Trabajo y las dos que reivindican la sigla CTA de Central de Trabajadores Argentinos forman un quinteto poderoso. Pero, ¿las cinco centrales podrían manipular con éxito a la sociedad entera? Más todavía: ¿se puede hacer siquiera el intento de manipulación sin contar con los grandes medios, con el cable y con la tele abierta, que hoy más bien comparten la visión del dream team?

La realidad es que, más allá de las cifras, en la lógica de mercado el despido es una contingencia posible. Una variable más. Si encima, como sucede hoy, esa contingencia se torna real por cesantías en masa entre los estatales, por despidos privados y por suspensiones, con el añadido de la reducción en las changas, habrá miedo.

El miedo paraliza si cada uno vive en solitario la propia angustia. Pero puede tener impacto político cuando genera una respuesta colectiva.