Bronca en el Gobierno por la omnipresencia de Marcos Peña

Ministros y secretarios se quejan del poder que acumula el jefe de Gabinete y de cómo lo administra. Dicen que participa de reuniones a las que no lo invitan y que los «vigila» en las redes.

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, ensaya por estos días un poder inconmensurable que genera enojos, celos y quejas en el resto del plantel de ministros y secretarios del presidente Mauricio Macri, publicó el portal Letra P.

Principal consejero del primer mandatario dentro del equipo de gobierno, Peña tiene atribuciones que lo diferencian del resto del pelotón de ministros, aunque también de otros jefes distritales del mismo signo político, como Horacio Rodríguez Larreta (Ciudad de Buenos Aires) y María Eugenia Vidal (provincia de Buenos Aires).

Análisis y recomendaciones de los nombramientos en cada área, entrometidas en los planes de comunicación de todos los funcionarios, manejo y diseño del discurso del propio Macri y hasta intervenciones en medios para brindar un “panorama de gestión”.

Todas estas funciones que motoriza Peña generan dolores de cabeza en el resto de sus compañeros de gabinete. No obstante, la “actitud” que más hace hervir de furia al resto de ministros es su “intromisión” en reuniones de trabajo para “saber” y “estar al tanto” de lo que se habla.

“Está en todos lados. Incluso, se suma a reuniones a donde no lo invitan”, disparó un funcionario con despacho en la Casa Rosada.

Para los ministros nacionales ya es común que Peña aparezca de imprevisto en medio de una reunión, así sea con miembros del equipo ministerial o terceros, y se siente en la mesa a dialogar. Además, junto a él ingresa un grupo de jóvenes del equipo de comunicación de la Jefatura de Gabinete y toman fotos que ubican a Peña como el protagonista del encuentro en cuestión.

Lo que también genera encono en el macrismo es la obsesión de Peña por el control de la comunicación de cada área y la vigilancia que administra sobre las intervenciones en medios de cada funcionario.

El que primero lo sufrió en carne propia hace meses fue el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay. Antes de la asunción de Macri, el economista dio algunos indicios de la política económica del próximo gobierno y habló sobre la inflación, algo que el jefe de Gabinete notó y le llamó la atención. El ex Newman lo ninguneó y el ex Champagnat le hizo la cruz. Los cortocircuitos entre ambos persisten hasta hoy.

Para algunos miembros históricos del PRO se trata de una situación normal, pero los funcionarios foráneos se asombraron cuando se enteraron de que Peña manda a leer sus comentarios en redes sociales, como Facebook y Twitter. En efecto, los radicales aún no comprenden por qué el jefe de Gabinete examina las intervenciones en las redes sociales.

Actualmente, en el Gobierno existe una grieta que se remonta a la época de campaña. Los protagonistas van variando pero se puede resumir en dos grupos grandes. Quienes priorizan la gestión y quienes exigen más lugar para la política.

Los primeros roces de esta interna de antaño en el PRO se dieron con el nombramiento en comisión de los jueces para la Corte Suprema, Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti.

Mientras el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, tejían acercamientos y acuerdos con los gobernadores peronistas incluso antes de asumir en la Casa Rosada, Peña avaló la designación de esos candidatos impulsada por Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, uno de los asesores jurídicos más escuchados por el presidente Macri.

Anoticiados de la jugada, dirigentes peronistas con votos en el Congreso taladraron los oídos de Frigerio, Monzó, aunque también de la vicepresidenta, Gabriela Michetti, y Federico Pinedo.