Una crónica para Maradona ● Jorge Castañeda

Los mitos sobrevuelan en el ánimo y el alma de los argentinos. Y con ellos hacemos nuestras catarsis colectivas como antes supieron hacerlo los griegos en las gradas de sus teatros.
Por eso Gardel cada día canta mejor. Por eso caló tan hondo en el alma de su pueblo. Por eso su voz es nuestra voz, su pinta es nuestra pinta, su éxito es nuestro éxito. Porque el “Morocho del Abasto” supo se cabalmente lo que deberíamos ser los argentinos.
Y también Evita, la Abanderada de los Humildes. El trasunto de un pueblo que se elevó a sí mismo para identificarse con la rebeldía y el poder.
Por eso el Che, su gesta libertaria de coraje y aventura fue la nuestra, el espejo de lo que anhelábamos ser en aquellos años no tan lejanos de utopías no desmerecidas y avatares heroicos.
¿Y Maradona? ¿Cuántas personalidades múltiples habitan en el alma a veces arrutada del Diego de la gente?
El muchacho de Villa Fiorito, el de los jueguitos maravillosos con su amiga: la pelota, esa que “no se mancha”. El ídolo, el Pelusa de las inferiores de Argentino Júnior, el mejor de todos, el campeón, Maradoo, la Mano de Dios, el del gol increíble a los ingleses, el hincha número uno de Boca, el del tatuaje del Che, el cubano por adopción, el héroe de Nápoles, el simpatizante de Hugo Chávez, el admirado en todo el mundo, más famoso que el mismo Papa. El rebelde, el trasgresor como Borges, como Charly, la piedra en el zapato para los poderosos de la FIFA y de los grandes intereses del negocio del fútbol. El que nos mueve el andamio, el que patea el tablero, el que desafía las estructuras y al que pocas veces se le escapa la tortuga.
Pero también el que alguna vez perdió con las drogas, el que resiste ante tanta estupidez suelta y al acoso pegajoso del periodismo amarillo y de todos los colores. El de la mueca en la cara frente a la cámara para soltar la broca contra los intelectuales de pacotilla. Al que le “cortaron las piernas”. El que siempre tendió al diez en un país de mediocres que viven para zafar. El de los exabruptos contra algunos periodistas ya armado de palabra o escopeta. El gordito que alguna vez fue, el del síndrome de abstinencia, el mismo muchacho del potrero y de la alegría perdido ante las luces de este nuevo siglo globalizado y febril que ya le es extraño y pesado.
El Director Técnico del seleccionado argentino de fútbol que lo recibió cuando las papas quemaban. Alcanzando la pelota de taquito, de traje y corbata, con el rosario en las manos, defendiendo el juego limpio, escuchando a sus asesores.
Maradona el de la derrota. El del llanto fácil y las palabras cortadas. El abatido en la conferencia de prensa. La cara visible de otro sueño frustrado. De un fracaso colectivo. Al que le pasaron facturas aprovechando el momento. Al que denigraron cuando antes lo elogiaron para ponerlo en el panteón de los mejores, Lágrimas y sonrisas. La fiesta de máscaras donde se ven caras y no corazones.
Maradona el renunciado. Personaje de un sainete que nunca termina. Del conventillo de la paloma donde los dueños de la patria futbolística son actores de cuarta y un elenco de periodistas que da lástima.
Maradona el de los escándalos familiares, que deben ser suyos si privacidad hubiera, Maradona el zafado, el irónico, el amenazador, el de la patada fácil y el escopetazo rápido.
Pero también como el ave fénix a veces el Diego vuelve diciendo verdades más grandes que una casa. Que solamente él puede decirlas, porque está más allá de todo. Y cada cual es dueño y señor para expresar lo que siente. Es sincero en una corte de hipócritas que para adentro son peores que él, pero sin nada de su talento.
Maradona es Maradona. Y lo será para siempre. A pesar de muchos.

Del libro CRONICAS & CRONICAS
de Jorge Castañeda