Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa ● Matías Chironi

La remanida argumentación de que los delincuentes tienen más derechos humanos que otras personas (trabajadores, jóvenes estudiantes, ancianos, etc.) ó que los organismos de derechos humanos intervienen para salvar a los delincuentes, es falaz desde donde se lo mire.

Entiendo el dolor de las personas que ante un hecho violento se ven afectados…pero estas situaciones no pueden ser resueltas con el iluso argumento de que es culpa de los “derechos humanos”.

He compartido espacios y momentos de lucha por la justicia y de dolor por los que ya no están, y siempre, SIEMPRE, coincidimos en que el camino era la paz y no la venganza, el amor y no la violencia… la vida por sobre todas las cosas.

Lo digo en serio, jamás escuché que los organismos de derechos humanos defendieran el robo, el asesinato o la venta de drogas. Sí he escuchado una protección irrestricta del derecho de defensa en juicio, a condiciones dignas de cárcel, a nos ser vejados o torturados, y tantas otras cuestiones que hacen al sentido común, la convivencia democrática y la dignidad humana.

Tiendo a pensar dos cosas. En primer lugar, cierta inocencia de vastos sectores de nuestra Sociedad que, al hacerse eco de proclamas intencionadas que pretenden, implícita, y en muchas ocasiones explícitamente, denostar la lucha de millones de argentinos por el fin de la impunidad de los siniestros cobardes, le hacen el juego a los violentos.

En segundo lugar, una gran confusión acerca de qué es correcto y qué no lo es. Digo esto en dos sentidos: por un lado, la desesperación, la mayoría de las veces, es mala consejera. Por otro, la ignorancia y la simplificación consecuente, no pueden llevarnos más que a las respuestas estúpidas, cobardes e inconscientes del tipo “hay que matarlos a todos” o “buenísimo, uno menos” o, la peor de todas, “tienen que volver los milicos para que los limpien a todos”.

Quisiera que se tomen un minuto para leer lo que sigue a continuación. Es la transcripción del alegato de la delegada de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, doctora Fernández Avello, en el II juicio en Bahía Blanca a los delitos de lesa humanidad:

“No puedo soslayar el impacto que hemos tenido al tener contacto directo con los guardias de La Escuelita, porque ciertamente hubiésemos querido tuviesen algún rasgo en especial que nos permita a nosotros diferenciarlos del resto, porque sin duda uno se pregunta cómo es posible que un ser humano pueda someter a otro a una degradación total??? que tipo de subhumanos pueden hacer estas vilezas y seguir su vida como si nada pasara y mezclarse entre nosotros.? Qué tipo de patología corrupta tiene que tener una persona para llegar a la categoría de sádico esencial en entidad absoluta con la maldad en si misma, aislada de cualquier adjetivación explicativa inalcanzable para la razón humana. ¿Qué sentían cuándo abusaban de nuestras compañeras? ¿o cuando pateaban a un compañero moribundo? ¿qué sentimiento les producía el hacer que una pareja de adolescentes como Benja y María Elena Romero tuviesen relaciones sexuales delante de todos? ¿y cuando los adolescentes de la ENET deliraban producto de la tortura…qué sentían? ¿lo disfrutaban?: varios testigos dijeron que era como vivir una pesadilla. ¿disfrutaban bañando a los compañeros con agua fría y haciéndolos vestir con ropas femeninas? Cuando alguno de ustedes dijo «esta guacha se resiste a acabar» (testimonio de josé Partnoy) sentían que era un triunfo de su masculinidad? ¿qué se siente ver una mujer embarazada, con los ojos vendados, dar vueltas alrededor de una mesa? ¿ qué se siente?
Algunos de los que están acá han visto por última vez con vida a las víctimas de este proceso. ¿Recuerdan a Nancy Cereijo? Ella tenía 19 años y estudiaba en la Universidad y trabajaba, seguramente algo que todos desearíamos para nuestros hijos; ¿y a Fernando Jara que le habían informado el día de su asesinato, disfrutaban verlo llorar?
¡Recuerdan a Néstor Junquera y Mary González?; ellos tenían dos hijos, su hija viene siempre y está buscando los restos de sus padres: ¿saben dónde están? ¿y de «la Cortita» María Graciela Izurieta o de Alicia Romero de Metz, que daban vueltas alrededor de una mesa con su embarazo a cuestas? Uno se pregunta si tendrían, aunque sea la vaga noción, de que estaban cumpliendo órdenes claramente criminales ¿cómo han hecho para dormir sus conciencias???”

Si realmente creemos en el amor, la paz, la vida, lo anterior nos tiene que calar hondo y, a treinta años del Retorno de la DEMOCRACIA, nos permitirá reflexionar hacia dónde no tenemos que regresar.

Matías Chironi