Desconfío. ADN

Alberto Weretilneck cayó en el descrédito. Lo marcan las encuestas, los dirigentes políticos, gremios y las evidencias. Esta situación lo coloca en sitio complejo porque además, la grieta nacional se lo puede fagocitar. En términos del juego de naipes, «le sacaron la ficha» y le cantan «desconfío» en cada mano.

Mauricio Macri lo bajó de la lista de gobernadores que concurrieron a la Casa Rosada para garantizar que haya quórum y se apruebe el lunes la reforma previsional. Es cierto que el rionegrino no tiene tropa propia en el Congreso, pero eso nunca le impidió ser de la partida en otras oportunidades. La dirigencia macrista local festejó el desplante.

Para Weretilneck no fue gratuito. Se viene esforzando en dar señales de acercamiento al Presidente que, evidentemente, no son valoradas: firmó el pacto fiscal, apoyó la reforma previsional, se puso al hombro la críticas a la RAM, adjudicó al Frente para la Victoria la fallida sesión del Congreso e hizo desistir a su secretaria de DDHH de firmar un duro documento contra Nación, por la represión en las calles.

Macri ya no confía en el gobernador. Dos casos lo convencieron: el acuerdo frutícola y la central nuclear, compromisos asumidos no cumplidos. Con el agravante que fueron -según el macrimo- torpezas del rionegrino las que frustraron los proyectos.

El gobernador está sufriendo el desgaste de seis años de gestión. «Hay señales de fin de ciclo» repite un dirigente radical. «Esto es igual al final de Saiz», asegura. Las encuestas del propio gobierno (de esas que ya no difunde porque no son alentadoras) marcan que Weretilneck ha caído en la consideración de los rionegrinos. Su imagen ya no es tan alta y la valoración de la gestión sigue en picada. Pero un dato se destaca: «la gente ha empezado a dejar de creerle», explican.

Esa sensación está extendida. Sus ex socios del FPV no le tienen confianza. Radicales, PRO y aristas tampoco. Y hay inquietud en la pata peronista de Juntos por temor a que los acuerdos a los que podrían llegar en la reunión del próximo jueves, tampoco se respeten. Los intendentes son parte del lote. Muchos ya no asisten a los encuentros del oficialismo. El caso del destituido Daniel Fioretti encendieron las alarmas. Los gremios no son la excepción. Le critican no haber reabierto las (prometidas) paritarias por la inflación que disminuyó el poder adquisitivo de los trabajadores. A eso se suma la puja entre ATE y UPCN por la regularización de los trabajadores con becas, un vieja promesa que parecería que está por subsanarse con la firma de un acta.

La posibilidad de un acuerdo con el macrismo está casi descartada por esta misma razón. No hay garantías (si avanzara en una reforma electoral) para fusionar Cambiemos a Juntos. ¿Cómo sería? El proyecto incluye un ballotage con fórmula abierta, es decir, se pueden cambiar los candidatos a vicegobernador. La iniciativa responde a la famosa «alianza anti Soria». En la Casa de Gobierno ven que hoy, el intendente de Roca no gana en primera vuelta (obtendría el 40% según las mediciones oficiales), lo que obliga una segunda votación. ¿Cómo se unen las huestes de Weretilneck y Macri? El que sale segundo mantiene el primero en la fórmula, pero abre al tercero la vice.

Además de la desconfianza, esa alianza tiene otros escollos. Por caso, qué aporta el gobernador. En el macrismo rionegrino dan por descontado que Weretilneck no puede ir a una re-reelección y en caso de un intento de reforma constitucional, se opondrían. ¿Quién es su sucesor? ¿Con quien compartirían fórmula? Hoy, al único que ven en esa foto es al roquense Alejandro Palmieri.

Por las dudas, el gobernador se apartó de la re-re. Dijo esta semana que se lo impide la Constitución, pero aseguró que esa restricción no alcanza a su vice, Pedro Pesatti. En el círculo rojo weretilneckista aseguran que es un mimo al viedmense para evitar más recelos y rupturas con quien tiene la llave de los acuerdos en el Parlamento, pero «no es una habilitación a que sea el sucesor natural de Alberto».

Mañana es un día clave para los gobernadores. El Presidente avisó que si no hay reforma previsional, se cae el pacto fiscal. Una cosa está atada a la otra. Por eso buscó garantías en la liga federal, que no está enrolada ni el kirchnerisno ni en el massismo, que ya adelantaron su rechazo. Si fracasa otra vez la sesión del Congreso se da marcha atrás con los acuerdos, y los fondos del impuesto a las ganancias que se mudaban del ANSES a las provincias (especialmente al conurbano bonaerense) se quedan en las arcas nacionales.

Eso sería un golpe para Río Negro. La provincia destina casi el 90% de su Presupuesto en salarios y pago de deuda, lo que le da poco margen para gestionar. Para colmo, los fondos del Plan Castello no podrán ser ejecutados hasta que no estén listos los proyectos de obras que, a este ritmo, estarán finalizados a mediados de 2018, lo que estira -al menos hasta septiembre- el comienzo de los trabajos. Con la reducción del fondo sojero y la quita progresiva del impuesto al cheque, se reduce el dinero coparticipable. Si además se elimina ingresos brutos (que significa el 80% de la recaudación propia) el desfinanciamiento es mayor.

Si se da este escenario, el año que viene será complicado

Además de la esfera económica está la faceta política. No es un año electoral pero la intensidad política no bajará ya que es la «previa» a las elecciones de 2019 y todos querrán posicionarse en la pole position. El FPV se asentará en el triunfo de las legislativas y Cambiemos en su crecimiento. Ambos transitan cómodos la grieta que se agigantará con el tiempo y deja sin discurso a las opciones intermedias. El debate jubilatorio es un claro ejemplo.

Por eso en el oficialismo no le ven más salida que un acuerdo con el macrismo, para evitar ser fagocitados por la ancha avenida del medio. Pero en la Casa de Gobierno saben que la única forma que tienen de convencer a sus «aliados» de ir juntos o dejar abierta la puerta a un entendimiento, es que Weretilneck llame a elecciones en la misma fecha que Nación.

Los líderes de Cambiemos evalúan que es el momento de crecer y no quieren anclarse al pasado. Por eso tampoco están dispuestos -al menos por ahora- a cerrar acuerdos. «Falta mucho» dicen, aunque están preocupados por el destino de la Provincia y quieren «ayudar» para no recibir un Estado calamitoso.

El otro dato que resta evaluar, dicen en el macrismo- es la interna peronista. Ayer se reunió el Congreso del partido, mostró unidad y ratificó la alianza con sus socios del FPV, la fórmula que lo levó al contundente triunfo de octubre. Pero en la carpa amarilla evalúan que no será gratuita la pelea entre el espacio que lidera el senador Miguel Pichetto y el kirchnerismo.

¿Tendrá consecuencias en Río Negro? El partido hace todo para disimular esos desencuentros y quiere blindar la provincia. Pero… si Cristina Fernández de Kirchner avanza con Unidad Ciudadana? Hay aún un voto muy kirchnerista en la provincia y dirigentes dispuestos a representarlo. La tarea del presidente del PJ no es sencilla, pero Martín Soria confía en que prevalecerá la unidad, aunque a cada gesto en favor del kircherismo le cuesta la ira del pichetismo, y viceversa.

Soria da pasos para consolidar la unidad y está convencido que el gobierno nacional irá perdiendo potencia electoral por la cantidad de yerros políticos y el fracaso de la economía, que no da señales de arranque. Ve que los brotes verdes no derraman en la sociedad y que la Casa Rosada definió políticas impopulares, como la quita a los jubilados. «Es el sector que no tiene capacidad de movilización ni de lobby ni gremio que lo represente, se la agarran con los más débiles, encima para darle la plata a María Eugenia Vidal», se quejan en su entorno.

En el PJ aseguran que Macri esperó a ganar las elecciones para hacer reformas profundas que perjudican a la gente. Se quejan que en campaña, negaron cambios en las jubilaciones y en los convenios colectivos de trabajo, situación que ocurre hoy. Y dicen que esas políticas tiene en Weretilneck un aliado, que «no dudará en aplicar el ajuste también en Río Negro».