Grecia ya ganó

Después del llamado a un referéndum para aprobar o rechazar un acuerdo con Europa, la situación griega solo puede evolucionar en dos caminos: o recibe de sus socios una oferta mejor que la actual o, de lo contrario, inicia un camino por fuera del corset del euro y las políticas de austeridad.

De pronto pasó lo que no podía pasar: un gobierno -más aún, de un país chico- le dijo que no al poder europeo, hegemonizado por Alemania. Desde el estallido de la crisis de 2008/2009 las diferencias al interior de la Unión Europea se hicieron cada vez más notables, lo que hacía suponer que, en algún momento, alguien pegaría el grito.

Esa desigualdad se evidencia cotidianamente. Por ejemplo, luego del anuncio de la convocatoria al referéndum por parte del primer ministro Alexis Tsirpas, los intereses que pagan los bonos de países muy endeudados como Grecia volaron por los aires. Portugal ya empezó a pagar más de 30 puntos básicos, es decir un interés de 3,5%. España e Italia, apenas por debajo de esa cifra. En estas mismas horas, Alemania, ante el mismo escenario de incertidumbre, paga cada vez menos: antes de la noticia de referéndum pagaba 0.92%, y después 0,79%.

Ya no se trata de una “Europa de dos velocidades”, como todavía la llaman algunos, sino de una Europa contradictoria, donde al interior de un mismo espacio económico la misma coyuntura crea ganadores y perdedores. Y, desde el inicio de la crisis, unos y otros son siempre los mismos.

Sin embargo, hablar de Europa todavía tiene sentido: el gobierno de Tsipras no tiene intenciones de abandonar la Unión Europea o la moneda común. Lo que no quiere es seguir aplicando las políticas de ajuste propuestas por el FMI y las instituciones europeas. ¿Es posible?

Grecia representa apenas el 1,5% del PBI europeo. Muy lejos de, por ejemplo, España, que suma el 8%. Alemania es un gigante que supera el 20% de la riqueza de la Unión. En ese contexto, salta a la vista que unos puntos más o menos de recorte en las pensiones de los griegos, o en el IVA que le puedan cobrar a los pocos que todavía consumen no puede ser un factor decisivo. Es absurdo pensar que son esas monedas de cambio las que ponen en riesgo un proyecto continental que lleva más de medio siglo.

La puja con la troika desde el 25 de enero de este año, cuando Tsipras ganó las elecciones, es política. La imposibilidad para llegar a un acuerdo está en que todo el poder alemán y de las instituciones de crédito se basa en la condición de inflexibilidad con el resto de los “socios”.

En verdad, las negociaciones no son tales: la hoja de ruta son los ajustes, que incluso señalan con exactitud de qué sectores de la economía los países deben hacer los ahorros y de cuáles no. El gobierno griego hizo públicas sus intenciones de recortar el gasto en defensa, ante lo cual, la troika le pidió que en lugar de eso aumente el IVA o aumente las contribuciones a las pensiones.

¿Cuál es la razón para semejante pisotón frente a un país no sólo en problemas, si no pequeño, casi marginal en el contexto europeo? Resulta evidente que los griegos son apenas un jugador sacrificable en un juego mucho más relevante, que por un lado mira a economías medianas o grandes como la española o la italiana, también sumidas en crisis de deuda, alto desempleo y recesión de años.

Alemania y el FMI no pueden llegar a un arreglo que no se parezca demasiado a la sumisión absoluta, si no quieren que, unos días después, empiece el efecto dominó, y estos países pidan el mismo trato.

Como toda situación hegemónica, el poder conservador europeo fue urdido con paciencia: primero al despojar a la socialdemocracia de cualquier vestigio de “diferencia” en cada uno de los países en los últimos 20 años y luego ocupando las estructuras de poder en Europa. Ahora, con todo ese poder concentrado en una sola mano (Alemania), no puede darse el lujo de permitir veleidades de soberanía política a un país, así sea pequeño como Grecia.

Por el contrario, más allá de las imágenes de Atenas de estas horas (que recuerdan al 2001 argentino con la notable diferencia que el gobierno está del lado de los “ajustados” y no de los “ajustadores”; algo que se evidencia en las multitudinarias marchas de apoyo a Tsipras en los últimos días) Grecia ya ganó.

Al llamar al referéndum, el gobierno griego encontró la forma de salir de la calesita de las “negociaciones” donde siempre le pedían un paso más. Con el sólo anuncio de que sería la ciudadanía la que daría el visto bueno o no al acuerdo, la balanza de poder cambió de manos.

A partir de este momento, los dos caminos posibles para Grecia son mejores que los que tenía la semana pasada. O recibe un mejor acuerdo por parte de Europa o inicia un camino propio, ya sea con euro o sin euro, pero con una reestructuración de deuda y el fin de las políticas de austeridad.

A pesar de seguir mostrando los dientes, quienes tienen todo para perder son Bruselas y Berlín. Si ante la amenaza del referéndum griego ponen sobre la mesa un acuerdo distinto, la lección para el resto de las sociedad europeas será que no tiene más sentido someterse sin chistar. Si expulsan a Grecia, tal vez aplaquen por un tiempo la altanería social en Portugal, España o Italia, pero al costo de mostrar cada vez más un rostro intolerante y antidemocrático.
Federico Vázquez (Télam)