Justicia que siembra dudas ● María José Bongiorno

El fallo emitido por la Sala II de la Cámara Penal de Tucumán debe llenar de estupor a la gran mayoría de la sociedad argentina. La absolución de los trece procesados por el llamado “caso Marita Verón” es, nuevamente, una suerte de dilema difícil de explicar y casi imposible de comprender. A lo largo de las extensas audiencias quedó al descubierto una red de prostitución extendida a lo largo de las provincias del Noroeste argentino. Nos hemos conmovido por muchos de los relatos allí vertidos y, francamente, esperábamos otro tipo de resolución judicial. Aguardábamos un fallo ejemplar que sirviera de hito en la lucha contra la trata de personas y que ponga en claro la doble victimización de las mujeres que logran ser rescatadas de esa aberrante conducta.

Pero, nuevamente, la Justicia ha sembrado dudas. Todos absueltos y, otra vez, aparecen las preguntas y esa ácida sensación de que otro crimen queda impune.

Las cosas, en este caso, se agravan, porque los delitos que se investigaban son de los más aberrantes: el secuestro de personas y la trata de ellas por parte de proxenetas y regenteadores de prostíbulos.

Es trascendente que estos verdaderos flagelos sean combatidos desde todos los ángulos posibles, al igual que fenómenos como la violencia de género que merece los peores calificativos.

Como Senadora Nacional y mujer de derecho, es necesario que formule algún tipo de precisiones que, en cierto modo, brindan mi parecer sobre este laberinto en el que parecen introducirnos estas resoluciones judiciales tan censuradas por la sociedad en pleno.

En primer lugar, no soy partidaria de las “condenas mediáticas”, dado que pueden llegar a vulnerar las propias garantías constitucionales de los involucrados y recorrer caminos sin vuelta atrás.

Sin embargo, no era éste el caso. Las absoluciones siembran de sospecha el accionar judicial y nos da la sensación de una orfandad manifiesta, sin paz, con la idea de que la lucha por la justicia es demasiado complicada lo que resulta impropio en un Estado de Derecho.

Segundo. La lucha que emprendió Susana Trimarco, la madre de Marita, la llevó a una postulación al Premio Nobel de la Paz. Es admirable e incesante. Pero, seguramente, la sensación de impunidad y el vacío que deben recorrer su cuerpo no son deseables para nadie.

Y una tercera reflexión. ¿Y Marita? Cuando evaluemos los fundamentos del fallo posiblemente reparemos en las pruebas, en cuestiones procesales o en el mérito de la sentencia. Pero no debemos olvidarnos de ella, la verdadera víctima de esta suerte de “complejo delictual”. Es Marita quien debe ser recordada y destacada, porque, en verdad, la incansable lucha de su mamá apunta a ella.

La trata de personas es una conducta a todas luces injustificable y deleznable. Desde mi banca me he pronunciado en numerosas oportunidades al respecto. Las tipificaciones delictuales existen y, si bien son perfectibles, brindan a la Justicia las herramientas legales necesarias para proceder a la condena de sus autores.

Sin embargo, esa amarga sensación nos invade. Tenemos aún la esperanza de que las instancias superiores hagan realmente justicia. Marita Verón y las cientos de víctimas de la trata, así lo esperan.

 

 

María José Bongiorno

Senadora Nacional