Más torres, menos fruta. La mutación del Alto Valle

(ADN).- El Alto Valle del Río Negro es una de las principales regiones frutícolas de la Argentina. En la última década, en la zona también creció la producción de hidrocarburos de la mano del megaproyecto Vaca Muerta. Un trabajo hecho en la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) analizó el cambio en el área destinada a cada actividad en la localidad patagónica de Allen, como caso testigo de la región.
Según se desprende de ese estudio, entre 2010 y 2020, la superficie hidrocarburífera aumentó un 170%, mientras que la frutícola se redujo un 25%. En parte, la transformación se dio por las políticas públicas incentivaron al sector energético mucho más que al alimentario.
“El Alto Valle del Río Negro y es una importante zona frutícola. Aporta al empleo de la región y a las exportaciones nacionales”, comentó Juan Ignacio Azpitarte, licenciado en Economía y Administración Agrarias de la FAUBA. «Sin embargo -agregó- hoy la actividad está atravesando una crisis estructural. Disminuyeron la superficie y la cantidad de explotaciones dedicadas a producir peras y manzanas. Cayeron sus precios internacionales, sus exportaciones, su rentabilidad”, subrayó.
Azpitarte aseguró: “Además, en la última década, la actividad hidrocarburífera creció en la región como parte del megaproyecto Vaca Muerta. Se comenzaron a extraer hidrocarburos no convencionales mediante la técnica del fracking”.
¿El sector energético está desplazando al frutícola?
Para saberlo, Juan analizó cuánto cambió la superficie destinada a cada actividad entre los años 2010 y 2020. “Me enfoqué en Allen, una localidad del Alto Valle, donde hay una gran interacción entre la fruticultura y la extracción de hidrocarburos”.
En el trabajo se detectó un descenso de la fruticultura: de 6.545 a 4.870 hectáreas, una disminución del 25,6%. Al mismo tiempo, el área destinada a extraer hidrocarburos creció de 42 a 114 hectáreas; un aumento del 178%. “De estas 72 hectáreas nuevas, 33 eran tierras frutícolas y 21 eran frutales abandonadas o con otras actividades agropecuarias”.
“Esto nos hizo pensar que la crisis frutícola y otros factores influyeron en el cambio en el uso del suelo de la zona, además del crecimiento de Vaca Muerta”, reflexionó Azpitarte. Por eso, también decidió estudiar el rol del Estado respecto de ambos sectores.
Torres de perforación entre campos frutícolas
María Marta Di Paola, docente de la FAUBA y directora del trabajo de Azpitarte, resaltó que las políticas públicas destinadas al sector energético fueron más estructurales y constantes en el tiempo, y generaron condiciones favorables para su desarrollo. “En cambio, las dirigidas al sector frutícola fueron de corto plazo y reactivas a la emergencia agropecuaria, y no lograron frenar su retroceso”.
La docente advirtió que observaron un modelo de desarrollo desigual en el que se prioriza la producción de energía por sobre la de alimentos. “Esto está reconfigurando el territorio del Alto Valle del Río Negro, su economía y sus relaciones sociales”.
“Hace años que estudio la transformación de la Argentina como un polo energético a partir del avance de Vaca Muerta —dijo Di Paola—. Es muy impresionante ver las torres de fracking entre campos frutícolas. Nuestro trabajo abarca desde el 2010 hasta el 2020, ya que en 2013 se firmó el acuerdo YPF-Chevron que dio entrada a la técnica del fracking en la Argentina”.
Microfracturas, grandes cambios
El fracking se utiliza para extraer hidrocarburos no convencionales; es decir, gas y petróleo atrapados en rocas impermeables o semipermeables, de difícil acceso. La técnica consiste en realizar perforaciones verticales y horizontales, e inyectar cantidades grandes de agua, químicos y arena a presión para generar microfracturas.
Junto con otros docentes y estudiantes de la FAUBA, Di Paola investiga los diversos impactos de la expansión de la extracción de hidrocarburos en la fruticultura del Alto Valle. “El objetivo del proyecto es responder si el fracking está desplazando a la producción frutícola”.
Para cerrar, indicó que van a evaluar si la tendencia que observaron continuó en los últimos cinco años, además de otros impactos del sector energético en el alimentario. “En su rentabilidad, en el empleo que genera y en sus condiciones ambientales. En cómo lo viven los habitantes de ese territorio”.