La política en shock. ADN

Javier Milei juega a todo o nada. Traza una línea para demarcar apoyos (genuinos) y rechazos sin calcular los riegos de sus movimientos en un país de composición política compleja. Con la libertad como estandarte y asumido general del cambio, se nutre de la fuerza que le dieron sus aliados del PRO y la gente en el balotage, para caminar cual Moisés por el desierto guiando a un pueblo a la Tierra Prometida donde no existe el peronismo, ni los sindicatos, no hay piquetes, ni un Estado sofocante, ni leyes que frenen la voracidad del neoliberalismo.

Está convencido, nada lo detiene y sus reglas no son ni parecidas al status quo político argentino. Dispuesto a ir hasta los límites posibles, tiene a la política en shock.

El camino elegido no tiene gradualismo: gana o pierde. Y eso se verá en el corto plazo.

Milei no quiere cogobernar, por eso repele un acuerdo con el ex presidente Mauricio Macri. En todo caso lo quiere adentro, como sumó a Patricia Bullrich. Se lo hizo saber esta semana, cuando criticó a los gobernadores del PRO -hizo especial hincapié en el primo Jorge que gobierna la Ciudad de Buenos Aires-, por sumarse a la rebelión que nació en Chubut y que cosechó la adhesión de 21 mandatarios peleando por la coparticipación.

Ignacio Torres avisó que si el miércoles el ministro Luis Caputo no le devuelve la quita de fondos, no habrá gas ni petróleo para el AMBA. Amenazó con exportar en forma privada los recursos de Chubut y generó una fuerte pelea con la Casa Rosada que escaló en pocas horas.

Del lado de Torres (un dirigente que proviene del radicalismo y su sumó a Juntos por el Cambio) rápidamente se sumaron los gobernadores patagónicos que armaron- a tiempo- un bloque potente. No tardó en llegar la solidaridad de dos dirigentes del peronismo con proyección presidencial: Axel Kicillof y Martín Llaryora. Ambos administran los distritos más poblados del país. Siguieron las firmas y detonó el enojo oficialista cuando se conoció el respaldo del macrismo al chubutense.

Milei entendió el quiebre. Dijo que la pelea seguiría en la Justicia y señaló (como cuando perdió la batalla por la Ley Ómnibus) a los traidores. Eso dinamitó toda posibilidad de acuerdo con Macri. Rápida, Bullrich condenó a los del PRO: «no pueden ser parte de la rebelión».

Con un Presidente jugado, las provincias pocas chances tienen de pensar en gestos que operen en favor de una tregua. La única forma de lograr favores de la Rosada es ser incondicionales, aún cuando se vean afectadas. Así lo hizo Corrientes y el gobernador recibió 1000 millones de pesos para el Carnaval.

Este presente es complejo para Río Negro. A diferencia de Chubut, ni hablar Neuquén, la provincia no tiene un recurso estratégico para «plantarse». Por eso Alberto Weretilneck integra el bloque patagónico, pero sin liderazgo. Es una posición incómoda porque queda atrapado en la lógica global. Acostumbrado a marcar la agenda, se quedó sin iniciativa. Tampoco tiene llegada individual a Olivos y aunque así fuera, estaría obligado a jurar lealtad a las «Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos».

En shock también está la política rionegrina.

Juntos no sabe cómo reaccionar. Por ahora, fiel a su composición genética pone a disposición a sus voceros para criticar a Milei pero también a votar en su favor en el Congreso. El problema es que hasta el manual del pragmatismo quedó obsoleto con el juego que propone el Presidente.

El oficialismo teme que la política nacional se lleve puesto el proyecto del provincialismo. Por ahora, a Weretilneck le sirve estar bajo el paraguas del bloque patagónico porque su composición es heterogénea. El gobernador se ve beneficiado por el embate de Milei porque cosecha respaldos de propios y extraños. Pero, ¿hasta cuándo?

Los problemas domésticos son acuciantes y no durará mucho más tiempo culpar al Presidente. La salud, la educación y la seguridad están en crisis pero el Gobierno no quiere declarar las emergencias en esas áreas como le pide la oposición. Sin embargo los hospitales están al límite y con falta de recursos; la inseguridad no da respiro y crecen las críticas al ministro Daniel Jara, en especial en el interior de la Policía.

Los salarios no acompañan el crecimiento de precios, y hay cada vez más trabajadores públicos por debajo de la línea de la pobreza. Desde el 10 de diciembre cientos de contratos no fueron renovados, otros miles no tendrán continuidad, un aumento de la desocupación en tiempos donde el sector privado no podrá absorber esa demanda.

En el Gobierno están convencidos que las clases no se iniciarán en tiempo y forma. Por eso, Educación diseñó un cronograma corto, de 184 días de clases -en el mejor de los casos-, rompiendo una tradición ya que Río Negro fue, en el últimos años, una de las provincias con más días de clase, sumó horas los fines de semana y la extensión horaria en el secundario. Tenía uno de los mejores salarios docentes. Pasado. Pasado reciente, pero pasado al fin.

Weretilneck tiene dos caminos: asume los conflictos con un gobierno reducido y abroquelado en un grupo minúsculo de incondicionales, o abre el juego a un acuerdo político y social amplio, donde las diferentes miradas nutran este tiempo complejo en el que la imaginación es vital porque los recursos no abundan.

Sino hay reacción local, la política nacional ordenará.

Por ahora, la ventaja de Juntos es que la oposición está perdida, también está en shock.