¿Egoístas o solidarios?

(ADN). – Ante el rebrote severo del coronavirus que tiene como principal vector la circulación de personas, el gobierno nacional y las administraciones provinciales decidieron aplicar medidas restrictivas. ,Tienen mala prensa, no caen bien y reactivan mensajes del neoliberalismo opositor que calaron hondo en varios sectores con una simple frase: “el autoritarismo es peor que el virus”. El debate es ideológico.

Ahora no vale aquel argumento reiterado a fines del año pasado que “estamos cansados” y esta es una nueva ocasión para demostrar que hay de cierto que los argentinos somos solidarios, porque la pandemia mostró facetas sociales de acendrado egoísmo.

De nuevo está aquel que dice “me quedo en casa” y quien avisa que “a mí no me encierran”, aunque sólo se trate de nueve días. Hubo expresiones de enojo en las calles de Viedma, Cipolletti, Roca, San Antonio y Bariloche -todas ciudades con gran cantidad de contagios, internados y muertos- por las medidas adoptadas para atenuar la circulación. Incomprensible y una muestra de falta de solidaridad.

También hay que destacar, que frente a la rebeldía se contrapone el invalorable esfuerzo del personal de salud y de vecinos y grupos sociales que realizan tareas solidarias de ayuda comunitaria.

Pero, qué somos egoístas o solidarios. Este fenómeno se da en todos lados y es cierto que la pandemia influyó en los comportamientos sociales.

Hoy los jóvenes que antes “sufrían solo una gripecita”, están internados, en terapia intensiva y muchos fallecieron.

Claro que no todos somos iguales y por definición existen ciudadanos altruistas y  egoístas, dependerá de la propia escala de valores. Pero, ¿qué prevalece en la sociedad?

El sociólogo español Jordi Busquet, profesor de Blanquerna-Universitat Ramón Llull, publicó el año pasado en La Vanguardia,  que debatir si somos egoístas o solidarios es casi filosófico. Comparte el punto de vista de algunos autores que sostienen que “los humanos somos cooperativos, sociales y que por eso hemos desarrollado la inteligencia y la comunicación” y también, reconoce que desde el punto de vista económico, el paradigma social es que el ser humano es egoísta e irracional y busca solo satisfacer sus deseos y necesidades, y sobre esta premisa giran el consumo y el sistema económico contemporáneos. Esta visión explicaría que haya empresarios que sigan pensando en sus beneficios más que en el interés comunitario.

Es propio de estos tiempos preguntarse si la indisciplina social de algunos no tendría origen en los gobiernos y los gobernantes, ya que en la sociedad existe incredibilidad, desaliento y confusión entre tantos mensajes, donde pareciera que no siempre se hace lo que se dice y que las medidas siempre tarde o son pocas.

Hay mucha contradicción, sobre lo que está permitido y lo que está vedado, sin explicaciones y todo aporta a la confusión, donde además los medios de difusión poco aclaran y a veces suman desconciertos. A poco del mensaje de días pasados del Presidente, algunos canales televisivos difundían encuestas que indicaban que entre el 60% y el 70% de los encuestados estaba en contra de las medidas del Gobierno.

Es lamentable decir que cada no actúa en función de la gravedad que impone el Covid, sino de la lectura que hace del momento, de la mirada del vecino y de los mensajes de las redes; se maneja de acuerdo a la construcción social de la situación y de lo que se debate en política: del relato.

Muchas veces esa confusión y las contradicciones favorecen construir relatos que no se ajustan a la realidad.

Los mensajes y medidas que un día son categóricos y al día siguiente cambian, minan la credibilidad, aumenta la desconfianza de aquellos que adoptan patrones de conductas contraproducentes.

El Covid evoluciona a gran velocidad. Las medidas que se toman deben cumplirse, sin excepciones ni guiñadas. No hay sectores que puedan exigir “saltar la regla”. Sólo interesa la salud.