Otros tiempos para el radicalismo

(ADN). – Finalmente el radicalismo rionegrino normalizó el partido, luego de tiempos erráticos, renuncias y postergaciones, donde sin destino propio compartió alianzas que no hicieran más que acelerar el derrumbe.

La UCR de Río Negro, desde 1983, no es igual al resto de los radicalismos en otras provincias. Llegó al gobierno con Osvaldo Álvarez Guerrero y desde el poder construyó poder y gobernó por 28 años de manera consecutiva. Su debacle sólo se explica por causas internas y su dirigencia.

La historia reciente fue una ráfaga para el radicalismo. Perdió el gobierno en el 2011, con César Barbeito y sacó el 37.63% de votos; en el 2015, con Horacio Massaccesi, 3.10% de sufragios y en el 2019 con Lorena Matzen, ya por Cambiemos, en alianza con el PRO y el ARI, el 5.57% de los votos. O sea que con el macrismo obtuvo sólo 2.47 votos más que con Massaccesi y la lista 3.

Estos números son elocuentes. El negocio fue para el PRO, tanto en los cargos electivos como números de funcionarios.

Hoy la UCR mostró que con un padrón mentiroso, en tiempos de pandemias y de escasez de recursos movilizó unos 6300 afiliados. Una cifra que le queda grande a sus socios de Juntos por el Cambio.

Quizás para la mayor parte de los rionegrinos estas elecciones pasaron inadvertidas, pero tuvo su implicancia en la política, en todos los sectores. Se denunció por ejemplo que el titular del PRO pidió el voto para Ibarrolaza y el dirigente Ariel Bernatene dijo a esta Agencia que “le ganamos también a Scalesi y Doñate”, en referencia a incursiones exógenas en la campaña interna.

El radicalismo mostró sus cartas, quizás pocas, pero de valor en la constitución de una futura alianza provincial.

Nada será lo mismo y cambia el escenario político provincial.