Asoma la agenda electoral. ADN

En la medida que la pandemia pasa a ser algo más cotidiano, surgen en la agenda los temas que habían quedado postergados. Uno de ellos es la política, que toma fuerza en tanto el calendario pone cada más cerca la próxima cita electoral. Así, los conglomerados partidarios (expresados en frentes y alianzas) manifiestan sus diferencias buscando fidelizar sus bases electorales para, más adelante, sumar voluntades de ese segmento volátil llamado «independiente».

Ocurre en el país. También en Río Negro.

El oficialismo provincial comenzó ese tránsito. Juntos se trazó el objetivo de lograr un nuevo escaño en el Congreso (se renuevan dos bancas en Diputados en octubre 2021) y buscará polarizar el debate con el Frente de Todos -que hace más de 15 años triunfa en las elecciones intermedias-, y relegar a Cambiemos. El esfuerzo deberá ser mayúsculo por la nacionalización natural que tendrá la contienda. Es por ello que se agudizará la captación de votantes naturales del macrismo, especialmente radicales.

Alberto Weretilneck mueve el partido. Comenzó a reunir intendentes y legisladores, y profundizó el discurso de la defensa de los intereses rionegrinos. Con Luis Di Giácomo batallan por los fondos nacionales para obras y subsidios a la provincia. Esta semana enarboló el reclamo por más presupuesto para la ruta 23, y el dinero que el PAMI adeuda a hospitales rionegrinos. Esa acción tiene su correlato en la Legislatura, donde los cruces entre JSRN y el FdT son cada vez más ríspidos. Una muestra fue la disputa por la ley que modificó la elección de la presidencia en el Ente de Desarrollo de Conesa.

Desde el Frente, Martín Doñate conduce la contraofensiva. Sabe, porque así se lo transmitió el propio Presidente, que «hay que ayudar a Arabela». Pero esa orden responde al plano institucional, no político. Mucho menos electoral. Así, indicó que Nación ya envió 33 millones de pesos a los hospitales, pero pidió un cambio en el sistema de recepción de fondos para que lleguen a los nosocomios y no queden en las cuentas de Economía, un esquema que nunca -dijo- quiso modificar Weretilneck mientras fue gobernador.

En el camino de las estrategias hay dificultades.

La gobernadora Arabela Carreras cultivó un vínculo sólido con Alberto Fernández. Weretilneck y Di Giacomo acompañan al oficialismo en casi todas las votaciones en el Congreso. Esa convivencia -que reporta beneficios a la provincia- deberá soportar los avatares de la elección. En rigor, es más beneficioso para la Casa Rosada (si no logra conseguir las dos bancas en Río Negro) que el reparto esté entre JSRN y el FdT. El dilema es dónde conquistar los votos en una contienda nacionalizada. Tiene la experiencia de 2017. Esa estrategia no funcionó. Tiene la ventaja (sobre Cambiemos) de la territorialidad, pero carece que marco nacional.

Juntos deberá definir candidatos atractivos para el electorado y encontrar el discurso justo, ya que su verdadero adversario es el macrismo, a quien tiene que desplazar al tercer lugar.

Por el contrario, Juntos por el Cambio solo debe esperar que le lluevan los votos descontentos con el gobierno nacional y el clásico antiperonismo. Sin embargo no tiene territorialidad. En castellano, nadie vaya a buscar los votos en los distintos circuitos electorales. También debe resolver sus candidatos. El PRO buscará imponer uno propio en el primer lugar. El radicalismo dará pelea. La actual diputada Lorena Matzen finaliza su mandato y podría intentar ir por otro. El macrismo rionegrino quedó deslucido. Y si Miguel Pichetto se muda a una lista en la provincia de Buenos Aires, pierde un referente de peso. Sergio Whisky quedó deslucido y solo asoma Aníbal Tortoriello.

El FdT viene con una seguidilla de triunfos de medio término y buscará validar esas victorias. Ganar el año próximo revitalizará los ánimos vapuleados en la elección del año pasado, e intentar llegar a la Casa de Gobierno en 2023.