Subiendo la montaña. ADN

El país ingresa en el pico de contagios de coronavirus luego de 93 días de cuarentena. La combinación es compleja porque se mezcla el cuidado de la salud, la crisis financiera y el cansancio social. Para colmo, los expertos auguran que las diferentes etapas de aislamiento y distanciamiento se prolongarán -al menos- hasta septiembre.

Los gobiernos (nacional, provinciales y municipales) se enfrentan a un dilema enorme: cómo seguir sosteniendo a la gente confinada.

Sin dudas la medida temprana de la Casa Rosada evitó el colapso del sistema sanitario cuando no estaba preparado para receptar pacientes por contagios masivos. La pregunta -con el «diario del lunes»- es saber si no hubiese sido conveniente ir abriendo válvulas de escape mientras no había circulación viral y se podían seguir los casos (con testeo y aislamiento) a partir de los «importados». Contrafáctico. Lo cierto es que se llegó hasta acá con un modelo ponderado en el mundo: la revista Time destacó el ejemplo de la Argentina como una de «las mejores respuestas globales a la pandemia».

La realidad no es igual en todas las provincias ni en todas las ciudades. En Río Negro hay regiones que pasaron a la etapa de distanciamiento (fase 5) lo que implica una apertura grande a las actividades económicas y sociales. Pero hay sitios (como Bariloche y el Alto Valle) donde hay circulación viral y los casos aumentan día a día.

Dos casos opuestos representan Viedma y Roca. En la capital se registró el primer caso de la provincia, no generó contagios y desde ese momento no hay más que sospechosos que se descartan tras los testos. En Roca hay 66 casos activos, el registro más alto.

Para colmo, en estos días se denunció que en la ciudad valletana no se registran todos los contagios que realmente se producen, lo que desató un fuerte debate. El Gobierno niega que se escondan los casos, y aseguran que no hay razones para hacerlo.

¿Qué cambia tener más o menos contagios?. Lo único sustancial es el sistema de salud. Ése debe ser el único vector de preocupación para la gestión provincial. El temor real es que la pesadilla que vivieron España e Italia, donde los médicos debían elegir qué vida salvar, no se repita acá.

Entonces, la pregunta es si los hospitales y el recurso humano alcanza en caso que la multiplicación de contagios sea grande. La respuesta es simple: no. Y no es un problema exclusivo de Río Negro, ya que colapsaron sistemas más sólidos de países con más recursos. ¿Entonces? Se impone la prevención. Y ello se logra con una política más agresiva de testeos y aislamientos.

Para eso no solo se requiere de un estrategia puntual, sino de la colaboración individual y colectiva. El intendente de Bariloche, Gustavo Genusso, indicó que los nuevos contagios por COVID se dieron por contacto social, reuniones que no están habilitadas en la etapa en la que está la ciudad.

El virus ha demostrado una fuerte capacidad de contagio y solo -y hasta tanto no exista una vacuna- las medidas de sanidad son las únicas capaces de prevenirlo: distanciamiento, tapabocas, lavados de manos.

La provincia sigue estando entre los distritos con más casos por cada 100 mil habitantes. Y la comparación con otras, abre interrogantes sobre la administración del COVID. Puede haber errores, sí. Hay un plan sistemático del Gobierno para haya contagios masivos, no.

El coronavirus preocupa a todos por igual. Más ahora que los casos comienzan a tener rostro. Los contagios del intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, de la ex gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, y de la conductora de TV, Lizzy Tagliani, provocaron que los sectores políticos y mediáticos tomaran consciencia del momento en el que estamos, y eso se tradujo a la población.

El susto fue tal, que Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta dejaron de chicanearse con los contagios en CABA y el Conurbano, y desde ayer comenzaron a trabajar en estrategias conjuntas.

En Río Negro falta conciencia política. El Gobierno debe salir del enojo ante las críticas, y la oposición del señalamiento y los reproches. Ni uno tiene la verdad científica de la administración del virus (nadie en el mundo la tiene), ni el otro las recetas para combatirlo.

Quizás, sea el momento para convocar a una gran mesa de diálogo donde se pongan sobre la mesa temas clave como la salud y la economía.

El Gobierno está tomado por el coronavirus. Es una administración anodina atada a estrategias nacionales (emergencia frutícola, barril criollo, ATP, IFE, turismo estudiantil…). Los funcionarios suman videoconferencias con diversos sectores de la sociedad con promesas de proyectos futuros. Su mirada está puesta en las clases medias: alivios impositivos, créditos a pymes, etc, pero falta la visión de los sectores vulnerables. Un caso tangible es Educación. A la escuela pública asisten alumnos que no tienen la conectividad necesaria, no hay acceso masivo a herramientas (computadoras y teléfonos), ni seguimiento individual del aprendizaje. En muchos hogares los padres están en modo teletrabajo, lo que dificulta la compatibilidad del uso de la tecnología.

Es cierto que el coronavirus no estaba en los planes de nadie y si el sistema público de salud no estaba preparado, el educativo tampoco. Pero no hubo un programa de conectividad ni entrega de herramientas.

Mañana la administración pública vuelve a encenderse, en las ciudades donde no hay circulación viral. Viedma es el epicentro. Se confeccionaron protolocos que será revisados en 20 días para evaluar su implementación.

Estamos subiendo la momtaña. Veremos cómo llegamos a la cima y cuándo comenzaremos a bajarla. Todo un desafío.