Bariloche encerrada en su propia paradoja

“El virus ingresó por el aeropuerto y después afectó a personal sanitario, ambos territorios propicios para su avance” publicó en faceboock El Diario de la Mañana de Bariloche.

Este análisis habla de la paradoja que vive Bariloche, el principal centro turístico del país y el más importante de Río Negro, que vive del turismo, de los visitantes que llegan en las distintas temporadas para disfrutar del encanto cordillerano. El COVID-19 entró por dónde debía ingresar.

Precisamente ésta fue la vía de ingreso –según se estima- y hoy la ciudad está cerrada, no sólo sin turistas, sino con sus habitantes aislados para evitar la propagación del coronavirus.

De los 132 casos positivos activos, Bariloche tiene 59 y suma sospechosos. No es casual, como tampoco fue aleatoria la atención rápida al problema que se venía. Turistas que llegaron en el verano, barilochenses –en gran número- que viajaron al exterior y la situación fronteriza con Chile, donde hoy las regiones de Los Lagos y Araucanía, son las de mayores casos fuera de Santiago.

La alarma llegó con el caso de la agente de la Policía Aeroportuaria, que motivó el primer aislamiento grupal, 120 efectivos de la fuerza de seguridad nacional con control sanitario, pero el virus ya había hecho su ingreso.

También se puede decir –como señala la nota periodística- que paradójicamente no prendió en los sectores más criticados por su «inconducta» social de no respetar la cuarentena.

Hoy Bariloche corre detrás del virus. Al principio hubo “pereza” en mover las piezas fundamentales de la prevención, los centros de salud (hospital y clínicas) no contaban con los elementos de cuidado como vestimentas y hubo contagios, y el intendente Gustavo Gennuso tardó en “abrir la participación” ante la emergencia que se avecinaba. La ciudad tiene capital científico, organizaciones sociales con trabajo en el territorio, y otros sectores con aportes y experiencia para atacar en conjunto a la pandemia. No se tomó el ejemplo nacional.

Se corrigieron muchas de estas cosas “por la razón o por la fuerza” ante la situación actual donde llegar y salir del enclave cordillerano no es posible.

Se cumple con la campaña de vacunación y se controla la circulación de personas, pero también hay vecinos que incumplen las normas porque salen a buscar trabajo o comida. Estos ciudadanos no tienen para pagar la multa.

La división social y territorial de Bariloche, que siempre fue un tema de atención, incluso para los turistas, sociólogos y autoridades hoy se ve con mayor dimensión.

Este conglomerado urbano, casi un tercio del total de barilochenses–según se calcula- vive en lo que se llama “los altos de Bariloche” o Pampa de Huenuleo, y requiere de total atención porque si bien no es un sector que presente contagiados, necesita del apoyo de las autoridades municipales y provinciales.

Además de la falta de comida y trabajo, se hace imprescindible abordar la propagación del COVID-19 con acciones educativas y de información sobre la pandemia, con reparto de tapabocas y difusión de conductas de higiene.

En estos barrios los chicos salen jugar a la calle, persisten los hábitos en jóvenes como la juntada con“los amigos de la esquina” y hay tránsito de personas para buscar comida y trabajo. Se reclama por leña y garrafas sociales.

Pero volvemos a la paradoja: en estos barrios la propagación del coronavirus se detuvo, pero sólo es una tregua.

Comentaba a esta Agencia un conocido periodista barilochense que hay que ayudar en el enorme esfuerzo que realizan las salas de atención primaria de salud, donde hay médicos que recorren el barrio con megáfonos informando a los vecinos. También al trabajo de algunas escuelas e integrantes de redes solidarias.

No hay estudiantes cantando o gritando en las calles, tampoco turistas nacionales ni extranjeros, ni ansiedad por conocer cuándo llegarán las primeras nevadas y con ellas recursos económicos. El dólar alto hoy no incide.

Nada de todo esto vendrá pronto.