Balaceras e impunidad

(ADN). – Una mujer fue herida el domingo a la noche, en el Barrio Lavalle, por una bala perdida, mientras tomaba mate con su familia. La información, del género policial, podría ser calificada como un caso desagraciado, o un infortunio, pero el hecho supera la mera crónica barrial. Se trata de una nueva víctima inocente de los tradicionales tiroteos que se suceden sin miras de solución en barrios de Viedma, principalmente en la zona que comprende a las barriadas del Lavalle, Mi Bandera, ex Loteo Silva, 30 de Marzo y 22 de Abril, sin ser los únicos.

Las balaceras son hechos recurrentes y se atribuyen –de acuerdo a datos que pudo relevar esta Agencia- a un procedimiento de amedrentamiento a los vecinos para establecer predominios en el territorio y resguardar negocios en la comercialización de estupefacientes, ventas de elementos robados. “En el Lavalle hay una banda de 10 0 15, que siempre arman bardo, están armados y son los mismos que organizan `El Cuento del Tío´”, en referencia a los casos de personas engañadas a través de las redes sociales con ofertas de ventas de autos, a quienes luego sustraen el efectivo de la operación previamente pactada.

De esta manera nadie ve, escucha, ni habla de lo que sucede día a día, pero también hay enfrentamientos, porque ha sucedido que estos ataques son repelidos –como se dio hace un tiempo en el Álvarez Guerrero (ex Silva), donde la balacera se extendió durante toda una tarde y noche, sin intervención policial.

Este conocido grupo del Lavalle, también tiene su propio sistema de defensa y cuando protagonizan un enfrentamiento, tienen colaboradores que rápidamente denuncias a la policía a sus adversarios y en estos casos procede la intervención de los uniformados.

Las preguntas ante estos hechos surgen naturalmente ¿Cómo estos jóvenes y menores acceden con tanta facilidad a conseguir armas? A lo que hay que sumar las municiones. También se movilizan en autos y motos. Por lo general “trabajan de noche”, comienzan a reunirse en clásicas esquinas a partir de las 19 y deambulan y «atienden sus negocios” hasta las primeras horas del día siguiente.

Basta con conversar con vecinos de estos barrios para conocer decenas de anécdotas sobre estas balaceras y el tráfico de estupefacientes, no sólo cocaína y marihuana, sino que hay una importante demanda de psicofármacos, difíciles para conseguir sin triple receta médica y otros controles en las farmacias de la ciudad.

¿Es posible tanta impunidad? Los vecinos de estas barriadas están cansados, asustados, amedrentados, abandonados y desprotegidos por la policía.

Las instituciones han perdido respeto y confianza. Estos vecinos están lejos de los discursos y los programas oficiales sobre el desarrollo de la comunidad.

Vale un testimonio de este fin de semana. El sábado fue baleado un domicilio en el barrio Álvarez Guerrero. La vivienda está ocupada por un joven, que sufre adicciones, con dos hijos pequeños. La casa fue tiroteada y los dos pequeños que estaban solos huyeron a refugiarse con una vecina. Deambularon dos días y fueron rescatados en el Merendero Maná del Barrio.

Así suceden las cosas. Cerca de todos y lejos de todos.