Peronismo peinado. ADN

El peronismo no k desempolvó los manuales del menemismo y se dio una pátina de glamour neoliberal. «Empujado» por los grandes medios de comunicación que le exigían al partido de poder por excelencia en la argentina volver a los brazos del establishment, y ser una opción de gobierno en 2019 ante el fracaso -propio- macrista. Y así, tener una alternativa más para frenar la reorganización del campo nacional y popular.

Ya en el final del ciclo kirchnerista, Miguel Pichetto recorría la provincia promocionando su candidatura renegando de la liturgia peroncha (bombos, choripanes y pasión), promoviendo actos ordenados, con sillas, poca gente… una estética republicana, o -como gusta decirse ahora- un peronismo peinado.

En ese entonces eligió a la ex defensora del Pueblo, Ana Piccinini, como su compañera de fórmula. No era una ex radical alfonsinista ni de la internacional socialista, fue renuente al radicalismo k, se movilizó a Rosario a cuestionar la 125 y casi fue la líder del PRO en Río Negro.

Un combo letal.

Pero aunque perdió la elección, Pichetto tuvo una satisfacción: Macri fue electo presidente. Apostó al cambio de modales que se impondría en el país y creyó que la «modernidad» por fin impregnaría al peronismo. Se transformó en el hombre más fuerte del partido y del país, comandó el Senado a gusto y trazó acuerdos de gobernabilidad con la Casa Rosada, lo que permitió el surgimiento del Peronismo Federal.

Sin embargo, el ascendente senador y su sector comenzaron a ser víctima de la grieta, un poco por el mal gobierno de Macri (que levantó a Cristina) y otro poco porque a Macri le convenía que Cristina sea su adversaria.

Hoy, las preferencias de los argentinos agigantan la grieta. De un lado, un gobierno neoliberal. Del otro, un frente nacional y popular. 

La Casa Rosada anotó, y se propone potenciar la rivalidad. Por eso, se metió en la interna de Alternativa (Peronismo Federal más Frente Renovador) e instruyó a sus ministros -y a los medios obedientes- a ensalzar a Pichetto y a Juan Manuel Urtubey, y a denostar a Sergio Massa, a quien empujarán al lado oscuro, el sector de Cristina Fernández de Kirchner.

El menemismo des-hizo todo lo que hizo Perón. Eso provocó una resistencia en el PJ: el grupo de los ocho que comandó Carlos «Chacho» Álvarez. Hoy, la resistencia está en Unidad Ciudadana o el Frente Patriótico que está conformando la ex Presidenta.

Volvemos a los 90? No, a los 50. Peronismo-antiperonismo. Justicia social vs. meritocracia. Estado presente contra el Estado desentendido. 

Ayer, hoy y siempre, el peronismo es una persistencia argentina, aunque muchos aborrezcan vivir en peronia.

El macrismo no quiere dejar el poder. Por primera vez gobierna la argentina un espacio neoliberal democráticamente elegido por la ciudadanía. Y sumará aliados. Por eso se quiere llevar una parte de Alternativa, la más afín, el peronismo mejor peinado. No confían en Massa, sí en Pichetto.

Por eso, la Casa Rosada rumea la idea de una alianza en Río Negro con el gobernador Alberto Weretilneck a la cabeza, con el senador y su (diezmada) tropa, y un conjunto de intendentes de Cambiemos. Prefiere -de ser necesario- sacrificar un candidato que lleve el sello oficial aunque pierda por escándalo, porque así podrá exhibir el triunfo de «un aliado» antes de octubre. 

Lo mismo planea en otras provincias propias, de signos provinciales o peronistas peinados.

 El objetivo es demostrar que el «cambio» avanza y se presenta en formato macrista, peronista moderno o, como el caso de Weretilneck, un hombre de la gobernabilidad. Basta de populismos!

Nación ve al jefe del PJ,  Martín Soria, muy cercano a CFK. Esta semana se reunió con Martín Sabbatella (un k de paladar negro), compone la mesa de intendentes junto a Verónica Magario y sumó al Frente para la Victoria al socialismo y al RIO de Magdalena Odarda. Su hermana María Emilia conforma la mesa de acción política nacional del partido que conduce José Luis Gioja, y es una de las voces más combativas en el Congreso contra el gobierno nacional.

No se puede permitir el lujo de perder, aunque más no sea una provincia simbólica. El título en los diarios nacionales será: perdió o ganó el kirchnerismo en Río Negro.

El gobernador no opinará sobre el tema, pero fue anoticiado por el ministro del Interior, Rogelio Frigerio del tablero que tiene Macri en su escritorio. Conservará su autonomía lo más posible por eso no irá al acto de Alternativa el 19 en Buenos Aires. Prefiere sumar en silencio. Hoy, macristas y peronistas peinados lo necesitan.