El socio del silencio

(ADN). – El radicalismo rionegrino tendrá elecciones internas para renovar autoridades. El oficialismo tiene como candidato al actual presidente Darío Berardi y la oposición propone a Oscar Romera, ex intendente de El Bolsón.
Más allá de cumplir con las normativas que regulan la actividad de los partidos políticos, esta elección tiene como condimento un debate interno a resolver: Cómo posicionarse frente al gobierno nacional y de qué manera se construye la alianza Cambiemos en Río Negro.

Pareciera un tema menor y cualquier observador diría que no hay dudas respecto al apoyo del gobierno de Mauricio Macri y de la necesidad de conformar un frente anti Soria.

También es mayoritaria la opinión ganadora del oficialismo que asegura su triunfo. De todos modos, habrá que contar los votos de las urnas, analizar el escrutinio final y el porcentaje de votantes que ese domingo concurran a sufragar.

Una cosa no se puede soslayar. El ánimo radical no es el mismo al triunfalismo del inicio del actual gobierno nacional. Se perciben descontentos, donde cada día es más difícil defender las políticas nacionales que además afectan con crudeza a Río Negro y la Patagonia. Sea por el valor del dólar, la inflación o por el precio del pan y la leche el descontento social se siente cada día.

De esta manera se vuelve cada vez más complicado “aguantar los trapos”.

La conducción del radicalismo optó por el silencio dentro de la sociedad política que tiene en Río Negro con el PRO y el ARI y las pocas declaraciones públicas sólo remiten a reiterar las acusaciones de corrupción del gobierno anterior y recordar “la pesada herencia”, como escudo verbal que lo exima de sus corresponsabilidades.

Fijar una posición crítica frente al gobierno nacional y a la alianza Cambiemos es el reclamo de la oposición interna radical, principalmente desde la Agrupación “Raúl Alfonsín”, línea interna que el oficialismo trata de minimizar, pero que hoy refleja una parte de la realidad del descontento radical.

Se debe reconocer a la actual conducción de la UCR haber mantenido vivo al partido e incluso remontar un paupérrimo resultado electoral del tres por ciento de votos en las últimas elecciones, que puso al partido al borde de la extinción. Se recuperaron comités y el radicalismo fue ganador en elecciones municipales, pero el futuro lo inquieta y el silencio frente a las políticas nacionales lo compromete frente a los rionegrinos.

Basta mirar las encuestas y ver la medición de imágenes e intención de votos de la dirigencia, para imaginar un duro trabajado de reinserción en la comunidad.

Hoy la mayor crítica está en los sectores jóvenes –salvo los que ocupan cargos públicos- e incluso la juventud radical se manifestó en contra de las retenciones a las exportaciones en defensa de la producción frutícola del Alto Valle y la concejal viedmense Genoveva Molinari al reconocer la gravedad de la crisis pidió congelar los sueldos en la municipalidad capitalina. Hay muchas otras expresiones juveniles críticas en todas las ciudades a las que se podría sumar a algún intendente.

Silencios frente al desfinanciamiento universitario, los intentos de quitar beneficios en las asignaciones familiares, la bonificación de la zona austral, los aumentos tarifarios, los despidos en organismos estatales y otros temas que preocupan en la sociedad y que no tuvieron expresiones de un radicalismo que tiene una profusa historia de defensa de los intereses rionegrinos.

De acuerdo a datos recogidos por esta agencia según un relevamiento en las principales ciudades rionegrinas, cuando se vincula a “Cacho” Romera con Alfonsín la adhesión es mayor a la opción de Berardi con Macri.

El apellido Alfonsín hoy es sinónimo de rebeldía en la UCR, que además siente incomodidades y poca representación en el gobierno nacional. En la reciente «crisis del dólar» no pudo «meter» en el gabinete a Sanz, Prat Gray y Loustau porque Lilita hizo uso del derecho a veto y volvió a ningunerar al radicalismo.

Lejos está esta descripción de anticipar un resultado electoral, porque el día de las elecciones se impondrá “el aparato”, el peso de los recursos financieros e incluso “algún ayudín” del gobierno provincial.

El radicalismo se siente a gusto en las internas, está en su esencia, aumenta la adrenalina, visitas domiciliarias, cuevas y acarreo. Claro que ya no es aquella UCR de los 40.000 afiliados de la época de Pablo Verani. Hay muchos menos y con escasa vida partidaria.

El debate está planteado en esta interna. No se sabe si será saldado e incluso si habrá ánimo de participación para resolverlo, pero sería importante para el radicalismo que gobernó Río negro durante 28 años.