El eje del mal. ADN

Alberto Weretilneck definió a Martín Soria, al kirchnerismo y al peronismo como el eje del mal. Zamarrea a sus ex socios del Frente para la Victoria en su afán de confrontar mano a mano y así diluir a Cambiemos en la contienda de 2019. Pero los coletazos generan heridas internas, ya que muchos de los dirigentes de Juntos provienen del PJ y del campo nacional y popular. Y anima críticas de miembros de su gabinete, como las de Luis Di Giacomo.

Al intendente de Roca lo acusó de tener vínculos con el narcotráfico, de no gestionar obras de viviendas para su ciudad perjudicando a los vecinos y de impedir la continuidad de la ruta 22. Al kircherismo -en línea con la Casa Rosada- de la «pesada herencia» y alentar situaciones (cuasi destituyentes) como la consigna «La Patria está en peligro», por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Y al peronismo -con el pichetismo incluido-, por frenar en Viedma la toma del crédito del Plan Castello.

Lejos quedó aquella frase al asumir el gobierno después de la muerte de Carlos Soria: «…este gobierno fue, es y será peronista». También el anuncio de su afiliación al partido justicialista. Tanto, como los elogios a Néstor y Cristina Kirchner y la campaña en favor de Daniel Scioli.

Camaleónico. Weretilneck se muestra cercano a las políticas del gobierno de Mauricio Macri. Evalúa que la crisis actual será superada y vendrán tiempos mejores para el país. Pero en el medio están las elecciones. Queda claro que juega a «no volver al pasado» pero no se sabe a ciencia cierta si avanzará en una alianza con Cambiemos.

Dirigentes del oficialismo y el macrismo alientan esa conjunción. Sergio Wisky reiteró esta semana que «Juntos es bienvenido a Cambiemos». La frase generó enojo en el PRO. No es lo que se habla en Buenos Aires. Menos en Río Negro. Pero por algún motivo algunos actores de ambos espacios generan expectativas en ese sentido.

Si así fuese -aseguran- no será juntando todo. Por eso aparecen las PASO y el balotaje como herramientas para resolver una ingeniería electoral compleja.

Pero por ahora, en Juntos se mantiene la idea de fecha propia, candidato propio y partido propio.

La fecha está por verse. En los pasillos de la Casa de Gobierno aseguran que las elecciones serán en mayo, pero el gobernador tiene cada vez más presiones para unificar la elección con las nacionales.

¿El candidato? Aún no está resuelto. Un sector de Juntos pretende imponer una fórmula con el eje Alto Valle-Bariloche. Frente a la falta de definición de Alejandro Palmieri, comenzó a tomar cuerpo en el oficialismo el nombre del ministro de Salud, Fabián Zgaib. El bonomio se completaría con el titular de Obras Públicas, Carlos Valeri. Eso deja afuera al vicegobernador Pedro Pesatti.

El viedmense insiste que está ciento por ciento dispuesto a ser candidato si tiene el cien por cien del respaldo de Juntos. Eso no ocurrirá. El oficialismo suma postulantes día a día. De todos modos, Pesatti ganó fortaleza en los últimos días a partir del vergonzoso audio con insultos a su persona de parte del ex secretario de Gobierno, Félix San Martín. Pero aún no alcanza.

Quienes frecuentan al vice creen que Weretilneck terminará inclinando la balanza en su favor, porque garantiza unidad, continuidad del proyecto provincial y lejanía discursiva con el macrimo. Todo lo opuesto piensan sus detractores.

En el FPV miran el proceso de Juntos y evalúan que la pata peronista (el «alita» al decir de Di Giácomo, un efecto colateral del marcado anti peronismo en sectores del gobierno) tiene valor político en estos días, pero puede depreciarse con el paso del tiempo. Si el gobernador los lleva hasta último momento y define por otros intereses, ese grupo no tendrá posibilidad de definir una estrategia propia.

Mientras todo esto ocurre en el plano político, el gobierno debe enfrentar temas de gestión delicados. Después del Mundial de Rusia, los gremios irán a la carga para que haya aumentos de sueldos. Tienen para exhibir la creciente inflación y estiman que en el segundo semestre el IPC oficial habrá superado el 15%.

La reapertura de paritarias será en agosto. Antes, esperan que se adelanten los tramos del aumento ya acordado. No habrá problemas. Hay voluntad del gobierno para acceder. Lo que no es seguro es que los sindicatos tengan la misma suerte con los incrementos que pretenden.

Las dificultades que afrontará Weretilneck son: cumplir con el acuerdo fiscal y las condiciones del Fondo Monetario Internacional.

El cipoleño también deberá resolver los cuestionamientos de productores, la industria y las pymes por el alza de los Ingresos Brutos. Esos sectores además se ven afectados por la suba de tarifas y en junio los combustibles pegarán un fuerte salto. El tipo de cambio y el aumento del dólar tampoco son una buena noticias, excepto para el sector exportador y las regalías petroleras.

Hay inquietud por los puestos de trabajo. Se nota en el cierre de comercios. También en la construcción. Weretilneck se enojó con la oposición en Viedma, con el peronismo, con el pichetismo particularmente (que había dado su visto bueno en principio) porque todos se nuclearon en el rechazo al crédito en dólares del Plan Castello: «son lo más bajo de la política», dijo. Pero el mandatario no tuvo la misma reacción con otros concejales ni intendentes de la provincia -propios y extraños- que, en su mayoría, no tomaron el endeudamiento.

Pero la sobreactuación de Weretilneck vino con la UOCRA. Indicó que los concejales «niegan la concreción de obras que permiten el desarrollo de la ciudad y generan cientos de puestos de trabajo”. Pero el mandamás obrero, Damián Miler, aseguró que no hay obra pública para Viedma y forzó -marcha mediante- que el Municipio y la Provincia dibujaran un diseño que aún no tiene fechas ni financiamiento.

Además, con el renunciamiento del propio gobierno de avanzar en la segunda etapa del Plan, se dan de baja emprendimientos en toda la provincia que generan puestos de trabajo.

El gobernador juega en el relato de Macri y abona la teoría del «Fondo bueno». Tanto, que salió a a criticar al kirchnerismo -y por carácter transitivo a los gremios de las CTA, CGT, artistas, organizaciones sociales, barriales y de Derechos Humanos- por la convocatoria al Obelisco para alertar que, con el acuerdo con el FMI, la Patria está en peligro. «De ninguna manera» dijo Weretilneck en una radio porteña, y mandó a sus funcionarios a circular un texto por WhatsApp para cimentar esa idea.

A la avenida 9 de Julio llegaron alrededor de un millón de personas. La movilización se repitió en varios puntos del país y en Río Negro, alcanzando una importante masividad en Bariloche. Sus declaraciones chocan contra esa expresión.

El mandatario abona la idea de mantener la identidad provincialista de JSRN, pero sus definiciones están cada vez más en el escenario nacional y apuesta al oficialismo. Una actitud que fija posición.

Hay un riesgo: si se nacionaliza la elección o si, definitivamente, la votación en Río Negro coincide con las generales de octubre, no hay chance de mantener la identidad provincial. La suerte de JSRN (si va solo) podría ser la misma que en las PASO del año pasado.

Las encuestas muestran un fuerte rechazo a Cambiemos en la provincia y la imagen del Presidente no para de caer. Mostrarse en esa vereda es todo costo para Juntos que, sin embargo, sigue teniendo una importante adhesión como espacio local.

Hoy, la intención de voto de JSRN es del 16%. Creció Unidad Ciudadana (19%) por encima del PJ (9%). Pero unificados más RIO (3%), el espacio de la senadora Magdalena Odarda, el FPV suma 31%. El conglomerado de Cambiemos (UCR 8%; PRO 4%; ARI 1%) llega al 13%. Hay un 30% del electorado que se mostró independiente de los partidos políticos. Sin embargo, Macri tiene un rechazo del 70% mientras que Cristina Kirchner lidera con el 37% la imagen positiva de los dirigentes nacionales.

Fuera de Weretilneck, el dirigente de Juntos con más adhesión es Pedro Pesatti indican las mediciones. También marcan las preferencias por Martín Soria.

Por ahora la interna de Juntos está intratable. Habrá que esperar a que pase el Mundial.