El uniforme, las tiras y una mancha

(ADN).- “Golpeó duro lo del pibe Muñoz. Es una mancha que vamos a tener que llevar”. Así, un comisario retirado, con fluídos contactos con policías jubilados y en actividad en varios puntos de la provincia, resumió como repercutió la muerte del oficial ayudante Lucas Muñoz. Es la opinión de un sector policial siempre atento a la vida interna de la institución.

El caso volvió a instalar en el interior de la fuerza una serie de temas, como la sindicalización. ¿Es posible? Un debate complicado. También circuló la discusión sobre el descontrol interno y la falta de conducción política.

“A los milicos hay que conducirlos” dicen en tercera persona y admiten la condición de conducción rígida y vertical que tiene la fuerza. Varios de ellos tuvieron personal a cargo. Otros, aún lo tienen.

“No puede haber interferencias en la cadena de mando”, aseguran. Explican que “el operativo” es el Subjefe. La fuerza se estructura desde allí hacia los jefes de las regionales. Un punto clave: las camineras. Si el circuito está ordenado, nada puede escapar al control policial. Ergo, al poder político.

Una de las fuertes quejas de la Policía es que el Gobierno equivocó decisiones estratégicas: le dio el control civil a las direcciones de Capacitación (las Escuelas de Cadetes) y de Administración (recursos humanos y económicos). No hay críticas sobre la figura de un Jefe civil. Incluso se vería con buenos ojos una división de Asuntos Internos –una suerte de control externo manejado por la Secretaría de Seguridad- en manos de civiles. “Pero desde el Subjefe hacia abajo, los mandos deben estar en manos de la Policía”, repiten.

Algunos de ellos advierten falta de conducción política de la fuerza. Y evalúan que los corrimientos (pases a retiro) que se fueron produciendo, generaron un vacío en una estructura chica y con escasez de oficiales formados y con experiencia.

“A los milicos no les sacás de la cabeza que (Daniel) Jara es subjefe porque la mujer es camarista” aseguran, y recuerdan los casos en que comisarios involucrados en la «rebelión de diciembre del 2013» cuando presentaron sus pedidos de pase a retiro, fueron confirmados e incluso ascendidos.

No son pocos quienes marcan el principio del deterioro en diciembre de 2013, cuando un grupo de policías y sus familiares marcharon con patrulleros, motos y autobombas por las calles de Viedma reclamando mejoras salariales. Ese episodio se dio en un marco nacional donde en otras provincias también hubo rebelión, acuartelamientos e incidentes. Aquí, la protesta terminó con la toma de la Casa de Gobierno, un hecho inédito en la historia de Río Negro.

En ese momento el Gobierno negoció una tregua. Y aunque prometió sanciones, nunca se llevaron a cabo. Tanto, que no avanzó en la denuncia. La Justicia actuó de oficio y el juez Fabio Igoldi allanó la Jefatura de Policía en febrero de 2014. Se desconocen otros avances.

“Altuna es cabo primero. No puede comandar la fuerza” se quejan. Es una cuestión de jerarquías, en suma un tema de «tiras». El actual Jefe es abogado, revestía en la Regional Tercera como defensor de policías. Y como todo civil que ingresa a la Policía tiene un rango en los escalones inferiores del escalafón. Un salto meteórico que hacia adentro no cayó bien. Mario Altuna fue muy cuestionado por su labor en la fuerza. Y cuando intentó ser Fiscal, varias organizaciones y partidos políticos de Bariloche presentaron su oposición en el Consejo de la Magistratura.

“Hoy reina el descontrol” denuncian los retirados. “Faltan orden y conducción”. Y coinciden que el Gobierno debe sostener esta cúpula para que sean ellos quienes restablezcan el cauce natural. “Después si se podría avanzar en cambios”.