Las cerealeras, la devaluación y la soberanía monetaria

(PTP Nacional)Con la cosecha gruesa de granos, el pulso del debate económico en la Argentina de los últimos 15 años, lo marcó el tira y afloje entre el Estado y las exportadoras de granos por la liquidación de divisas.

Sin embargo la necesidad del ingreso de dólares a las alicaídas arcas del Banco Central y el apuro del gobierno de Mauricio Macri por aprovechar los primeros días de envión (y respaldo) pusieron en marco esta relación en pleno diciembre.

En el período que va de 2002 a 2014, los productos del complejo soja nunca representaron menos del 19% del total de las exportaciones argentinas y llegaron a alcanzar topes de 30 por ciento. Para decirlo de otra manera, la soja aportó uno de cada tres a cinco dólares que ingresaron al país en este período.

La sartén y el mango
Son solo 100 empresas las que en Argentina son responsables del 75 por ciento del total de las exportaciones y de las 25 importantes, 12 se dedican a vender al exterior granos, oleaginosas y sus derivados.

La mayoría de estas empresas son multinacionales y, por dimensión y volumen, las principales son de origen estadounidense (Cargill, Bunge, ADM, Alfred Toepfer) con un crecimiento meteórico en estos últimos 5 años de las de capital chino (Nidera y Noble) y la permanencia de capitales europeos como Dreyfus (Francia), Grupo Moreno (Suiza) y con algún capital nacional como Vicentin (Argentina-Canadá) y Aceitera General Deheza.

La posición dominante de estas empresas en el comercio exterior y por ende en el ingresos de divisas han marcado en los últimos años un enorme poder de presión sobre la orientación de las políticas económicas tanto del kirchnerismo, como lo que se ve ahora más crudamente en el mismo sentido con el macrismo tras la firma del Decreto 133/2015 que oficializó la eliminación de derechos de exportación para los productos agropecuarios y la baja de 5 puntos a los del complejo sojero. Un negocio que se calcula en 3.685 millones de dólares para el conjunto de sectores.

Una brutal transferencia de ingresos
El decreto que anunció el macrismo, que elimina las retenciones de la exportación de productos agropecuarios, baja las de la soja un 5% y mantiene un diferencial de 3 puntos con la exportación de productos “industrializados” como el aceite y la harina de soja, sumado a una brutal devaluación han generado una de las mayores transferencias de ingresos hacia los exportadores conocidas en la historia económica reciente.

De acuerdo a estimaciones del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral) de la fundación Mediterránea, estas medidas implican una transferencia de 3.685 millones de dólares para el conjunto de sectores.

En realidad son fondos que el Estado “resignará” en su favor. Ese volumen de dinero dejará de llegar al Estado nacional y afectará a estados provinciales y municipales a través de la merma del Fondo Federal Solidario, o fondo sojero, constituido por un porcentaje de lo que el Estado nacional recibe en concepto de retenciones y coparticipa.
El mismo informe consigna que los ingresos fiscales redirigidos a los sectores agropecuarios se aproximan a 2,5 puntos de ingresos tributarios totales del sector público nacional (a precios y cantidades de 2015), en tanto que las provincias en su conjunto pierden el 30 por ciento de los fondos asociados a la soja, es decir, unos 275 millones de dólares.

Para dimensionar el peso que el complejo sojero tiene en nuestro país basta con observar que esta gigantesca resignación de recursos será sin embargo menor a la que seguirá cobrando el fisco por la persistencia de las retenciones a la soja (30%), unos US$ 5.000 millones por año.

El que guarda tiene y define
¿Pero cómo lograron los exportadores que los sucesivos gobiernos tomaran medidas tan beneficiosas, incluso en algunos casos a riesgo de perder capital político? Manejando la moneda y el comercio exterior.

La promesa pública, anunciada incluso por Prat Gay, del “aporte” de las cerealeras de 10 mil millones de dólares a las alicaídas arcas del BCRA fue en ese sentido. El adelanto de retenciones (mecanismo que ya venían usando durante el kirchnerismo de liquidar al fisco meses antes lo que luego iban a exportar) fue un preanuncio del acuerdo del macrismo con el sector. La pregunta que urge es: ¿Qué reciben las cerealeras a cambio? En los silos parece estar la respuesta.

Como consigna el periodista del diario Clarín Matías Longoni, al revisar las planillas de compras, ventas y embarques de cereal difundidas por la web del Ministerio de Agricultura (ahora de Agroindustria) los exportadores mantuvieron en su poder miles de toneladas de granos a la espera de condiciones favorables. Condiciones que a su vez generan con ese mismo acopio presionando sobre la falta de ingreso de divisas que empuja medidas como la devaluación. Guardan, presionan y definen.

Algunos ejemplos sirven para dimensionar el negocio. Según la web del ministerio al 9 de diciembre las exportadoras habían comprado 14,6 millones de toneladas de soja de la cosecha 2014/2015, pero a la misma fecha habían embarcado para exportar alrededor de 11 millones de toneladas. La diferencia, son los 3 millones y medio de toneladas de soja en poder de las multinacionales. Diferencia utilizada como arma de presión sobre el peso y las decisiones económicas argentinas.

En el caso del trigo al 09/12/2015 habían comprado 8,3 Mill Tn de la cosecha 2014/15, contra embarques por 4,07 Mill Tn. En el maíz, a la misma fecha tenían compras registradas por 17,6 Mill Tn, contra embarques por 13,8 Mill Tn.

La ecuación es sencilla. Compraron a los productores cereales barato, con retenciones y con precios en pesos previo a la devaluación, y se preparan para vender con menos retenciones y un mejor precio con respecto al dólar. Un negocio redondo.
Soberanías

Según las definiciones académicas, la soberanía monetaria (lo que en inglés se conoce como monetary sovereignty) es la capacidad que tiene un Estado para decidir y controlar todas las cuestiones relativas al dinero, las operaciones con él relacionadas, la cantidad de éste en circulación, los tipos de interés, el tipo de cambio de la moneda, etc.
En un país dependiente como el nuestro el concepto parece sacado de una película de ciencia ficción y pareciera ser inalcanzable, pero el gran problema no está en las definiciones o los conceptos sino en las consecuencias prácticas que estas políticas tienen.

La dependencia monetaria es un problema que va atado a otros aspectos de la falta de soberanía, como la alimentaria o directamente la económica. No solo no contralamos el comercio exterior y la divisa, sino que no controlamos nuestra producción, y es desde estos sectores asociados a las grandes potencias desde donde no solo se define cuánto vale nuestro peso sino qué producimos, cómo, cuándo y hasta a quién se lo vendemos.

Las exportaciones argentinas de soja en grano subieron el mes pasado un 345% y entre abril y noviembre un 72% frente al mismo período 2014/15. Principalmente se dio por crecimiento de la demanda China que en lo que va de 2015 llegó las 8.572.586 toneladas representando un crecimiento del 47,27% con respecto el 2014.

Más allá del relato industrializador del kirchnerismo antes y del macrismo ahora (con el cambio de nombre de Agricultura a Agroindustria del Ministerio) el país no tiene demasiada injerencia sobre lo que se produce y si China quiere granos sin procesar, eso hacemos y vendemos.

Aquí mientras tanto sufrimos las consecuencias de esos negocios, con una devaluación que recorta los bolsillos de aquellos que perciben ingresos fijos (trabajadores, jubilados, AUH, etc.), pero además con la imposibilidad de atender las urgencias de las grandes mayorías. Porque cuando en política económica se resigna un ingreso, no significa que no existió y no afecta al Estado, sino que no se va a contar con ello para otras necesidades.