Marechal, Scalabrini y el 17 de Octubre

(Jorge Castañeda*) Dos prestigiosos intelectuales argentinos dejaron sus impresiones sobre la legendaria jornada del 17 de Octubre de 1945, cuando el pueblo por primera vez rompió las esclusas de la historia reclamando a viva voz la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón.

Raúl Scalabrini Ortíz –uno de los fundadores de FORJA y autor del “Hombre que está solo y espera”- sorprendido y emocionado por este hecho inédito dejó escritas para la posteridad las siguientes palabras:
“Esa tarde de sol, el pueblo, olvidado y traicionado, se sublevó desde el suelo. El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de breas, grasas y aceites”.

“Llegaban cantando y vociferando, unidos en la imprecación de un solo nombre: Perón. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir. Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando”.

“Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de la Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de la Patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substrato de nueva idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulos. Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón”.

Por su parte, el escritor Leopoldo Marechal –el autor de “Adán Buenosayres”, llamado después “El poeta depuesto”- dejó también su testimonio de esa histórica jornada que partió en dos la historia política del siglo XX en la República Argentina. Cuenta Marechal en la “Jornada del 17 de Octubre” lo siguiente:
“Era muy de mañana, y yo acababa de ponerle a mi mujer una inyección de morfina (sus dolores lo hacían necesario cada tres horas). El coronel Perón había sido traído ya desde Martín García. Mi domicilio era este mismo departamento de calle Rivadavia. De pronto me llegó desde el oeste un rumor como de multitudes que avanzaban gritando y cantando por la calle Rivadavia: el rumor fue creciendo y agigantándose hasta que reconocí primero la música de una canción popular y, enseguida su letra: “Yo te daré/ te daré, Patria hermosa/ te daré una cosa/ una cosa que empieza con P/ Perón”.

“Y aquel “Perón” resonaba periódicamente como un cañonazo. Me vestí apresuradamente, baje a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi, reconocí, y amé los miles de rostros que la integraban, no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina “invisible” que algunos había anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas –dice Leopoldo Marechal- me hice peronista”.

Otros más vieron con distintas ópticas el 17 de Octubre de 1945 y algunos como el joven Darwin Passaponti (el primer mártir del peronismo) que fue asesinado ese día por el odio de los violentos de siempre, no pudo verlo, pero tal vez sí presagiarlo cuando escribió: “Quise cruzar la vida/ como la luz del rayo/ que en el espacio alumbra. / Seguro de no vivir/ más que un instante, / seguro de no morir/ debilitado. –Así, / como el rayo, corto, / breve y soberano”.

Quedarán para siempre más allá de sus detractores encendidas para siempre las antorchas de Octubre:
“Que una nueva alborada nos entregue su mística/ en las viejas aldabas que Lealtad nos descubre/ y que ardan como ayer para siempre en el pueblo/ cual lámparas votivas las antorchas de Octubre. Que nos halle la historia custodiando el mandato/ como en aquella plaza colmada de sus fieles/ y se icen para siempre banderas de justicia/ coronadas las testas de sudor y laureles. Que el ejemplo de Evita palpite en cada pecho/ despertando al unísono su fibra militante/ y nos encuentre unidos por siempre compañeros/ el corazón ardiente y el ojo vigilante. Que el General nos mire en la paz de los justos/ nuevamente su pueblo otra vez sus soldados/ unidos por su heredad como en Plaza de Mayo/ y diga como antes: Son mis descamisados. Que rayos y centellas jamás nos amedrenten/ y en la vieja doctrina descanse el corazón/ como en aquel Octubre perdure para siempre/ el recuerdo de Evita, la Patrias de Perón”.

*Escritor–Valcheta