Tutti frutti. ADN

El gobierno planifica un futuro sin sobresaltos. Todo se imagina como un lecho de rosas y espera que los imprevistos también se puedan superar desde el Estado, ya que gran parte de lo que pueda suceder se soluciona con recursos y éste es un tópico que no presenta problemas, al menos por ahora.
Pero hay una piedra molesta en el zapato, que según por donde camine molesta y que no es fácil superar: el tema frutícola.

La fruticultura conlleva una problemática que en todos los periodos de gobierno genera nerviosismo al gabinete gobernante. Fue, entre otros, un tema que padeció Miguel Pichetto en su derrota electoral, más aún cuando el senador se mantuvo leal y firme al gobierno nacional, y que todos los gobernantes rionegrinos enfrentaron con cortes de rutas y las manos atadas a las políticas cambiarias y de exportación de las administraciones centrales.
La fruta aporta importantes recursos al Estado y también del tesoro nacional y provincial se vuelcan fondos a la actividad, como no sucede con otras actividades. Aportes no reintegrables, créditos del Banco Nación, exenciones impositivas, subsidios, ayuda social y otros beneficios.

Es histórico. El gobierno militar de Río Negro dio paso a la democracia en 1983 con un aporte millonario que hizo el ex ministro de Economía Norberto Blanes a la fruticultura, cumpliendo con un compromiso del gobierno de facto con la corporación frutícola valletana.

Luego la administración de Osvaldo Alvarez Guerrero también se sometió a los reclamos y cedió cuantiosos recursos estatales y así sucesivamente. La ecuación es simple: responsabilidad en Nación, cortes de rutas, cajones de frutas arrojados en las banquinas, tractores desfilando por las distintas ciudades valletanas y el gobierno provincial evitando quedar atrapado en el conflicto.

Siempre la culpa está en otro lado y la foto del ex gobernador Pablo Verani conduciendo un tractor en la ruta 22, al frente de una protesta de chacareros es el mejor testimonio de la lógica de este dilema.

La reconversión frutícola nunca llegó, los jóvenes desertaron de la actividad, hay mayor concentración en pocas manos, las chacras se convierten en barrios privados, no hay precios, los empresarios son remisos a sentarse en la Mesa de Contractualización Frutícola y además ahora se suma la llegada de la explotación hidrocarburíferas, donde resolver la compatibilidad entre ambas actividades será otro gran tema a futuro.

La fruticultura está en crisis y el sector también tiene responsabilidades y no todo se resuelve en el Estado, pero debe de estar presente en una actividad de gran concentración económica en capitales transnacionales donde el ajuste pasa por los eslabones más débiles de la cadena: el chacarero y el trabajador.

Las cámaras empresarias dicen que no hay de rentabilidad y competitividad debido al precio de exportación y los costos de producción, empaque industrialización y conservación, donde el tipo de cambio y los precios externos han variado en una medida muy inferior al crecimiento de los costos.

Por su parte el gobierno rionegrino coincide en el análisis en cuanto a que la baja en los precios de la fruta regional en los mercados internacionales, la pérdida de rentabilidad por los costos internos de la producción, el aumento de costos de la cadena frutícola de peras y manzanas, sumados a las pérdidas por las contingencias climáticas “generarán un balance económico global negativo que superará los U$S 180.000.000 en la temporada 2015”, sostiene un informe oficial publicado hace algunos meses.

De esta manera avala los pedidos de los productores y a la vez toma distancia de una solución “que supera el alcance provincial”.

Weretilneck sabe que el tema es de difícil solución. Lo conoce y su secretario de Fruticultura, Alberto Diomedi, también, porque viene de las chacras.

Hoy desde el gobierno sólo hay diagnóstico. Y superar esta etapa no parece posible, al momento, ya sea por imposibilidad o carencia de proyectos y herramientas. No se puede, no se sabe cómo se soluciona el tema frutícola o no tiene solución.

El gobernador, por un lado mira atentamente el desenlace de la elección nacional para vaticinar que le puede deparar un nuevo rumbo económico y por otro acumula poder político en la provincia para achicar el margen de daño que le puede producir el conflicto de la fruticultura. El reclamo rionegrino ya lo conoce el candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli.

Weretilneck quiere tener a la actividad de su lado y especialmente a los pequeños y medianos productores y con el resto siempre tiene el as en la manga para redefinir la concesión y administración del puerto de San Antonio Este, como piensa hacer con el ente financiero provincial.

Media docena de empresas manejan el negocio de la exportación de peras y manzanas de la provincia. Nadie toca estos intereses.

La suma de votos obtenidos en junio, en los circuitos de actividad frutícola, avalan que no debe descuidar a ese nicho electoral y más aún al chacarero. Proyecta brindar cobertura del Ipross a las familias y atender a los trabajadores con la ART de la empresa de seguros Horizonte.

En ambos casos el balance de ingresos y egresos por servicios prestados será siempre atendido por el tesoro público en tanto que siempre los déficits se cubren con aportes de Economía tanto en la obra social como en la empresa aseguradora.

La presencia del Estado es redituable a la hora de emitir el voto y hoy se plasma en una política de “acompañamiento”. Precisamente el Estado tan duramente criticado por la actividad privada y el sector frutícola como un monstruo macrocefálico siempre está presente en una economía donde se levantan las banderas del liberalismo para las ganancias y las del estatismo en las pérdidas.

En definitiva todo se resuelve a través de la política.