Discutamos el dólar, pero discutamos en serio

(Por Claudio Lozano *) Si una economía tiene sus reservas netas disminuidas; los precios de sus productos de exportación descienden; sus exportaciones caen unos U$S 20.000 millones en cuatro años; su saldo de balanza comercial se reduce a U$S 3.000 millones en el año.

Si además hay vencimientos de deuda pública relevantes en octubre; el dólar como moneda se fortalece en el mundo, nuestros vecinos y socios comerciales devalúan y en el plano doméstico los precios internos suben más que el dólar oficial mientras se expande el déficit fiscal; ¿alguien puede sorprenderse de que existan expectativas de devaluación de la moneda?

Si además esto ocurre en una economía donde sus agentes dominantes se encuentran transnacionalizados, donde no se ha reconstruído (pese al discurso oficial) el patrón monetario y la moneda que actúa como reserva de valor es el dólar (no el peso), y encima en los últimos meses para mantener la “calma chicha cambiaria” el gobierno facilitó un conjunto de bicicletas financieras en pesos, ¿no era razonable que a medida que nos acercáramos a las elecciones la volatilidad cambiaria se agudizara cuando los partícipes de las citadas bicicletas financieras quisieran transformar sus excedentes de pesos a dolares?

La complejidad de la situación planteada no se resuelve diciendo como dice el gobierno nacional que no pasa nada y no van a devaluar (cuando están construyendo las condiciones de una devaluación para después de las elecciones); ni diciendo como dice la oposición conservadora que esto se resuelve con la “confianza” que los mercados alcanzarán en el momento que ellos gobiernen.

Solucionar esto implica un reordenamiento integral de las variables económicas de la Argentina, orientado a modificar su patrón distributivo, la composición de su demanda (más consumo popular y menor consumo superior), terminar con el extractivismo devastador y la armaduría industrial demandante de divisas y organizar una nueva oferta productiva orientada a abastecer las prioridades de la población con el mayor ahorro de divisas posible.

Un rumbo de esta naturaleza exige:
a) Desconocer el fallo Griesa, auditar integralmente la deuda pública para dar de baja aquella que no corresponda pagar, reorganizar los pagos de lo que corresponde afrontar y establecer contribuciones fiscales extraordinarias sobre aquellos capitales que incrementaron la deuda pública, apropiaron beneficios extraordinarios y los fugaron al exterior. Por ende, la discusión no es mantener la reestructuración actual o aceptar el fallo Griesa, la solución en materia de deuda es Auditoría y nueva reestructuración de pagos en función de los objetivos de desarrollo.

b) Establecer un férreo control sobre la oferta de divisas auditando la operatoria de las 30 empresas que definen el ingreso de dólares a la Argentina. La discusión cambiaria no pasa por optar entre un cepo que asfixia la actividad productiva o una devaluación que pulverice nuevamente los ingresos populares. La solución es “controlar la oferta de divisas” para estar en capacidad de administrar el uso de las mismas y estar en posibilidad de fijar el o los valores de tipo de cambio.

c) Reconocer que una política de cambio productiva supone asumir la heterogeneidad y las diferencias de productividad que existen entre los distintos sectores de la economía nacional. Por ende, la discusión devaluación sí o no debe procesarse en otra clave. Se necesitan tipos de cambio efectivos distintos y esto implica combinar la política cambiaria (puede ser necesario más de un valor para el dólar), la política fiscal y la política arancelaria.

d) Asumir que necesitamos una política que remunere adecuadamente el ahorro en pesos y que pueda disponer del ahorro interno para que los bancos privados actuando por cuenta y orden del Banco Central garanticen crédito subsidiado al consumo popular y a la nueva estrategia de cambio productivo.

e) Estimular la demanda popular con una transferencia de recursos del orden de 5% del PBI para construir un Piso de Ingresos y de Derechos para el conjunto de los hogares que establezca que ningún hogar se encuentre bajo la línea de la pobreza.

f) Construir condiciones para un acuerdo social y Mesas de Concertación Sectorial que permitan ordenar el sistema de precios, controlar y evitar maniobras o abusos de posiciones dominantes y orientar los procesos de inversión en cada cadena de productos.

g) Promover un Pacto Fiscal fundado en la coordinación Nación – Provincias; una drástica reforma impositiva de fuerte sesgo progresivo que incluya la restitución de las contribuciones patronales para las grandes empresas; la reforma integral de Ganancias y Bienes Personales y la captura específica de las rentas extraordinarias asociadas a la explotación de los recursos naturales y al funcionamiento de los mercados oligopólicos; la reorganización en profundidad del Gasto y de los regímenes de promoción y subsidios.

Argentina necesita combinar una intervención de coyuntura articulada con una reforma estructural que permita transitar del esquema actual a uno nuevo permitiéndonos remover los obstáculos a nuestro desarrollo. Argentina no puede resolver su situación con un plan antiinflacionario de carácter coyuntural.

El problema argentino es que su sistema político está subordinado vía corrupción a una comunidad de negocios cuya lógica consiste en apropiar ganancias extraordinarias y no invertir en la cuantía y en la dirección que nuestro país necesita. Es esta cuestión la que está en la base de los permanentes límites que exhibe nuestro país y que lo hacen volver una y otra vez a situaciones de endeudamiento y ajuste. Es este vínculo perverso de corrupción entre política y negocios el que facilita las condiciones para que actividades ilícitas y multimillonarias como el narcotráfico, la trata y el tráfico de armas puedan avanzar en nuestro país.

Lo que pasa hoy con el dólar es lo único que podía pasar. Hay que discutir en serio si queremos defender el futuro de la Argentina.

* Diputado Nacional de la CTA. Presidente del Bloque de Unidad Popular (UP)