Mantener la pureza exige no mezclar

Buenos Aires (Felipe Deslarmes. Miradas al Sur).- El macrismo endurece su postura; intransigente, como quien sabe que es el dueño del reloj. Niega espacios a quienes no sean “puro PRO”, aunque eso lo aleje del reaseguro de llegar al ballottage.

El PRO logró que un partido centenario como el radicalismo le cediera su estructura sin siquiera negociar ni exigir mínimas condiciones. Triste y solitario final para una UCR padeciente de una dirigencia que apenas si puede mantenerse en pie en el resbaloso verdín de la crítica mediática. La estrategia del macrismo fue avanzando en apuntar al nicho opositor al kirchnerismo, y a todo lo que representa, lo que incluye el valor de la recuperación de la política.

Luego de lograr que la conducción de la UCR fuera al pie del PRO (quedará para otro momento analizar la distancia con las bases, la pérdida del debate y la democracia interna de la UCR), al PRO le restaba esperar a Sergio Massa.

Para eso, la estrategia se regía en erigirse como la única fuerza ciento por ciento opositora al kirchnerismo, reforzando la idea de purismo, y elevar aún más las banderas de “lo nuevo”, “el cambio” y del “no estamos contaminados con la vieja política populista y clientelar”, discurso repetido también en todas derechas latinoamericanas.

La caída libre de Sergio Massa registrada desde fin del año pasado facilitó que el círculo rojo se decidiera a brindar su apoyo al PRO. En este escenario de polarización, a Macri sólo le quedaba ver desangrarse a Massa, en vivo y por TV. Parte de su electorado verá en el PRO la única posibilidad de canalizar su repulsión nac&pop.

El titiritero. Si existe un hacedor indiscutido de la estrategia (in)comunicacional del macrismo es Durán Barba, que siempre tuvo claro que así como se puede promocionar comida chatarra y vender millones, hacía falta crear un nicho de votantes y hacerlo crecer. Una regla básica de la publicidad confía en que se puede inocular una necesidad en el consumidor, o al menos condicionar su respuesta con una multiplicidad de estímulos. En su libro El arte de ganar, apelando a un juego de palabras, Durán Barba lanza: “El reality show venció al show de la realidad”.

Tal vez (y sólo tal vez) cuando se notan los hilos, el truco pierde su atractivo. Si fuera así, tal vez se pueda prestar atención al contraste entre publicidad y gestión donde se revela el territorio del doble discurso. Y lejos de considerar al PRO como coherente (que es una virtud) pueda identificarse, por ejemplo, que “lo nuevo” es negarse a urbanizar las villas (una actitud típica del populismo), mientras se las llena de punteros propios que accionan el clientelismo (propio de la vieja política). Y Durán Barba sabe bien de qué se trata aquello de confundir al “consumidor” y es capaz de lanzar que “es falso que se pueda fabricar un candidato” justamente en un libro donde brinda detalles de cómo asesorar y combatir candidatos “frente a los acontecimientos que provoquemos en la campaña”.

La persistencia a Macri le dio resultados. Su estrategia refuerza su carácter y personalidad, algo que no muchos dirigentes pueden ostentar; y desliza más la decisión de perder sosteniendo los propios estandartes antes que la voluntad de ceder para ganar.