A dónde mirar

Buenos Aires (Horacio Rovelli- Miradas al Sur).- Inversión y cadenas de valor. El papel del Estado como agente orientador, clave en el desarrollo de cadenas productivas con segmentos de alto valor agregado.

Como sociedad debemos ser conscientes de nuestras propias limitaciones y a la vez, proponernos metas posibles pero de manera tal que encadenadas nos lleven a los grandes objetivos, que en economía no es otro que el desarrollo sustentable.

El futuro de por sí es incierto, pero debemos prepararnos para ello con la necesaria comprensión del pasado y del presente. El nuestro es un país de un poco más de 40 millones de personas, que supo tener cierto grado de industrialización y de integración, conducido por una burguesía que no se animó a ser un país industrial en serio y que prefirió fugar gran parte del excedente producido a los paraísos financieros internacionales, que no supo confiar en su capacidad emprendedora, que temió la competencia desigual de los países centrales primero, y luego se le agregó el recelo al este asiático y a todo lugar donde se produjeran bienes y servicios con capacidad innovadora, cuando no debería haber sido así, la división electrónica de FATE (empresa nacional del grupo Madanes a la que estaba asociada José Ber Gelbard) producía a fines de la década de 1960 la máquina de calcular Cifra, mientras Corea del Sur elaboraba cestitas para los turistas.

Si a esa característica propia de nuestra clase dirigente le sumamos la alta rentabilidad de la llanura pampeana, el resultado (para ellos) no podía (ni puede) ser otro que el de extraer la mayor renta posible y generar un sistema productivo y distributivo para pocos, donde no hay un destino social que nos abarque a todos, de allí que en el pasado inmediato (y quieren repetir ahora tras los gobiernos kirchneristas) se ataron al furgón del capitalismo financiero, al sobreendeudamiento, a la sustitución de la producción local por las importaciones de todo tipo, a la maximización de la tasa de ganancia con una contrapartida muy menor de inversión, al pago de deudas con valiosos activos públicos ena–jenados a precio vil, al negocio rápido y sin futuro, pero empujando a la desesperación y a la pobreza a amplias capas de nuestra población.

A esa burguesía no se le puede pedir nada, si disciplinarla y hacerla responsable socialmente de los recursos que utiliza. John Maynard Keynes en su libro “La Teoría General…” afirma: “Los empresarios son solo tolerables mientras que sus ganancias guardan relación con lo que sus actividades contribuyen a la sociedad”, y es más, como partía de que esperaba de ellos un natural egoísmo y falta de grandeza, sostenía que solo el Estado podía pensar en el bien común y en el futuro, para lo cual impulsaba los dos componentes de la Demanda Agregada, el Consumo global y la Inversión, pero de tal manera que: “Al mismo tiempo que procuraría una tasa de inversión controlada socialmente con vista a la baja progresiva de la eficiencia marginal del capital, abogaría por toda clase de medidas para aumentar la propensión a consumir, porque es improbable que pueda sostenerse la ocupación plena, con la propensión marginal existente, sea lo que fuera lo que hiciéramos respecto a la inversión. Cabe, por tanto, que ambas políticas funcionen juntas – promover la inversión y al mismo tiempo, el consumo, no simplemente hasta el nivel que correspondería al aumento de la inversión con la propensión existente del consumo, sino a una altura todavía mayor”.

Por supuesto que si abrimos el modelo keynesiano al sector externo veremos que el impulso del Consumo sobre la Inversión (el multiplicador keynesiano), hace que en nuestro país, por la burguesía rentista que tenemos, no conforme un círculo completo de incremento de la inversión, sino que, fruto de la concentración económica y de poder de mercado de grandes corporaciones nacionales y multinacionales que operan en y con el país, una parte importante sale del circuito (fuga de capitales, sobre precios de las importaciones, sustitución de producción local por compras en el extranjero por política de la empresa trasnacional, etc.), con lo que sistemáticamente la oferta es menor que la demanda, como el Estado para no frenar el nivel de actividad sigue estimulando el Consumo, se genera un proceso inflacionario.

Ese camino de fracaso recorrido parcialmente desde 1955, pero plenamente desde el “rodrigazo” y la dictadura militar, impuesto en el plan austral y en de convertibilidad, nos llevó a la implosión del año 2001, una minoría de ricos en un país pobre y devastado. Cuando uno ve lo que se hizo desde allí, poner a un país en pie, alcanzando una tasa de crecimiento económico entre 2003 y 2014 de 5,7 por ciento promedio, que la tasa de inversión fue del 19,8 por ciento del PBI en 2014, 5,5 puntos porcentuales por encima de lo registrado en 2003, y que a diferencia de otros períodos históricos, ese crecimiento se da en un contexto de suba de las exportaciones y de equilibrio en el frente externo que permitió acumular importantes reservas internacionales, política a la que se suma a una inteligente estrategia de canje de la deuda de los años 2005 y 2010 que logra desendeudar al país para que la deuda externa privada y a organismos financieros sea del 18 por ciento del PIB en la actualidad.

Con el kirchnerismo el Estado, con sus avances y sus retrocesos, en planes no totalmente cumplidos, logra tener una visión estratégica nacional de mediano y largo plazo que debe servir de marco orientador de hacia dónde se puede mirar, donde está el horizonte que nos planteamos.

Sabemos que la producción incorpora y combina el conocimiento técnico, impulsando el crecimiento económico con ampliación del consumo, que se basa en una relación positiva de poder adquisitivo de la población y mayor producción, elevando la productividad. Esa relación óptima de crecimiento económico se llama Desarrollo (crecimiento con equidad en el esfuerzo, con su correlativa distribución del ingreso), y si ese desarrollo se logra respetando y preservando el medio ambiente se trata de un Desarrollo Sustentable.

Celso Furtado en su libro “Desarrollo y Subdesarrollo” plantea: “Cuando la capacidad creativa del hombre se aplica al descubrimiento de sus potencialidades y al empeño de enriquecer el universo, se produce lo que llamamos Desarrollo. El Desarrollo solo aparece cuando la acumulación conduce a la creación de valores que se esparcen en la colectividad. La teoría del Desarrollo alude a dos procesos de creatividad. El primero tiene que ver con la técnica, con el empeño del hombre por dotarse de instrumentos, por ampliar su capacidad de acción. El segundo se refiere al significado de la actividad humana, a los valores con los que el hombre enriquece su patrimonio existencial”.

Es cierto que estamos ante una sociedad y un mundo cada vez más complejo, donde el elevado nivel técnico alcanzado en un sinfín de sectores por los países más desarrollados primero, y ahora por los llamados emergentes de fuerte tasa de crecimiento, hace mucho más difícil encontrar el rumbo dado que en promedio nuestro país tiene un nivel de productividad inferior a los nombrados. Pero eso no es ápice para que no se emprenda la tarea de especialización vertical en la que podemos estar capacitados (capacidad potencial) en el marco de un horizonte de planificación productiva por grandes corporaciones y grandes Estados-naciones como es el caso de China.

Se debe ver el carácter sistémico de la competitividad, que incluye toda una red de vinculaciones entre los agentes productivos y la infraestructura física y educacional, en donde se torna fundamental la formación de recursos humanos como fórmula decisiva para la transformación productiva a mediano y largo plazo, junto con políticas tecnológicas activas que permitan la superación técnica. La industria permanece como eje de la transformación productiva, pero debe articularse con la actividad primaria y de servicios conformando cadenas productivas que incluyan al menos un segmento de alto valor, que a su vez está dado por el nivel de conocimiento técnico y científico en la producción.

Para alcanzar niveles de mejoramiento y profundización de la ciencia y la técnica aplicada al proceso productivo se debe amalgamar la actividad pública y la privada, el plano nacional y el internacional en una cadena de valor que plantee como redituable desarrollarlo en nuestro país.

El problema del sistema económico imperante es que el avance de la ciencia y de la técnica se subordina a la tasa de ganancia, que nos obliga a formar parte de la cadena de valor internacional, que los grados de intervención de los Estados no desarrollados son cada vez menores, en un marco en que dichos avances reemplazan horas hombres de trabajo, lo que nos obliga a replantearnos permanentemente la estrategia a seguir, pero con una cosa cierta, la riqueza se genera con producción, y la producción con un trabajo cada vez más calificado.

El mismo avance de la ciencia y la técnica aplicada en el proceso productivo genera cadenas de valor en determinados lugares, pero desocupación y marginalidad en otros; una de las grandes cuestiones a resolver va a ser la creación de fuentes de trabajo genuina, para ese mundo debemos prepararnos, y para ello debemos tomar consciencia y participación, que planifiquemos nosotros y no que otros planifiquen que espacio nos dejan, si es que nos lo dejan.

Horacio Rovelli Economista – UBA