No hay fin de ciclo: Hay un ciclo que recién comienza ● Susana Dieguez

Todo opositor que se precie de serlo necesita de la reciente pero ya gastada muletilla del “fin del ciclo”, aunque no sea una idea propia, sino una reproducción del guión que sus medios patrocinantes le determinan constantemente. Referirse a este latiguillo resulta absurdo, teniendo en cuenta que todo lo instaurado durante la última década es un principio ordenador que sirve como inicio de una transformación más profunda.

No obstante, la recurrente utilización de la metáfora funciona como estímulo retroalimentador en nuestra oposición tan diversa, que mientras se relame señalando el fin de una etapa convive, muy a su pesar, dentro de un sistema político que instauró una dinámica social inclusiva y difícil de ser desandada. Ahí el contrasentido.

Los derechos y logros obtenidos durante el kirchnerismo han abierto un proceso de cambio con una fuerte presencia del Estado, regulando en favor de una redistribución más equitativa: la Asignación Universal por Hijo, la Movilidad Previsional, la jubilación para las amas de casa, la reforma de la Suprema Corte de Justicia, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el desendeudamiento con el FMI, la recuperación de Aerolíneas Argentinas, YPF y el Correo Argentino, la eliminación de las AFJP, la Ley de Identidad de Género, la postura del Ejecutivo hacia los fondos buitres, etc.

Las políticas implementadas durante estos años han puesto en marcha un Proyecto que nos devolvió soberanía y nos permitió desnaturalizar aquella visión noventista de reducción del gasto público y achique del Estado (en favor del mercado). En estos años, asumimos el desafío de volver a nuestras raíces, a una identidad que nos acerca, que nos reafirma y legitima dentro de la Patria Grande.

No nos engañemos entonces, con candidatos diseñados, sonrientes y lavados y defendamos nuestras conquistas. No compremos a los bendecidos por el multimedio, cuando hemos luchado por una Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual; no vayamos por el cliché de la puerta giratoria de los delincuentes promoviendo la demagogia punitiva, cuando nuestras políticas ponen el acento en una solución multidisciplinaria; no demos lugar a los representantes del establishment, cuando hemos presentado un proyecto para acabar con la corporación judicial; no reproduzcamos la experiencia de aquella Alianza, la de De La Rúa y Cavallo, la del blindaje y el megacanje, negocios para terceros que terminó saldando el actual gobierno nacional; no demos lugar al incentivo de la educación privada, con un pensamiento tecnocrático, con políticas de ajuste, cuando defendimos la escuela pública, destinando el 6,4% del PBI a educación.

Los grandes movimientos políticos fueron históricamente amplios y han cobijado un abanico bien heterogéneo. El kirchnerismo -independientemente de su matriz peronista- desembarcó con una impronta desafiante, firme, irrumpiendo en la retórica mesurada de los gobiernos anteriores, dejando de rendirle pleitesía al poder económico, con acciones categóricas, incapaces de confundir a propios ni a ajenos. Estas prácticas son las que profundizan, reinventan y continúan el Proyecto dentro del cual militamos. Hay algunos que, en cambio, abrazaban este Proyecto y ahora se sienten ajenos, cruzan de vereda y se acomodan en las antípodas de lo que el kirchnerismo representa. Allá ellos, en su búsqueda de volver al pasado. No hay fin de ciclo: hay un ciclo que recién comienza.

Susana Dieguez

Leg. provincial