A 40 años del derrocamiento de Allende ● ADN

En medio del humo que impedía respirar el Presidente dijo “ya es hora de rendirse y salir. Nadie le preguntó si él lo haría. Lo dieron por sobrentendido…dicen que le preguntaron, mientras él revisaba la fila de sus funcionarios y allegados, ¿y usted Presidente? Y el habría contestado “al final, al final” La fila de civiles indefensos salió por la puerta de Morandé 80, de la Casa de la Moneda, que era bombardeada por aviones militares Pinochetistas.

En medio de la confusión y los disparos, del humo y de los gritos, nadie vio al Presidente, nadie lo vio sentarse en el sofá de terciopelo rojo y tomar la metralleta. El detective David Garrido dice que lo escuchó gritar “¡Allende no se rinde!”. El doctor Patricio Guijón –su médico personal- dice que volteó la cabeza y vio que el cuerpo del Presidente se movía en un espasmo vertical. Nadie escuchó los disparos.

El Presidente ha muerto…la frase se fue repitiendo en trágica cascada escaleras abajo, mientras los prisioneros de La Moneda iniciaban un recorrido que llevaría a la mayor parte de ellos a la muerte.

Este relato corresponde al libro de la periodista Patricia Verdugo, titulado “Salvador Allende. Cómo la Casa Blanca provocó su muerte”, editado por la editorial El Ateneo.

La periodista chilena analiza los documentos secretos desclasificados de la CIA y revela la participación de la administración Nixon, de Henry Kissinger y de las oficinas de  inteligencia de los Estados Unidos en el golpe del 11 de septiembre de 1973, que terminó con la democracia en Chile y la vida del presidente Salvador Allende Gossens.

Así se inició en el vecino país una larga noche de muerte, persecución, cárceles y destierros, bajo la dictadura de Augusto José Ramón Pinochet Ugarte.

Se cumplen 40 años de aquel luctuoso suceso para la vida democrática de América Latina donde una vez más la participación de Norteamérica, y su doctrina de la Seguridad Nacional, con la ayuda de militares, empresarios y civiles chilenos, frustraron un proceso democrático votado por el pueblo.

Relata este libro que el general Javier Palacios, que tenía a la vista el cadáver de Salvador Allende, se comunicó por radio con el almirante Patricio Carvajal. “Misión cumplida. La moneda tomada. Presidente muerto”, dijo en tres lacónicas oraciones.

El almirante Carvajal empleó el idioma inglés para avisar por radio, a los otros jefes del golpe, que el Presidente estaba muerto: “they say that Allende comitted suicide andis dead now”.

Quizás ni fue casual y el almirante sabía que estaban a la escucha en la estación de la CIA, facilitando así la comunicación de tan importante noticias. Quizás…

“Podemos dar por hecho que lo supieron Nixon y Kissinger antes que el resto de los chilenos….” Cuenta Patricia Verdugo.

Vale la pena mencionar -al recordar este nuevo aniversario del golpe de Estado en Chile- a la participación de las multinacionales y empresarios periodísticos en apoyo al levantamiento militar.

Este trabajo de investigación periodística cuenta que a sólo 10 días de la elección donde triunfa Salvador Allende, “el presidente de la Pepsi-Cola, Donald M. Kendall se apersonó en la Casa Blanca y le pidió al presidente Richard Nixon, quien había sido abogado de la Pepsi-Cola, que le concediera una urgente audiencia a un chileno amigo y socio suyo: Agustín Edwards, propietario de (el diario) El Mercurio…se repitió entonces una escena sobradamente conocida en América Latina. El magnate Kendall representó, en este episodio, el poder de las empresas trasnacionales buscando torcer a su favor la historia, sin importar los costos humanos y asociándose para ello con los empresarios locales ultraconservadores”.

Relata Patricia Verdugo que los archivos desclasificados revelan que Nixon dijo a su gabinete que había decidido “hacer todo lo posible para dañar a Allende y hacerlo caer”. Lo dijo cuando Allende llevaba dos días en el gobierno. A los cinco días, el 9 de noviembre de 1970, Henry Kissinger repartió el Memorándum de Decisión Nº 93. Subjet: Policy Howard Chile. Top Secret/Sensitive/eyes Orly.

El 17 de noviembre Kissinger presentó un nuevo informe donde delineó los cinco puntos clave de la guerra “encubierta” contra el presidente Salvador Allende: 1) acción política para dividir y debilitar la coalición Allende 2) mantener y ampliar contactos con militares chilenos 3) ofrecer apoyo a grupos y partidos políticos opositores no marxistas 4) ayudar a ciertos periódicos y utilizar otros medios de comunicación en Chile que puedan criticar al gobierno de Allende y 5) utilizar medios de comunicación seleccionados (en América Latina, Europa y otras partes) para destacar la subversión del proceso democrático de parte de Allende y la intervención de Cuba y la Unión Soviética en Chile.

Un informe elaborado por la Comisión Church, del senado de los Estados Unidos, reveló los montos derivados por la CIA y el gobierno de Nixon para apoyar a los opositores chilenos, empresarios y financiar la huelga de camioneros.

Dice en una de sus partes que “La CIA gastó más de un millón y medio de dólares para apoyar a El Mercurio, el principal diario del país y el más importante canal de propaganda en contra de Allende. De acuerdo con los documentos de la CIA estos esfuerzos tuvieron un rol significativo en la creación de las condiciones para el golpe militar”.

“Allende no se rinde!”, no es una frase casual. Sus tatarabuelos Allende Garcés fueron guerrilleros que lucharon contra los españoles, uno con Bernardo de O’ Higgins y el otro en los Húsares de la Muerte de Manuel Rodríguez. Su bisabuelo Vicente Padín, colaboró como médico en la Guerra del Pacífico. Su padre, en la Guerra Civil de 1891 luchó como teniente artillero y su tío Arsenio Gossens, murió fusilado.

En la zaga familiar es notable la figura de su abuelo el doctor Allende Padín, Serenísimo Gran Maestre de la masonería chilena, quien fue pionero en la salud pública. Luchó por separar la Iglesia Católica del Estado y promovió la educación y los cementerios laicos. Se había ganado el apelativo de “el rojo” y respondió al ese calificativo al señalar que “estaré siempre de pie en toda cuestión que envuelva adelanto y mejoramiento del pueblo”.

Un siglo después de aquellas palabras, el nieto de “el rojo”, Salvador Allende moría en el Palacio de La Moneda en señal de lealtad al pueblo chileno que lo había ungido presidente de la República.

(Del libro “Salvador Allende. Cómo la Casa Blanca provocó su muerte”, de  la periodista Patricia Verdugo).