El sueño del Partido Único de Gobierno ● Claudia Beltramino

El kirchnerismo se encuentra a las puertas de cumplir el sueño peronista del Partido Único de Gobierno.

Como el PRI gobernando México durante más de 70 años, con algún intervalo y su vuelta con inusitada fortaleza de la mano de un dirigente producido en el laboratorio de la política profesional. Enrique Peña Nieto, una versión pasteurizada de la oferta autoritaria del histórico partido. (Y con jopo de actor de telenovela y en la vida real, mágicamente casado con una famosa actriz de culebrón latino, después de quedar viudo en extrañas circunstancias).

El histórico bipartidismo argentino que muchas veces usó de una tercera fuerza, no ya para que ganara una elección sino para que fungiera de válvula de escape de la olla a presión que provoca el apasionado devenir de la cuestión pública, desde el escrutinio ayer en provincia de Buenos Aires, busca nicho en cualquier cementerio.

La sumatoria de los votos de Sergio Massa y de Martín Insaurralde, alcanzando un 65 % de los votos del territorio que agrupa a un 38% de los electores es la demostración más palmaria del logro kirchnerista que acaba de convertir al PJ en el PRI nuestro de las próximas décadas.

El peronismo se autoabastece. Ya no necesita siquiera de una Némesis (aunque no todo sean diferencias entre ambas representaciones partidaria).

Esta descripción puede ser acertada pero no libera de compromiso a los ciudadanos que sin ingenuidad han optado por encerrarse en un excluyente universo peronista.

Menos aún releva de responsabilidad a la UCR y sus dirigentes, los que en los distritos más importantes, después del triunfo del 83’ de la mano de Raúl Alfonsín, apostaron al amable refugio del 12 % de los votos para obtener a cambio unas pocas bancas que les permitieran declamar frente a la prensa, alguna cita testimonial. Si la cita es de Alem, mejor.

El resultado obtenido por Ricardo Gil Lavedra, radical de la Ciudad Autónoma y óptimo representante del “establisment” radical, detrás de Néstor Pitrola, un razonable dirigente de la izquierda ortodoxa y bien insertada en las modernas redes sociales, habla por si mismo.

La fortaleza de ese radicalismo engolado que termina entregándole el bipartidismo al sueño del Partido Único que desde siempre acarició el peronismo, se refleja, paradójicamente, en el triunfo, ayer, de radicales sin buena llegada al comité de la calle Alsina, por caso el mendocino Cleto Cobos o bien el santacruceño Eduardo Costa.

Los “gordos” del establishment radical nacional apuestan a candidatos como el rionegrino Fernando Chironi que en la interna de ayer, en su propia ciudad, salió 3º y en el Alto Valle rionegrino obtuvo el beneficio de los votos del senador Pablo Verani, el ex titular de la UCR rionegrina en tiempos de Koncertación, cuando Chironi prohijó y estimuló la intervención partidaria.

El resultado de ayer en provincia de Buenos Aires, además de legitimar para los tiempos y con la colaboración de radicales y ex radicales, el modelo de Partido Único de Gobierno, también cercenó el sueño de una “Cristina eterna”.

Una redistribución del mapa del poder político argentino tiene su consecuencia rionegrina y es el 2015 la única alternativa para el jefe de bloque de senadores del FpV.

Miguel Pichetto está ahora, condenado a jugar por la gobernación rionegrina en tanto no le queda ningún margen en un nuevo escenario con el kirchnerista amable Sergio Massa.

La contienda rionegrina estará entre la oferta peronista de los hijos de Carlos Soria y la del senador Miguel Pichetto.

En ese esquema, el gobernador Alberto Weretilneck o el vicegobernador Carlos Peralta y todas las fuerzas que ambos pudieran representar, solo pueden conformarse con ser el “coro de ángeles” de la verdadera disputa que se centrará entre Martín Soria y Miguel Pichetto.

El radicalismo elige el próximo 27 de octubre, si entregar Río Negro al modelo del Partido Único de Gobierno o si resuelve encolumnarse detrás de una recuperación.

Con igual atención, la UCR de Río Negro deberá entender que si no renueva sus cuadros, podrá mantener una banca en el Senado, pero habrá cedido su protagonismo para las siguientes décadas.

Claudia Beltramino