Algunas reflexiones sobre un tal José ● Hugo Lastra

De chicos aprendimos con fuerza de ley que esa figura enorme, inmaculada, puesta en cada plaza, hecha en bronce y montada a caballo con su brazo derecho extendido señalando Lima, era el “Padre de la Patria”.

Los peronistas descubrimos en nuestros propios cimientos que era mucho más que una lección, llena de frases prefabricadas, aprendidas en el primario.

El Movimiento Nacional nos impartió desde un fundamento político, que el país querido se recitaba con “San Martín, Rosas, Perón”.

Es más.

1950, en pleno inicio del Peronismo como el fenómeno político más grande de Latinoamerica del siglo XX, fue “el año del Libertador”.

Y entonces nos sorprendimos con el hombre, el estratega, el político, el estadista.

Así supimos que, como Nación soberana, se “es libre y lo demás no importa nada”.

Así descubrimos que, en el maravilloso fin de defender lo nuestro, habrá que “andar en pelotas como nuestros hermanos, los indios”.

Así entendimos que, como lo planteó junto a Bolívar, no habrá pueblos libres en el continente sin un continente unido.

Un peronista entiende al peronismo desde sus fibras.

Un peronista, necesariamente, es sanmartiniano.

Lo es porque como él sabe que un pueblo se moviliza tras un proyecto de Nación cuando fortalece la Educación; defiende la Industria Nacional; genera la Obra Pública y respeta su interculturalidad.

Contrariando a los agoreros de siempre, la premisa de “una Patria Políticamente Libre, Socialmente Justa y Económicamente Soberana” nos viene a los peronistas desde Moreno, Belgrano, Castelli, Monteagudo y, particularmente, desde San Martín.

Es más, pienso siempre que tal vez Perón y Evita no hubiesen llegado sin un San Martín.

Incluso, desde las coincidencias.

Como Eva sufrió insultos y destrato. Era para la clase dominante de Buenos Aires “el Cholo de las misiones”, como ella “esa”, “la Perona”.

Como Perón sufrió la bronca de sus pares militares, las acusaciones de dictador, las campañas de desprestigio y la propaganda nefasta de supuestos abusos con el sexo opuesto.

Como Perón, San Martín también vivió el exilio.

Pero, aún todo ello, en él están las bases.

En él, el ejemplo.