Bombardeo a Plaza de Mayo: el inicio del horror ●Silvina García Larraburu

En apenas unos minutos, aviones de guerra tripulados y comandados por las fuerzas armadas, bombardearon Plaza de Mayo asesinando a más de 300 argentinos e hiriendo a varios centenares. El 16 de junio de 1955, no fue una fecha trágica del justicialismo únicamente, sino el día en el cual se inició la escalada de violencia política e institucional en el país, que iba a perdurar por casi tres décadas; encontrando en la dictadura genocida de Videla, Massera y Agosti, su forma más acabada y sofisticada de exterminio.

El criminal bombardeo constituyó la antesala del golpe de Estado que tres meses más tarde encabezó la revolución fusiladora, con Aramburu a la cabeza. Tal como lo habían anunciado en junio del 55´, las fuerzas armadas reordenaron sus objetivos militares y de posibles enemigos externos, pasaron a encontrar en cada disidente, un enemigo interno a disciplinar y aniquilar. Los cientos de civiles asesinados a sangre fría, aquél 16 de junio, constituyen las primeras víctimas del terror impuesto por las fuerzas armadas en buena parte del siglo XX.
Pero si queremos realizar un análisis serio de nuestra historia reciente, debemos desterrar la idea que asocia a los militares argentinos a un grupo de locos asesinos, que actuaron en cada golpe de Estado por su cuenta, motivados por interese sectarios. Esta institución es el brazo armado de la sociedad y preserva sus intereses. Pero desde el bombardeo hasta el retorno definitivo de la democracia, en lugar de responder al interés general y mayoritario que detenta el poder ejecutivo de la Nación, como representante de la voluntad popular manifestada en elecciones democráticas; las fuerzas armadas estuvieron dirigidas por un sector minoritario –pero poderoso- de nuestra sociedad.

Fue la elite económica dominante del país, la que utilizó la violencia militar en su propio beneficio. Necesitaron recurrir a la fuerza del fusil, para lograr aquello que las urnas le negaban. Se debía eliminar cualquier posibilidad de organización popular, para imponer la estratificación del mercado. De esta manera, lograron colocar al Estado Nacional en clara oposición a las grandes mayorías.

En esta fecha, quisiera conmemorar a todos los argentinos y argentinas que perdieron su vida aquél sangriento 16 de junio. Sabiendo que sólo gracias a la memoria, es posible construir un país distinto, en donde el Estado sea el fiel representante de la voluntad general. En eso estamos.

 

Silvina García Larraburu,
Diputada Nacional.