Partido y Gobierno

(ADN). – Los partidos políticos –que dan legitimidad a la democracia- perdieron su esencia, contradicen sus propios orígenes y de esta manera, quizás inconscientes, colaboran en vulnerar al sistema.

No hay formación de dirigentes y discusión política interna. En nuestra provincia las unidades básicas y los comités están cerrados, al igual que otros locales partidarios, aún en el caso del PRO y la CC-ARI, que con escaso desarrollo territorial prescinden de estas actividades y actúan en espejo con el orden partidario central. El peronismo y el radicalismo tienen ventajas –aun así JSRN- porque en cada pueblo siempre hay una casa donde se calienta una pava para tomar mates y hablar de política.

No hay afiliaciones, nadie siente necesidad de pertenencia, un sentimiento ayudado por las defraudaciones de la propia política. Cuando se convoca a los máximos organismos partidarios –sean congresos o convenciones- previamente se cuentan “los porotos” para conocer el apoyo con que cuentan los oficialismo. Si hay peligro, se suspenden.

Los partidos son sólo herramientas electorales, o sea que funcionan previo y pos los comicios. Se abren los locales, se reparten boletas para sufragar y se suman aquellos que visualizan ocupar cargos en el gobierno. Son personas jurídicas que reciben una contribución económica y que se constituyen con la adhesión de un número de electores no inferior al cuatro por mil (4‰) del total de los inscritos en el registro de electores del distrito correspondiente.

Los partidos no pueden escapar al clima de época. Byung Chul Han, filósofo coreano habla de la psicopolítica, como una técnica de poder del capitalismo neoliberal que apunta a la psiquis. Un sistema que “usa la seducción inteligente (Smart) que hace que los hombres se sometan por si mismos al entramado de dominación”, dice Han.

Qué pueden hacer los partidos frente esta teoría. Están lejos de dar solución, además, en un marco de “hipercomunicación, exceso de información, sobreproducción e hiperconsumo”.

Esta lejanía de la realidad no promueve el debate. Hay incapacidad de pensarlo y entonces los partidos se refugian en el único objetivo de llegar al gobierno para soslayar la propia realidad.

Esto pone en debate la conjunción de dos ámbitos: el partido y el gobierno. Una misma matriz y dos roles distintos.

Cuando la cabeza del gobierno está en la misma persona que conduce el partido, no hay tensiones. Es más, todo está al servicio de la función pública. Por ejemplo, en Río Negro, seguramente todos recodaremos a los gobernadores, pero no a los presidentes de cada partido o alianza que gobernó. Lo mismo sucede en el orden nacional. Alberto Fernández se propone hoy conducir el PJ, casi con unánime apoyo, desde el llano sin su actual investidura, sería distinto.

Si bien el partido confecciona la plataforma electoral, una vez que gobierna, gana el pragmatismo y se alejan las propuestas preelectorales, que responden a un concepto ideológico. Es más, una vez que se asume la administración del Estado muchos funcionarios ni siquiera estarán afiliados.

En este escenario se encuentra hoy JSRN, que debe enfrentar las elecciones nacionales de este año con el síndrome “Gatti”.  Lejos de poder pelear una banca con el FdT, el objetivo es ganarle a JxC, pero siente inseguridades. Un síntoma: vale escuchar la sobrevaloración que se hace de Aníbal Tortoriello, precandidato a diputado nacional por el PRO, cuando aún no se resolvió internamente la discusión con la UCR, por esa postulación.

El radicalismo hizo conocer a nivel nacional posiciones más intransigentes ante sus socios de JxC y reclama que el radical que deja una banca debe ser reemplazado por otro correligionario. O sea, que a Matzen la sucederá un candidato radical, o a sí misma. De la resolución de este tema depende la estrategia electoral futura de JSRN, que no tendría que poner en riesgo al gobierno, por un error conceptual del partido.

Esta no es una definición política, es ideológica en cuanto a su posicionamiento respecto del gobierno nacional. Para captar votos “anti”, Juntos puede pararse frente la administración de Alberto Fernández, caminando por un límite muy estrecho y riesgoso.

Qué se impone entonces. ¿Un criterio político-partidario o la gobernabilidad? ¿Se responde a intereses endógenos o exógenos, propios o de todos los rionegrinos?

En este análisis tampoco se puede soslayar qué sucedería en caso de tener una mala performance electoral o por el contario se tiene éxito. ¿Es responsabilidad de JSRN o del Gobierno? Un interrogante que interpela a la identificación de dos puntas de la misma vara.

Se estima que estos planteos y la definición última de la estrategia electoral, será definida en una reunión Partido-Gobierno, donde seguramente habrá lineamientos acordados previamente, para evitar posicionamientos rígidos entre halcones y palomas.

Tres temas excluyentes: el discurso de campaña, visualizar nombres de posibles candidatos y la relación con el gobierno nacional. Este último punto tendrá debates. Alejarse de la Casa Rosa, implica tener claro adonde pararse en el futuro hasta el 2023. Lo contrario es volver al macrismo o a un provincialismo fundamentalista. Tampoco se puede hacer futurología para saber cómo le irá al gobierno de Fernández en la futura composición de la Cámara de Diputados.

Por ahora, el oficialismo rionegrino se inclina (acuerdo mediante) por ser un aliado crítico. Evalúa que para ganar otro escaño no puede pescar en la pecera del FdT y debe desplazar al macrismo. Ofrecerá un diputado propio con capacidad de acuerdos (así funcionan hoy Alberto Weretilneck y Luis Di Giácomo en el Congreso). Esto resta una banca a Juntos por el Cambio.

Sin embargo el discurso que adopte será central: cómo ser crítico sin «bandearse» y quedar en uno de los sitios de la grieta. El Gobierno necesita mantener la buena relación que hoy ostenta con la Casa Rosada. El diseño de la campaña deberá ser cuidado para evitar que la pata peronista no sienta una posición «gorila». Cierto es que a la administración de Alberto Fernández se le pueden marcar errores, pero no sería prudente avanzar sobre apreciaciones ideológicas, indica un sector. Otro, pretende ir «más a fondo». La definición comenzará a tomar cuerpo entre el partido y el gobierno.