La interpretación de la continuidad. ADN

Una vez determinada la idea de armar el partido, el oficialismo piensa en la continuidad. Alberto Weretilneck planteó un partido provincial y anunció un plan de 20 años de desarrollo rionegrino. Esas dos ideas se conjugan en un modelo estatal de reproducción de poder permanente, que se renueva desde adentro.

El ejemplo más cercano es el Movimiento Popular Neuquino, pero no es el único. En ese caso -más allá de la potencia y supremacía de la dinastía Sapag- el partido es un todo y su interna define la elección general. Pasó durante mucho tiempo en algunos municipios bonaerenses, donde el peronismo mantenía el gobierno independientemente de quien era el candidato.

Varios intendentes que se están sumando a Juntos Somos Río Negro consultan en la Casa de Gobierno sobre el futuro. Weretilneck acaba de asumir, pero los mandatos tienen plazos. ¿Buscará la reelección?. Sí. ¿Impulsará una reforma constitucional?. No.

El gobernador tranquiliza a sus interlocutores y asegura que buscará una interpretación jurídica en el Superior Tribunal de Justicia. No es tiempo de referendums. Evo Morales acaba de perder uno, pese a ser el político más influyente en la historia de Bolivia.

Los dirigentes de JSRN saldrán a afiliar para constituir el partido. Imaginan un debut con muchas adhesiones. Ese será su cimiento político para contener a propios y convencer a los que aún dudan. La idea del movimiento seduce a intendentes, concejales y dirigentes de confluir en un espacio sin perder identidad, y quita tensión del proceso nacional.

El gobernador transitará dos años políticos con viento de cola: tendrá un bloque propio amplio en la Legislatura con alta posibilidad de nutrirlo ante cada votación de temas importantes; el radicalismo está en proceso de recontrucción que le llevará más tiempo de lo previsto, fundamentalmente a partir de no poder consumar la alianza con el PRO; el Frente para la Victoria suma tensiones internas fuertes porque cruje a nivel nacional, y sus componentes estén más atentos a situaciones individuales que grupales. Por ahora, sólo Martín Soria demuestra vocación de poder.

Así y todo, Weretilneck debe pensar en la continuidad. En 2017 se juegan escaños en el Congreso de la Nación. El oficialismo quiere tener sus propios diputados, y una victoria de medio término que consolide su racha triunfalista. Eso lo posicionará como favorito para 2019.

Uno de los reclamos que enfrentaba era construir la herramienta burocrática para participar de la democracia liberal: el partido. Y debía hacerlo sin achicar el espacio oficialista. El riesgo era -dicen los que sostienen la teoría- que todo estuviera supeditado a la buena estrella del gobernador. «Sin Weretilneck no hay continuidad», repetían. El desafío es construir una base para que el proyecto tenga continuidad en el tiempo.

El poder hoy está concentrado en Laprida y Belgrano. Weretilneck tiene que sostenerlo hasta el 9 de diciembre de 2019. Los caminos son dos: o logra una interpretación judicial favorable que le permita competir por la reelección, o imponer a su sucesor. Seguramente la consulta al STJ será sobre el filo del fin del mandato por si la respuesta es adversa.

Weretilneck contiene a partir del contundente triunfo del año pasado, del poder estatal y de la proyección de Juntos.

Será, desde lo económico, un año complejo. El gobierno acaba de sortear un escollo complejo y acordó con la UnTER. Habrá clases. Ello abre la puerta de negociación con el resto de los gremios. Habrá posiciones sindicales más duras. ATE tomó la sede del Ministerio de Educación e irá al paro el lunes, por lo que algunos establecimientos no tendrán porteros. Sin embargo, en el gobierno confían en los movimientos de UPCN. Desde el gremio que conduce Juan Carlos Scalesi salieron a garantizar ese servicio.

La pelea entre los gremios estatales es cada vez más dura. ATE reclama con justeza que se lo incluya en la mesa de negociación salarial. Aseguran que de los 22.000 trabajadores algo más de 16 mil no son representados por UPCN. Y la mayoría no tiene filiación sindical.

Pero no todo depende de la administración provincial. Los despidos en la Minera de Sierra Grande y en el sector de la construcción, la crisis en el sector frutícola y portuario tienen soluciones en Buenos Aires. El gobierno hace esfuerzos por llegar a los despachos ministeriales. Pasaron de la antesala a las oficinas, pero por ahora vuelven a Río Negro sin demasiadas definiciones.

El conflicto que se abre en Sierra Grande es grave. El antecedente de privatización de la Minera en épocas de Carlos Menem convirtió a esa ciudad en un pueblo fantasma. El intendente Nelson Iribarren busca aliados en provincia y nación para encontrar una solución y evitar repetir la historia.

Pero como en toda crisis surge una oportunidad. Si el gobierno provincial toma ese modelo, emprenderá más temprano que tarde un proceso de planificación provincial que determine los núcleos de desarrollo de cada región y potencie alternativas a las tradicionales en las economías.

Hay ciudades monoindustria como Sierra Grande. Lo es Viedma, que no logra salir del monopolio estatal y desarrollar una alternativa. El IDEVI no alcanza a despegar, el Parque Industrial sirvió sólo para que las sedes de las empresas se muden del centro, y el Turismo es un espejismo.

En tiempos donde la macroeconomía nacional es desfavorable, la provincia debe potenciar sus recursos. El ministro de Economía, Isaías Kremer, adelantó que el impacto de la quita de retenciones, la suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y otras medidas del gobierno nacional, atentan contra las arcas provinciales porque son impuestos coparticipables.

Ninguna mejora significa el acuerdo entre el PRO y el Frente Renovador para devolverle a las provincias el 15% de coparticipación en cinco años. Y la tarea de seducción del macrismo sobre el peronismo para lograr los votos y eliminar la Ley Cerrojo y de Pago Soberano, ponen a disposición de los fondos buitre 15.000 millones de dólares que no tendrán destino interno.

La semana que viene, Weretilneck inaugurará las sesiones ordinarias de la Legislatura. Quizás, en su discurso, haya algún indicio de cómo el Gobierno se prepara para afrontar este complejo 2016.