Costo de oportunidad

Buenos Aires (Miradas al Sur-Horacio Rovelli. Economista. Prof. UBA).- La economía y la sociedad argentina son complejas, cuentan con una mano de obra medianamente disciplinada, con un buen nivel de conocimiento promedio y con capacidad de que sea aún mayor, en la Pampa Húmeda con la tierra más fértil del mundo y, sin embargo, la tasa de inversión (que es la parte del excedente físico de producción que se emplea en aumentar la capacidad de producir) pese a que ha crecido significativamente hasta el año 2013, para descender el año pasado, no logra superar el 22% del PBI, cuando debe ser un 30% mayor para asegurar que se generen más bienes y servicios.

Además de ser significativamente menor a la necesaria, la inversión ha sido deficiente en sustituir importaciones y en incrementar el valor agregado (trabajo y trabajo técnico) de las exportaciones.

Teóricamente, la expansión de la demanda interna y del gasto público operan como impulsores de la actividad (de allí el crecimiento sostenido de la inversión en los años 2003-2013), pero la reticencia inversora termina limitando la demanda agregada y hace que finalmente se circunscriba a ese límite. Ese es el poder de los empresarios, son los que tarde o temprano dicen qué se va a producir, de qué forma, a qué costos y a qué precios.

Porque ese cartel que colocan en lugares claves de su empresa: “Prohibida la entrada a toda persona ajena al negocio” rige de manera tal que, y sobre todo las grandes empresas que tienen mercados cautivos, nadie, sólo ellos, saben los márgenes de ganancia con que producen y comercializan la producción.

El Gobierno se limita a las informaciones que le suministran las empresas, las que a su vez hacen sus declaraciones juradas de impuestos en base a balances que sólo ellos, y en menor cuantía sus estudios contables y de auditoría, saben la verdad.

Cuando uno observa la denuncia de dos ex funcionarios de dos bancos internacionales que operan en la Argentina, el HSBC, donde el técnico en informática de ese banco, Hervé Falciani, denuncia y presenta la lista solamente para los años 2006 y 2007, de 106.498 cuentas secretas y numeradas de evasores, de los cuales 4.620 son de argentinos que tenían en esos dos años depositados más de US$ 3500 millones; o la del ex vicepresidente del banco de inversión JP Morgan, el argentino Hernán Arbizu, quien en declaraciones ante la Comisión Investigadora del Congreso de la Nación afirmó que puede dar el nombre de sesenta banqueros que continúan haciendo el negocio de abrir cuentas y ocultar la identidad de sus dueños, entonces entendemos que existe un margen de ganancia declarado y otro omitido, fruto de una doble contabilidad que les permite fugar capitales, con lo que no sólo no pagan los correspondientes impuestos, como sí hacen los argentinos de a pie, sino que no invierten en el país. La reticencia inversora es hija de la concentración económica, hermana de la contabilidad oculta, y madre de la fuga de capitales.

Ese fabuloso negocio de no pagar impuestos y sacar riqueza generada del país es lo que explica la sistemática baja tasa de inversión; y su falta de visión y de comprometerse con el futuro de la Argentina, su deficiente canalización
Es más, como piensan en un negocio que les reditúe fuertes márgenes de ganancia en el corto plazo, tanto las grandes empresas trasnacionales, cuya decisión de inversión depende de sus casas matrices en el exterior, como las originadas en nuestro territorio, prefieren importar, ya sea por el negocio de colocar los excedentes en la Argentina (con su debido aumento en los precios de transferencia, que es otro de los mecanismos de evasión y fuga) como en el de no verse en la necesidad de invertir en el país.

Esto genera un círculo vicioso de mayor producción con mayores importaciones, donde se asientan las bases para que la restricción externa se presente nuevamente como limitante para la expansión de la economía en su conjunto y de cada sector en particular.

Tomando un período largo de la historia económica nacional, de 1980 a 2014, por cada punto que crece nuestra industria las importaciones lo hacen en tres puntos, por lo tanto el sistema de producción es fuertemente dependiente de las importaciones, tanto de insumos como de bienes de capital e incluso de bienes finales.

Paralelamente, las exportaciones de MOI (Manufacturas de Origen Industrial) también depende de insumos importados (el ejemplo más claro y contundente es la industria automotriz), con lo que se genera un fuerte déficit comercial intra industrial, que no es menor a los US$ 25 mil millones promedio anual en los últimos años, compensados (de allí que se obtiene un superávit comercial en torno de los US$ 7.500 millones por año) por las ventas de productos primarios (granos, carnes y minerales) y manufacturas de origen agropecuario (harinas y aceites).

Logramos exportar bienes industriales, lo que demuestra que hemos alcanzado estándares altos de productividad y competitividad, pero a su vez son sectores altamente demandantes de importaciones. La tarea inconclusa es que se debería haber invertido para sustituir por lo menos parcialmente esas compras del exterior. Tarea que además hubiera incentivado una mayor inversión en tecnología desarrollada por el país.

La evasión y fuga generan la preferencia por la liquidez, esto es, que los recursos se conviertan en divisas (básicamente dólares) y en títulos públicos y privados (acciones), donde toda la parafernalia de “contado contra liqui”, de derecha y de inversa (para sacar capitales del país o para entrarlos), presenta grados de autonomía de la economía real; es más, cuando más se independiza de la producción, más negativo es para nuestra Nación y nuestro pueblo.

En efecto, en lugar de que la ganancia se genere con el trabajo y la producción, si sólo se invierte una parte pequeña, el resto se volatiliza y se fuga, y se genera una economía dependiente de la tasa de interés y de la evolución del precio del dólar.

Esto es claro, en gran parte del gobierno de los Kirchner los salarios, en paritarias libres, crecían cercanos al incremento de los precios, y muy por encima de la tasa de interés y del valor del dólar (donde el dólar paralelo era poco significativo), produciéndose una transferencia de ingresos de hecho a favor de la producción y del trabajo.
Fruto de la reticencia inversora, sobre todo de las grandes empresas, el fenómeno se revierte y el gobierno, con Kicillof, primero devaluó, y luego debió implementar mecanismos costosos y de corto plazo para garantizar que el valor de la divisa norteamericana no se escape, con lo cual debe pagar generosas tasas en las letras y demás títulos que coloca el BCRA.

Por ejemplo la última licitación de Letras del BCRA (Lebac), de 91 y 119 días de plazo residual, lo hicieron con unas tasas de corte del 25,97% y del 26,64%, que es la tasa anualizada esperada de ajuste del tipo de cambio oficial, de $ 8,95 tipo vendedor, para el dólar futuro al 30 de diciembre de 2014 (de $ 10,20). Sólo y únicamente si desciende el dólar futuro se puede hacer que desciendan las tasas de Lebac, que canalizan la fuerte liquidez con que operan las entidades. Obviamente al ahorrista del sistema le pagan una tasa menor por sus depósitos (en torno al 22% anual), por lo que sólo intermediar entre ellos y el BCRA les da a las entidades financieras una fuerte y segura ganancia.

Esto explica que los seis bancos que presentaron sus resultados en el Mercado de Valores de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires (el Santander-Río, el Galicia, el BBVA, el Itaú, el Hipotecario, y el Patagonia) informaron que los ingresos netos por tenencia de títulos públicos y privados pasaron de los $ 1.500 millones a los $ 3.700 millones entre el primer trimestre de 2014 y el de 2015. Dado que este grupo de seis bancos tiene un market share del 32%, para todo el sistema financiero ese monto se habría ubicado fácilmente por encima de los $ 10.000 millones. El aumento en estos ingresos, del 143% respecto del mismo período del año anterior, se dio porque las entidades terminaron por ampliar hasta en un 50% la cantidad de Lebac que tenían en cartera.

Obviamente la administración de la situación es llegar con las variables ordenadas para fin de año y es el mandato de la Presidencia de la República. El problema vuelve a ser cómo sigue después. Pero antes de echarles la culpa a los efectos se deben ver las causas, y la principal y estratégica es la reticencia inversora, que mientras no se revierta va a seguir condicionando todas las políticas económicas habidas y por haber.