Un llamado de atención sobre la participación y la construcción democrática de una provincia ● Weretilneck

Eran tiempos de la autodenominada “Revolución Argentina”, impulsada por el dictador Juan Carlos Ongañía y los sectores más reaccionarios de nuestro país. Supuestamente venían a reorganizar la Nación con la intención de quedarse 100 años. Para eso tenían que redefinir relaciones sociales y económicas, asentarse sobre nuevos vínculos de poder y subordinar o silenciar a todo aquel que pensara distinto.

Experiencia que también se quería desarrollar en la región: a partir de manejar los recursos del Estado Provincial y sus vínculos con la dictadura, el Gobierno de facto pretendió imponer un determinado modelo para Río Negro. Una provincia centralizada, con un poder económico concentrado y poco para discutir con el resto. Y varias regiones marginadas, condenadas al olvido. Una provincia “chica” en beneficio de unos pocos.

En ese contexto se produjo el “Cipoletazo”. Así, con una sola “l”, tal como aparecía escrito en las paredes que exhortaban a la desobediencia civil y a defender lo que toda una comunidad deseaba. En la figura de su intendente Julio Dante Salto, depuesto por una maniobra diseñada por el poder central, se concentraba la defensa de las aspiraciones democráticas de Cipolletti. Pero también se empezaba a visualizar la posibilidad de diseñar una nueva provincia. Un Río Negro integrado, con varios centros económicos funcionando, complementándose entre sí, generando más riqueza y más trabajo para los argentinos.

Recordar al “Cipoletazo” como un movimiento vecinal, destinado a defender su autonomía y a sus funcionarios, es una parte de la verdad. El pueblo de Cipolletti se rebeló contra el autoritarismo que pretendía imponerle un nuevo intendente y contra los intereses que adivinaba detrás de esa maniobra. Pero el “Cipoletazo” fue también un llamado de atención a la política rionegrina. Desde una ciudad ubicada sobre los márgenes se empezaba a hablar de una identidad provincial a construir. Se decía “basta” al pensamiento único y a los experimentos excluyentes. Y obligaba a la dirigencia rionegrina a buscar nuevas fórmulas de complementación provincial.

Para los cipoleños, aquel movimiento popular de setiembre de 1969 tuvo el significado de comprobar su propia valía y el peso político que podía tener a nivel provincial. Y para los rionegrinos, aquel “Cipoletazo” merece ser recordado como un punto de inflexión. Cuando los rionegrinos se pusieron a pensar una provincia mejor. Un desafío que debemos llevar adelante todos juntos.

Alberto Weretilneck
Gobernador de Río Negro