Incorregibles y ciegos. Borges y el peronismo ● Martín Díaz

Nadie puede dudar que gran parte del reconocimiento de la intelectualidad argentina a nivel mundial fue gracias a Borges. Un autor exquisito, extravagante y complejo, solo para exigentes y entendidos, con lo cual no me incluyo en ese repertorio…

Pero aparte de conocer a Borges por su gran obra literaria, nosotros, los peronistas, lo recordamos por su rechazo y el menosprecio que tuvo para con el Movimiento Nacional Justicialista y sobre todo para con el populismo que se forjó en torno a su doctrina.

No redacto estas líneas con el fin de criticar a Jorge Luís, para nada. Lejos está de mis intenciones hablar mal de un pope de nuestra cultura, de hecho no me nace. Se merece todo mi respeto y admiración porque si hay algo fabuloso que me pasó en la vida es haber leído, entre otros cuentos, “Funes el memorioso”; una obra maestra en el rubro de los cuentos de ficción! Pero mi saldo cultural devenido de las lecturas borgeanas no finaliza en sus cuentos simplemente. He prestado mucha atención también a su reconto biográfico y en él he encontrado cosas maravillosas, tanto o más que sus cuentos. Como por ejemplo sus anécdotas y una en especial que protagonizó en una librería mientras firmaba ejemplares sobre Ficciones. Un joven se acerca y le dice: “Maestro, usted es inmortal”. Y Borges le contestó: “Vamos, hombre! No hay por qué ser tan pesimista”. Esto habla de su sencillez, su pesimismo y su desprecio por la frivolidad.

Este tipo de actitudes lo ennoblecen y roba una sonrisa tanto a sus fanáticos como a sus detractores. Es innegable la elegancia narrativa y su estilo atrapante, aspectos que lo transforman en un baluarte de la cultura argentina.
Pero si hay algo que aprendí de Borges es a leer el peronismo desde sus ojos, y con ello quiero aclarar que lejos estoy de mofarme con tan grotesca metáfora! Por favor!

Estas “lecturas” las llevo conmigo para descifrar e interpelar el Movimiento que me ha atrapado, que he abrazado y con el cual estoy carnal y metafísicamente consustanciado, la filosofía peronista. He aprendido de Borges que “los peronistas no somos ni malos, ni buenos; simplemente incorregibles”, sentencia que por estos días, en nuestra provincia, se torna fácticamente comprobable.

En su bitácora anecdótica hay muchas sentencias sobre el peronismo, tantas que describirlas, interpretarlas, analizarlas, narrarlas nos tomaría horas enteras. Pero insisto, en estas líneas debemos ser capaces de ver a este maravilloso escritor antiperonista como un crítico del Movimiento Nacional a quien debemos interpelar para poder crecer como partido, como decía el General: como filosofía de vida, simple, profundamente nacional, popular y cristiana.

Tuvo frases aberrantes sobre el peronismo. Pero posee una anécdota que resulta sumamente apropiada para entender los tiempos y procesos políticos que corren por estas horas en nuestra querida provincia. Ya con escasa visión, Borges intentaba cruzar la Avenida 9 de Julio y un joven gentil se ofrece ayudarlo. Lo toma del brazo, recorren unos cuantos metros y a mitad de avenida le dice: “Disculpe maestro, pero se le tengo que decir… soy peronista” A lo cual Borges responde: “¡No se preocupe m´hijo!, yo también soy ciego”.

Esta historia merece una profunda reflexión por parte de todos los compañeros que abrazamos las banderas de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política en Río Negro. Requiere que nosotros, los peronistas, pongamos en marcha una inteligencia superadora capaz de atravesar de manera airosa las coyunturas estructurales derivadas de nuestra propia historia, porque como lo refleja la anécdota de Borges no hay peor ciego que aquel que conscientemente no quiere ver. Resulta indispensable reforzar la unidad de concepción para que esta se transforme gradualmente en unidad de acción.

Eliminar esa ceguera es fortalecer la doctrina y significa evolucionar en el fortalecimiento de nuestro querido Movimiento, arribando así a la tan anhelada unidad provincial y no la lucha. Construyendo héroes y no mártires.

Martín Díaz