La educación en un mundo que cambia

(Por Gabriel Blanco* y Arabela Carreras**).- Los vertiginosos cambios que se producen en nuestras sociedades globalizadas desafían a todas las formas de organización a adaptarse y reconvertirse para seguir cumpliendo con sus propósitos y para lograr los resultados esperados por sus miembros.
Esta situación empieza por el núcleo familiar que es el espacio de crianza y primera formación de los individuos en la sociedad. La familia busca promover un crecimiento armónico de los niños y jóvenes, brindándoles todo lo necesario para un desarrollo, protegiéndolos de los peligros, formándolos en los parámetros de comportamiento que se consideran más adecuados. Sin embargo, la ventana abierta hacia una infinidad de estímulos que significa, por ejemplo, un teléfono celular, pone en juego todos los criterios sobre los cuales fueron formados los padres de estas nuevas generaciones.
La escuela en todos sus niveles y modalidades está inmersa en esta sociedad desafiada por los cambios, y debe armonizar la natural tendencia conservadora hacia la estabilidad, con la incorporación de respuestas adecuadas a los desafíos tecnológicos y novedades relacionales que se instauran entre los niños y jóvenes.
El primer problema es lograr entender lo que está pasando, partiendo del hecho de que quienes dirigen las instituciones no participan de estas subculturas juveniles, no conocen sus lenguajes y símbolos, y, si acceden a la tecnología, lo hacen a un ritmo más lento y menos eficiente que las nuevas generaciones.
¿Qué hacer, entonces?
Por un lado, la escuela debe recuperar autoridad en cuanto a definir lo que es bueno para la formación de los niños y jóvenes, lo que cada uno necesita para desarrollarse y lo que la sociedad necesita de sus miembros para conformar comunidades prósperas y sanas. Es la escuela la que debe trascender la mirada individualista y proponer objetivos claros que puedan generar resultados superadores y medibles.
Por otro lado, la calidad académica debe ser un objetivo en cualquier sistema escolar. Para lograr esto existen una serie de acciones que deben ser llevadas adelante, en la formación docente, en la valoración del compromiso del estudiante, en los contenidos a desarrollar, en la evaluación como parte del aprendizaje, en el sistema de calificación que acompañe y en el trabajo conjunto con todos los miembros del sistema.
Los docentes y directivos fueron perdiendo también los marcos de referencia para su actuación, porque en el proceso de lograr una mayor retención escolar, en la búsqueda de inclusión y en la ampliación de niveles de obligatoriedad, se fueron deteriorando los niveles de resultados en relación con saberes adquiridos, parámetros de comportamiento y búsqueda de excelencia en la formación integral. El sistema avanzó en la incorporación de estudiantes pero esto no ha significado una mejora en la calidad educativa, por el contrario se ha deteriorado.
Las pocas instancias de medición mediante pruebas estandarizadas dan cuenta de esto.
Por ello, resulta indispensable modificar las estrategias de formación docente, los contenidos y herramientas tecnológicas, para que los maestros y profesores lleguen al aula con mayor claridad en cuanto a su rol, con herramientas didácticas y con certezas en relación con los contenidos más relevantes a trabajar.
Las titulaciones y formaciones específicas, tanto inicial como las que se adquieran en un necesario proceso de formación permanente, deben tener un correlato económico que opere como herramienta de estímulo al crecimiento personal, así como un ordenador de las jerarquías del sistema, a partir de acreditación de saberes. Las instituciones del conocimiento deben ordenar sus jerarquías a partir de la acreditación de saberes, integrando los criterios de antigüedad, único camino de crecimiento económico vigente hoy en el sistema.
También es importante observar los caminos para asumir la conducción de una escuela por parte de los directores. La complejidad social se refleja en la complejidad institucional, situación para la cual no existe hoy una formación específica obligatoria. Tenemos que avanzar en un camino virtuoso en el que la llegada a los cargos directivos sea vocacional y con procesos formativos previos y acreditables. Las acreditaciones obtenidas en este proceso de formación tienen que tener reconocimiento económico por fuera de los criterios de fijación de salarios vigentes, profesionalizando el rol de gestión en educación.
Tenemos que trabajar entre todos con un objetivo que es formar con el mejor nivel académico posible a nuestros estudiantes, dar las mejores herramientas, debe ser el objetivo primordial. Este debe ser un objetivo compartido entre familias, docentes, autoridades y estudiantes.
*Profesor y Licenciado en Matemática, docente de nivel medio, investigador Fundación Siglo.
**Licenciada en Letras Modernas, ex gobernadora de Río Negro, docente de nivel medio e investigadora Fundación Siglo.