Javier Milei y un liberalismo asimétrico

(Por Carlos Pagni*).- Estamos ante un gobierno que va definiendo su perfil. Es una novedad porque, como todos sabemos, una parte muy importante de la sociedad argentina —podríamos decir el 30% en las primarias de 2023 y el 56% en la segunda vuelta— optó por un equipo político, por un liderazgo y por un partido desconocidos.
Lo que sucede siempre que hay un cambio de administración es que se va perfilando de a poco la identidad de esa experiencia. En el caso del gobierno de Javier Milei, en el caso del oficialismo de La Libertad Avanza, es algo que todavía exige una atención mayor, algo que uno espera más: ir definiendo de qué se trata.
Tanto el Gobierno como La Libertad Avanza antes de llegar al poder se han movido con una consigna, que el Presidente repite cada vez que habla: define lo que él pretende como el ejercicio de “abrazar las ideas de la libertad”. Este es un concepto clarísimo desde el comienzo, pero que, a medida que va avanzando la experiencia, se va volviendo problemático. No es lo que uno tal vez esperaba desde un principio, en el sentido de un liberalismo de manual.
Hay que mirar bien para entender qué es lo que pretende Milei y su grupo político cuando habla de “abrazar las ideas de la libertad”. Es más que evidente que hablan de libertad económica, que está ligada siempre a una defensa —en el caso de Milei prácticamente irrestricta, sin limitaciones– de la propiedad privada. Es algo que se está viendo por estos días en el intento de liberalizar las operaciones comerciales a través de una iniciativa que impulsó el Ministerio de Economía. ¿Podría ser un blanqueo? Hasta donde sabemos, no.
En principio, lo que pretende la administración Milei—y que va de la mano de todas las iniciativas que llevan adelante funcionarios como Federico Sturzenegger— es una liberalización de las operaciones burocráticas que están ligadas o asociadas a operaciones bancarias. El mundo del comercio, en un sentido amplio el de las finanzas, está muy enredado por una cantidad de informes que tenían que dar —o que tienen que dar y ahora se suspenden— los organismos ligados a realizar o intermediar en esas operaciones. Tarjetas de crédito, escribanos, bancos o vendedores de autos estaban obligados a reportar operaciones, se trate del monto que se trate. Inclusive las expensas de un departamento. Se trata de un tsunami de información que recibía el Estado y que muy probablemente ni era capaz de procesar por el volumen.
Ahora ARCA —que es la antigua AFIP— le pide al Banco Central y a la UIF (Unidad de Información Financiera) que dejen de demandar esa información y que, hasta determinado monto, no haya necesidad de confeccionar reportes. Esto está cifrado en cuatro resoluciones que emitió ARCA para desregular. En el caso de la UIF —y esto es muy importante— no ordena que no se haga sino que “insta” a no hacerlo. Esto se debe a que ARCA no tiene competencia sobre la UIF. Y en la misma línea, el Gobierno pretende detenerse ante las regulaciones que tienden a preservar a la economía del lavado de dinero. Por lo tanto, todo ese universo de controles sigue vigente.
Hay un punto central que hay que aclarar. Esta iniciativa del Ministerio de Economía libera a estos organismos de reportar las operaciones, pero no exime al contribuyente de informar sus movimientos y tampoco supone que el dinero negro que pueda tener un contribuyente, al utilizarlo en una operación comercial, no merezca alguna penalidad. Lo único que sucede es que, en operaciones de determinado monto menor, no van a ser reportadas por terceros.
Quiere decir que, hasta ahora, no se trata de un blanqueo. Lo que se está sugiriendo es que políticamente —y acá entramos en una zona gris— el Estado miraría para otro lado en determinadas operaciones, pero legalmente el esquema tributario sigue como venía hasta los días previos al anuncio: el contribuyente sigue siendo pasible de ser sancionado si hay una operación con plata negra.
Hay un artículo octavo en el decreto del Ministerio de Economía que remarca que ninguna de las disposiciones de este decreto exonera a los sujetos mencionados en la Ley 25.246 (lavado de dinero) de informar operaciones sospechosas. Es importante mencionarlo ya que hubo todo un revuelo respecto de si esta desregulación burocrática favorecía el narcotráfico. Lo que está claro es que no, que todas las entidades que están obligadas a reportar operaciones sospechosas al Estado —sobre todo a la UIF— deben seguir haciéndolo.
Esto debe tranquilizar, no alarmar. Es de trascendencia para la inserción internacional de la Argentina. Si alguien remite dinero al exterior desde un país que no tiene controles de lavado de dinero, muy probablemente en un banco internacional le cierren la cuenta o le sea más engorroso realizar esa transferencia. Ni que hablar de ingresar a clubes más o menos sofisticados como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): la Argentina tendría enormes dificultades si suspende los controles sobre el lavado de dinero.
Esto significa que la iniciativa que lleva adelante el Palacio de Hacienda es mucho más segura desde el punto de vista penal tributario, así como mucho más modesta desde el punto de vista del blanqueo, ya que no lo es.
Mucha gente muy entendida en este tema, que está muy cercana al Gobierno, dice que, en realidad, hubo una iniciativa por parte del Ministerio de Economía de liberalizar los fondos del colchón. Se la llevaron al Presidente. Y él se entusiasmó. Se entusiasmó también porque, en alguna medida, se aproxima a la idea de dolarización, que fue la promesa inicial de Milei en su campaña y que finalmente tiene muchas dificultades para cumplir.
Esto parecía ser justamente una especie de dolarización. Pero cuando fueron a la UIF y empezaron a analizar el entramado legal que implicaba hacer todo esto, se dieron cuenta de la complejidad que revestía. Por lo tanto, para un blanqueo habrá que seguir esperando, si es que tiene sentido hacerlo. ¿Por qué razón? Porque ya hubo un blanqueo, y muchos economistas dicen: “Bueno, los que tenían que entrar en el blanqueo ya entraron”.
En el fondo hay otro problema. Se pueden impulsar todos los blanqueos del mundo, pero ¿alguien está dispuesto a blanquear con esta presión impositiva? El que tiene US$10.000 guardados y están en negro, ¿los va a blanquear para comprarse, supongamos, una moto y empezar a pagar impuestos por la moto?
¿Qué pretende el Gobierno si no se trata de un blanqueo? ¿Dónde está el propósito de la idea si esto tampoco es una dolarización? Está muy claro: busca incentivar el consumo; porque hay hoy un problema con el consumo.
El Presidente se dio cuenta temprano de que la cuestión central que había que atacar era la inflación. Gran mérito de Milei y probablemente lo que constituye la base sobre la que se sostiene su liderazgo y el activo que permita que La Libertad Avanza haga una elección muy competitiva en octubre. Este oficialismo hace todo con ese objetivo. Inclusive la política cambiaria ya que, en la Argentina, el movimiento de los precios está muy ligado en la cabeza de la gente al tipo de cambio. Mantener un dólar barato entonces implica no solamente mejorar los ingresos, sino tener a raya la inflación. Esto es lo que explica que el ministro Luis Caputo insista en que el precio del dólar tenga que estar en el piso de la banda y diga abiertamente “queremos que esté en $1000”, como si fuera una nueva convertibilidad, simbólicamente hablando. No uno a uno, sino uno a 1000.
Un reciente trabajo elaborado por Fernando Marull permite visualizar el número de ventas de dólar futuro. Se trata de operaciones con las que se pretende que baje el precio del dólar. Como se exhibe a través de un gráfico de barras, fueron de US$375 millones en el mes de marzo y US$409 millones en el mes de abril. Sin embargo, a Marull le llamó la atención el mes de mayo: se supone que ya ha habido operaciones por US$1400 millones. ¿Quién está en condiciones de operar en el mercado de futuros con US$1400 millones? El Banco Central probablemente.
Esta es la especulación del mercado: que el Gobierno, a través del Banco Central, está llevando también en la política de intervenciones en el mercado de futuros esta estrategia general de mantener el dólar barato. Para eso no compra dólares, y por ello tiene una discusión con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que le dice algo así como: “Está bien toda la política de baja inflación, pero acordate de acumular reservas”.
Con respecto a acumular reservas, este lunes hubo una novedad importante que festejaron el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, y Luis Caputo: la colocación de un bono en pesos, susceptible de ser vendido a no residentes que lo podrían pagar en dólares y mediante el cuál el Gobierno podría hacerse de US$1000 millones de dólares. ¿Para qué? Para cumplir con la meta de reservas. Cuando Caputo presenta esta medida, dice: “¿Qué estamos haciendo? Estamos empezando a aproximarnos a colocar deuda en el mercado internacional, que sería un gran salto hacia adelante de la economía argentina y para lo cual hace falta bajar el riesgo país”.
Todo esto ha sido analizado en una entrevista publicada este domingo en LA NACION, que Esteban Lafuente realiza al economista Matías Rajnerman, que es el jefe de macroeconomía del Banco Provincia, es decir, alguien de la administración Kicillof. Rajnerman hace un largo análisis respecto de lo que sucede en la economía argentina y pone el dedo en esa llaga. Dice: “Hoy el límite del tipo de cambio está en los vencimientos de deuda externa del 2026 y 2027”.
El Gobierno está en un dilema: tiene que juntar dólares para tener reservas. La percepción de que tiene muchas reservas baja el riesgo país. La posibilidad de que baje el riesgo país acelera la posibilidad de ir al mercado voluntario de deuda. Y eso le va a permitir al Ejecutivo hacer el rollover de una deuda muy exigente que tiene entre 2026 y 2027. Eso entra en contradicción con mantener un dólar muy barato. Si compro dólares para aumentar las reservas del Banco Central, el precio del dólar sube y probablemente ello resulte en un mayor número de inflación.
Hay un debate que alcanza al equipo económico y que gira en torno a dos interrogantes: hasta dónde conviene sacrificar la posibilidad de aumentar las reservas para mantener baja la inflación, y hasta dónde conviene admitir un poco de inflación a cambio de tener más reservas y acelerar la ida hacia el mercado de deuda.
El otro problema es recuperar el consumo. Rajnerman plantea algo interesante: el consumo se apalanca en la minería, en Vaca Muerta, en el campo, y hay una crisis de consumo en la industria. No hay un factor de crecimiento importante de la economía por el lado de la construcción, y tampoco por el lado del comercio. Y si uno quiere dinamizar en serio la economía, tiene que pensar en la actividad industrial, en el comercio y en la construcción.
Acá nos encontramos con el gran dilema de este momento histórico. El Gobierno va a las elecciones habiendo bajado la inflación. Caputo promete colapsarla, ponerla antes de las elecciones por debajo del 2% mensual. Eso muy probablemente le va a ser premiado por el mercado electoral, por los votantes. Pero después vendrá el problema de la reactivación, de la preservación del tejido productivo, el problema del empleo. Es lo que está viendo el oficialismo cuando quiere reanimar las operaciones comerciales con esta desregulación burocrática, y es lo que están viendo economistas como Rajnerman.
Entonces, lo que uno se pregunta es si la dinámica general no se parece mucho a aquella de Menem, quien llegó a las elecciones del 14 de mayo de 1995 habiendo derrotado la inflación con el Plan de Convertibilidad, lo que la gente premia. Consiguió la reelección con más votos que cuando llegó por primera vez al poder en 1989. En esa campaña, José Octavio Bordón, que era el gran contrincante de Menem, hablaba del problema del empleo, de las pymes, del deterioro productivo. Y mucha gente lo escuchaba como diciendo: “¿Qué diarios lee?”. Al mes siguiente de la elección, en junio, la tapa de los diarios fue: “18,6% de desocupación”. Ahí empezó otra agenda.
¿Le va a pasar esto al Gobierno? Hay que mirar un discurso que dio Ricardo Arriazu en la Cámara Argentino-Americana de Comercio. Probablemente el economista que más ha convalidado, explicado y bendecido esta política económica, quien, además, citó Cristina Kirchner en el discurso que dio cerca de la Villa 31. “Esta economía está muy bien. Yo daba una chance del 30% de que esto funcione. Ahora le doy 50%”, dijo Arriazu, que está más optimista que antes. Se preguntó qué tiene que pasar para que esto funcione y revisó todo el panorama: el campo, la minería, las posibilidades de Vaca Muerta, la economía del conocimiento. Tiene una mirada optimista y habla de la falta de dólares, que es lo que le interesa a Cristina, que lo rescata por ese párrafo, donde dice: “Entonces, no todo es un problema fiscal. Hay un problema de falta de dólares que tiene que ver con la cuenta corriente, que tiene que ver con la balanza de pagos”. Arriazu termina con algo que es muy importante desde el punto de vista del mediano y largo plazo, que es el costo de una reconversión económica como la que quiere llevar adelante Milei.
Es muy interesante que Arriazu diga esto porque recuerda a Néstor Kirchner, cuando dijo que “es con la gente adentro”. Lo que Arriazu -de quien no se puede sospechar que sea un crítico de esta política económica- pide es cuidado, porque todo programa de estabilización termina siendo, en gran medida, destructivo, y toda reconversión económica deteriora el tejido productivo, y afecta al tejido social. Lo que tiene que hacer el Gobierno es pensar en la política, no solo en la economía, y reflexionar sobre la posibilidad de un equilibrio general. Porque gobernar no es aplicar una receta matemática sobre la realidad, sino algo mucho más complejo: conseguir el consenso político y social para esa receta, que puede ser correcta. Lo advirtió Ricardo Arriazu, no Axel Kicillof. Por eso lo retomó también Cristina Kirchner en su discurso.
Todo esto tiene que ver con una visión de la libertad: la libertad económica, la ida hacia el mercado, la desregulación, el ajuste, la consagración en el centro de la economía de la iniciativa privada y de la propiedad privada. Ese es el liberalismo de Milei.
Paralelamente a esta desregulación, regulan otras dimensiones de la vida pública, como las conferencias de prensa en la Casa Rosada. Entonces, ¿cuál es la libertad? ¿La libertad avanza en lo económico y retrocede en lo político? ¿Retrocede en la atmósfera que va envolviendo a la democracia desde el punto de vista político?
Nos encontramos con que ahora el Gobierno -que desprecia al Estado y sostiene, según una idea central de Milei, que donde hay Estado hay perversión- usa los recursos y mecanismos del Estado para que, por ejemplo, los periodistas tengan más restricciones para moverse dentro de la Casa de Gobierno, tengan más dificultades para repreguntar o enfrenten limitaciones que antes no tenían para participar en esas conferencias de prensa. Ahora se les va a exigir una cantidad de datos respecto de qué medio representan, niveles de audiencia, etcétera. Una vocación regulatoria que contrasta enormemente con la vocación desregulatoria que tienen en el plano del comercio y la economía.
Esto nos obliga a hacernos otra pregunta. Siguiendo lo que dijo hace unos días Luis Caputo, el ministro de Economía: si el periodismo está en vías de extinción por sus propios méritos y se comporta tan mal que está destruyendo su profesión, ¿para qué les interesa tanto regularlo? ¿Por qué tanta obsesión con el periodismo si no sirve para nada? Nadie los lee, nadie los mira, nadie los escucha. ¿No habría que dejarlos vivir en paz? Es una broma.
Al mismo tiempo, Hugo Alconada Mon revela que hay un Plan de Inteligencia Nacional, que la SIDE está siempre obligada a hacer, donde se plantean algunos objetivos muy imprecisos y raros por parte de los servicios de espionaje. Por ejemplo, empezarían a ser objeto de investigación, de espionaje, de persecución, aquellos que manipulen la opinión pública en las campañas electorales. ¿Qué es manipular? ¿Qué diferencia hay entre manipulación y persuasión? Porque una campaña electoral es un esfuerzo de persuasión de los partidos políticos para conseguir el voto. ¿Hasta dónde esa persuasión? ¿Cuándo se transforma en manipulación? ¿Quién lo decide? No sabemos. ¿Incluye esa forma de manipulación elaborar videos falsos con inteligencia artificial para hacerle creer a la gente cosas que no suceden, como, por ejemplo, que Macri bajaba la candidatura de Silvia Lospennato?
El Gobierno dice que no tuvo nada que ver con el video, mientras que desde el macrismo lo acusan a Santiago Caputo de haber hecho esa operación. En realidad desde Pro tendrían pocas acusaciones para Caputo porque la consultora de Caputo y Rodrigo Lugones hacía ese tipo de picardías para Macri en su momento, en contra de Daniel Filmus. Por eso son reproches un poco cínicos.
El informe sobre el que nos da la primicia Hugo Alconada Mon habla de otra cosa: poner en la mira a los que generan desconfianza en los funcionarios del Gobierno o desconfianza en la economía. Muy resbaladizo. Si alguien cree que la economía no está funcionando como corresponde, lo dice, y modifica por eso las expectativas respecto de la economía, ¿debe ser perseguido por el espionaje oficial? ¿Es parte de un complot? ¿Está desestabilizando?
Son ideas conocidas en la Argentina, ideas tradicionales. Lo que es curioso es que las cultive un gobierno que dice ser anarcocapitalista y liberal. Hay una asimetría en este concepto de la libertad.
La Oficina del Presidente emitió un comunicado y Milei lo hizo suyo, obviamente, en un tuit. El Presidente, que antes había convocado a odiar a todo el periodismo, ahora tuvo un gesto y limitó la crítica al 90%. Afirmó que son “los mayores creadores de noticias falsas en la historia de la humanidad”. Por su parte, el comunicado dijo que se desmienten las versiones periodísticas publicadas en medios sobre supuestos objetivos del Plan de Inteligencia Nacional. Reivindicó que este es el primer gobierno que no usa la SIDE para ese tipo de persecuciones y que el plan es secreto: solo lo ven el Presidente, la Secretaría de Inteligencia y la Comisión Bicameral.
En cualquier país del mundo, pero sobre todo en la Argentina, que lo vea tanta gente lo convierte en algo que no es secreto. Alconada contestó a este comunicado diciendo que él se ratifica en todo. Ahora Sergio Neiffert, el jefe de la SIDE, tiene que dar explicaciones en la Comisión Bicameral de Inteligencia, que preside Martín Lousteau. Según esta información, Lousteau ya tendría en su poder el Plan de Inteligencia Nacional y probablemente tendrá que hacer preguntas con independencia de Alconada.
Esta es una historia que se abre a partir de esta información de Alconada, que ocasionó que le quisieran hackear la cuenta de WhatsApp en 10 oportunidades. Le quisieron entrar a la cuenta de X, seguramente para ver qué intercambios en privado tiene a través de esa cuenta, y recibió amenazas por medio de WhatsApp, por haber publicado esta información. No sabemos si hay una relación causal o si es una mera correlación; ojalá sea solo una correlación de dos hechos que ocurren en simultáneo. Es decir, mal clima, que probablemente tenga que ver con el periodismo y los creadores de noticias falsas. Se va creando un clima de hostilidad desde el poder.
Es importante lo que publicó Alconada porque si uno mira esa serie tan interesante, que está en Netflix, que se llama Mossad, que es una historia y una descripción de uno de los mejores servicios de inteligencia del mundo, se inicia con una cita de John Le Carré, novelista muy abocado a narrar historias de espionaje, que sostiene: “Los servicios secretos miden la salud política de una nación y son la expresión real de su inconsciente”. Lo que dice Le Carré es: “¿Usted quiere saber qué calidad tiene una democracia? Mire cómo se manejan los servicios de inteligencia. ¿Hasta dónde tienen una limitación política o hasta dónde están desbocados?”.
Aparece con claridad el centro de interés de todo esto. Un gobierno que tiene un enorme aprecio por la libertad de mercado y económica, pero que no considera que sea tan importante la libertad política. Ya lo advirtió el Presidente expresamente una semana antes de las elecciones de la Capital en un discurso público. “La casta son los periodistas ensobrados, los econochantas, los sindicalistas corruptos, los empresarios prebendarios y los ñoños republicanos”. También va contra esos “ñoños”: los que piden moderación, respeto a la libertad de prensa, división de poderes, cuidados con los procedimientos y consenso sobre las reglas de juego. Para Milei esos también son casta.
Esto no es novedoso, no es un invento de Milei. Este no es un liberalismo de tipo clásico. No es que se equivocan en el manual que leyeron, sino que quieren otra cosa. Creen que, para llevar adelante una política de liberalización de la economía, hace falta una política autoritaria desde el punto de vista institucional.
Esto ha sido descrito mucho antes de que llegue Milei al poder en un libro publicado en Inglaterra en agosto de 2023. El gran analista del Financial Times, Martin Wolf, publicó este libro muy recomendable: “La crisis del capitalismo democrático: por qué el matrimonio entre democracia y capitalismo se está diluyendo y qué debemos hacer para solucionarlo”. Allí hay una historia del concepto de democracia, un análisis fantástico sobre el estado actual del capitalismo, y dice algo muy interesante: hay una crisis de la idea según la cual la libertad republicana permite mejorar la vida de la gente, porque hay un impacto imaginario muy poderoso de China sobre Occidente. Mucha gente se pregunta si no será mejor el régimen chino. Acumulación de poder, unicato y autoritarismo político para que funcione la economía.
La experiencia que estamos empezando a vivir en la Argentina tiene que ver con esto, y con la crisis de determinados valores. El primer valor es la tolerancia, el pluralismo. Esa es la crisis del capitalismo democrático. Es lo que se manifiesta en distintas expresiones públicas, que alertan: “Cuidado, porque se está generando un clima de odio que pone en crisis este matrimonio entre capitalismo y democracia”. Esto es un capitalismo que afecta los valores republicanos, o que por lo menos los está poniendo en duda.
En la estela de lo que dijo el Papa León XIV respecto a la libertad de prensa y de la tarea del periodismo en una presentación magistral frente a los periodistas que habían cubierto su coronación en Roma, el primero en repetir esas ideas y ponerlas en funcionamiento en la Argentina, en el ámbito de la Iglesia, fue el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva.
Este es un clima cultural que no es solo de la Argentina. Esta estrategia política para acumular poder, juntar votos, consolidar a un gobierno o a un grupo político, que consiste en promover el odio, ya que es un sentimiento que moviliza mucho más que la adhesión a algo. De eso está hablando García Cuerva.
En las últimas horas se produjo un caso concreto: a Ricardo Darín se le ocurrió hablar del precio de las empanadas. Dijo que la docena de empanadas cuesta $48.000. Obviamente, ahora nos hemos vuelto todos expertos en el precio de las empanadas: hay de $96.000 y de $16.000. Lo interesante es que sale a contestarle peyorativamente el ministro de Economía, Luis Caputo, el mismo que dice que se muere el periodismo. Darín contesta y refleja muy bien la forma en que él recibió esas críticas y el clima político que está viendo, y va de la mano con lo que dijo García Cuerva.
La tercera expresión en ese sentido provino del gran cientista político Natalio Botana, que dio una entrevista a Astrid Pikielny para LA NACION y dijo: “Estamos viviendo una etapa de violencia verbal, lo que yo llamo la tormenta reaccionaria. Y esa violencia verbal está marcada por otro concepto que estoy usando mucho, que es la barbarie de la palabra. Y me ha satisfecho bastante haber escuchado al Papa, recientemente a León XIV, que habla de la guerra de las palabras. Esto significa que esta violencia verbal, esta tormenta reaccionaria, no sólo está en la Argentina: está en el mundo occidental”.
Conforme va pasando el tiempo, vamos adquiriendo con mayor nitidez una caracterización de este oficialismo que se ha ido constituyendo desde el 10 de diciembre de 2023 en adelante, bajo el liderazgo de Javier Milei. Todo esto contorna ese episodio que ocurrió en el Tedeum, donde Milei no solo no saludó a Victoria Villarruel —no sabemos si cuando habla de “Roma no paga traidores” se refiere a ella- ni a Jorge Macri, a quien venció en la elección porteña, con un triunfo muy contundente de Manuel Adorni sobre Lospennato.
Esta elección de la Capital Federal fue también una interna de lo que sería la derecha o el centro-derecha. Y hay que detenerse en el por qué. Estos comicios dejaron una lección, un mensaje que está siendo incorporado por la política en otras zonas, en otros campos, en otras escenas. “Cuidado con adelantar las elecciones. Si lo que pretendés es adelantar la elección local, desdoblarla para municipalizarla o provincializarla, tené cuidado, porque a lo mejor no lo lográs. Y lo que hacés es nacionalizarla. Y tenés dos derrotas: la de la elección local y después la de la elección nacional de diputados, o de diputados y senadores en octubre”.
Le pasó al jefe de Gobierno porteño. Quiso municipalizar la elección, se la nacionalizaron, y le ganaron igual. Esta experiencia fue incorporada ya por Gerardo Zamora en Santiago del Estero: no desdobla, unifica, una sola elección en octubre.
Este sigue siendo el gran dilema de la gran batalla, que es la batalla bonaerense. ¿Qué va a hacer Kicillof frente a lo que pasó con Jorge Macri en la Ciudad? ¿También va a desdoblar? Cristina Kirchner le está diciendo a sus amigos —y el mensaje tal vez le llegó a Kicillof—: “No busques encuestadores, buscate meteorólogos, porque ojo que si desdoblás, aislás la elección bonaerense para que juzguen tu gobierno y, si tenés cinco días de lluvia antes, puede ser Waterloo para el peronismo. Con la provincia bajo el agua, no sé qué hacemos”. Es una preocupación de la exvicepresidenta, que viene recomendando desde el comienzo no desdoblar porque la gestión provincial no está en condiciones de ser exhibida como una gestión independiente de lo nacional.
Este mensaje del riesgo peronista en la provincia de Buenos Aires, con un Milei que logra bajar la inflación y que probablemente reciba el premio por ese éxito, es aún más inquietante si se produce lo que se está produciendo: una alianza entre el PRO y La Libertad Avanza. Prácticamente lo insultan a Jorge Macri en el Tedeum y el PRO no contesta. ¿Por qué? Porque hay una orden de no contestar. ¿Quién la emite? Mauricio Macri, que está como Alfonsín en el ‘97.
En aquel entonces, Alfonsín iba como candidato a diputado en la provincia de Buenos Aires, pero empezó a ver que Graciela Fernández Meijide le ganaba tanto a él como a “Chiche” Duhalde, dejándolo tercero. ¿Qué hizo? Disimuló su derrota formando una alianza. Y así creó la alianza entre el Frepaso y la UCR. Fue una forma de que el radicalismo disimule que el Frepaso se quedaba con su electorado.
La historia no se repite, pero rima. Hoy el PRO está buscando disimular que Milei se queda con su electorado. Por eso Macri no reacciona a los insultos. Por eso puede que vayan juntos a la Provincia. Y por eso, la situación del peronismo está todavía más amenazada.
*Periodista. Columnista del diario La Nación.