Economías regionales: el rol del Estado en la coyuntura

(Por Graciela Landriscini*). – El territorio nacional da cuenta de fuertes diferencias en materia de ambientes naturales y de asimetrías históricas económicas y políticas entre las regiones pampeanas y extra pampeanas; éstas con frecuencia denominadas como “economías regionales”. Las asimetrías son viejas y nuevas y traen consigo creciente complejidad en un mundo centrado en la financiarización de sus economías, la concentración de capitales que coordinan cadenas globales de valor y las fuertes disputas geopolíticas.

Hoy, el cambio climático, el conflicto bélico desatado en el este europeo, y sus derivaciones geopolíticas y económicas plantean nuevos escenarios que agravan las asimetrías. Es el caso de los impactos de la guerra traducidos en rupturas de las cadenas productivas globales, crecientes dificultades logísticas, desequilibrios de abastecimiento y de precios de la energía, las materias primas y los alimentos, inflación creciente a nivel mundial y las políticas de los bancos centrales de elevar las tasas de interés, factores que agregan nuevas incertidumbres. La disputa tecnológica y comercial de Estados Unidos y China en tiempos de conflicto de occidente con Rusia suman preocupación y desequilibrios comerciales y políticos.

Las economías pampeanas por su dotación de recursos naturales y localización, por historia política, por su modo de inserción internacional y por su propia capacidad de desarrollo y organización, se convirtieron desde las primeras décadas del siglo XIX en el centro económico del país. La independencia de España, el fin del monopolio comercial, y el alineamiento con Inglaterra y su paradigma de crecimiento económico coadyuvaron a ello.

Las economías extra pampeanas, conocidas como “economías regionales”, por su parte, ocupan el resto del territorio, con regiones que tienen condiciones naturales, históricas y de desarrollo heterogéneas.

La organización del territorio nacional avanzado el siglo XIX y luego el XX hizo que en algunas zonas sus desarrollos quedaran inconclusos y/o bloqueados, aunque habían sido las más pobladas y avanzadas en materia económica en la etapa hispánica y pre hispánica. Ellas quedaron fuera de los grandes circuitos del poder después de la independencia nacional, a la hora de definir programas de desarrollo e infraestructura de integración. Otras zonas evidenciaron desarrollos tardíos en tanto se definieron y gestionaron como Territorios Nacionales hasta mediados del siglo XX. Es el caso de Río Negro y de Neuquén.

La mirada mercado céntrica y la indiferencia hizo que muchas regiones y sus economías fueran postergadas, y poco reguladas en su funcionamiento, dando lugar a relaciones asimétricas de producción y distribución, mientras el mundo fue avanzando entre revoluciones tecnológicas y comunicacionales, cambios geopolíticos y de los estilos de vida. En las zonas de frontera en muchos casos la interacción fue más fluida con los pueblos vecinos que con las áreas pampeanas.

Las economías extra pampeanas se han destacado en general por su nexo con la industria y por el trabajo intensivo en áreas agrícolas y no agrícolas. Las hay con desarrollos productivos que vuelcan su producción al mercado interno locales (azúcar, algodón, yerba mate, té, madera y viticultura) y exportadores, como las de frutas de pepita, lanas, miel, vid, legumbres, pesca y ganadería de carne vacuna, ovina y de aves; y también. Entre las no agrícolas se destacan las de los hidrocarburos y las de la minería.

Entre las necesidades expresadas reiteradamente por los agentes productivos y gobiernos locales está la infraestructura para las radicaciones industriales para procesar materias primas y alimentos. También lo son la demanda de gas, de comunicaciones, de rutas, vías férreas, puertos y aeropuertos. La necesidad de superar el déficit de viviendas y de obras de infraestructura social; el acceso al financiamiento y la asistencia técnica; la presencia de organismos nacionales y la formación y capacitación de trabajadores y gestores públicos, junto a la disponibilidad de la educación superior y de instituciones científicas. Finalmente, se plantea como fundamental la protección de los recursos no renovables como los bosques, el agua dulce, la fauna, los yacimientos mineros y de hidrocarburos, y los glaciares, junto a los recursos arqueológicos, entre otros.

Días atrás, en la reunión informativa especial de la Comisión de Economía y Desarrollo Regional de la Cámara de Diputados convocada para tratar las problemáticas de las economías regionales, Jorge Neme, secretario de Planificación de Desarrollo y Competitividad Federal del Ministerio de Economía de la Nación, indicó que “este año las exportaciones de las economías regionales van a alcanzar el orden de los 13 mil millones de dólares -que es el 15% del conjunto de las exportaciones argentinas- pero la diferencia es que, a través de esas economías regionales, hay miles de argentinos que se conectan con el mundo”.

A modo de conclusión de la reunión, y de los informes presentados por el Ministerio, se tiene que el conjunto de las regiones, pampeanas y extra pampeanas, han logrado recuperar el nivel de actividad previo a la pandemia. No obstante, no es esa la realidad del Alto Valle del río Negro, que ha perdido importante número de productores, de superficie y de producción, siendo preocupante en particular el retroceso de la pera. Hay problemas de la macro, la inflación de costos, los tipos de cambio para compra y venta, y hay problemas de la micro, impositivos, de endeudamiento, de incertidumbre al tiempo que rigen relaciones comerciales y financieras asimétricas. A ello se agrega el cambio climático, las nuevas enfermedades de las plantas, las exigencias sanitarias y el costo de los tratamientos.

Las economías regionales (extra pampeanas) requieren que el Estado asuma acompañar al sector privado, a productores y comercializadores, junto a técnicos y a organizaciones gremiales de la actividades en el desarrollo de sus fuerzas productivas, en el acceso al crédito, en la orientación comercial, en las inversiones para el sector, al tiempo que debe hacer efectiva una justa distribución del ingreso generado, regulando y transparentando las operaciones comerciales y financieras, y las relaciones laborales y de la seguridad social, de modo de garantizar la reproducción de la actividades, y el arraigo y bienestar de las familias involucradas a lo largo del tiempo.El Estado como actor determinante en el crecimiento debe generar políticas e instituciones favorecedoras del desarrollo, encuadradas en las normas de protección ambiental, trazabilidad y licencia social. Nación, provincias y municipios son responsables. Las regulaciones estatales deben ser monitoreadas en su cumplimiento a fin de que se logren los objetivos que se acuerden en materia de políticas estratégicas y selectivas, y se garantice el buen uso de los recursos financieros asignados y el aprovechamiento de la asistencia técnica proporcionada.

*Diputada Nacional por Río Negro (Frente de Todos) – Economista – Docente – Investigadora del Conicet