¿Por qué son importante los humedales?

(Cristián Frers*). – Las señales de agotamiento del planeta son cotidianas y dramáticas. Y la certeza, más que la sensación, es que aún en su brutalidad no logran conmover.

En los últimos 10 años se presentaron numerosos proyectos ante el Congreso. Hubo promesas expresas de Mauricio Macri en el 2016 y de Alberto Fernandez en el 2021.

Los humedales son indispensables por los servicios ambientales que brindan a la humanidad, como el suministro de agua dulce, materiales para la construcción, producción de alimentos, combustibles, biodiversidad, turismo, recreación, control de inundaciones y sequías, recarga de aguas subterráneas y mitigación del cambio climático. Por eso la importancia de conservarlos, protegerlos, y de ser necesario y posible, restaurarlos.

Argentina tiene más de 600.000 kilómetros cuadrados de humedales, el 21,5 por ciento de su superficie. La extensión y variación del territorio del país hace que se tenga una gran diversidad de humedales en zonas urbanas y rurales. En todos los casos cumplen un rol esencial. Se incluyen lagunas alto andinas, mallines, turberas, pastizales inundables, esteros, bañados, albuferas, rías y marismas.

Una Ley de Humedales resulta una herramienta fundamental para disponer de un engranaje institucional, principios y herramientas de gestión ambiental específicas para todo el país que sumen y fortalezcan procesos territoriales estratégicos como el ordenamiento participativo de las áreas cubiertas por humedales, además de partidas presupuestarias para acciones de conservación, restauración y uso responsable de estos ecosistemas, así como ratificar legalmente la labor de inventario nacional de humedales que se viene realizando en los últimos años.

Las únicas políticas publicas ambientales que hoy existen en Argentina, pese a todos los desafíos en materia de implementación, que responden en buena parte a la falta de compromiso político con el ambiente y la deficiente gestión estatal, existen gracias a las leyes de presupuestos mínimos de protección ambiental.

Una vez más, esta ley no logro pasar el filtro de la Cámara de Diputados. Por presión de los gobernadores, se terminó suspendiendo el plenario de comisiones que iba a dictaminar el proyecto y, ahora, en los sectores que impulsan la ley predomina la incertidumbre. Los gobernadores intervinieron, bajaron el pulgar al proyecto y, como consecuencia, arrastraron en su negativa a varios diputados.

La iniciativa fue resistida por las cámaras mineras y rurales que, a través de comunicados y un fuerte lobby parlamentario, denunciaron que, de aprobarse el proyecto, se prohibiría cualquier tipo de desarrollo productivo en los humedales.

“El problema acá no es el proyecto, el problema acá es que hay sectores que no quieren Ley de Humedales” aseguraron desde varios despachos legislativos.

La ley es una herramienta que puede ayudar a la gestión, pero debe haber una decisión política de finalmente considerar estos ecosistemas como ecosistemas críticos para nuestra propia supervivencia. La Argentina tiene dos tercios de su superficie de tierras secas, entonces deberíamos pensar la importancia de estos ecosistemas como reservorios de agua

El Congreso Nacional debe promover una Ley de Humedales que integre la visión de los territorios. No solo es necesario conservar, usar sosteniblemente y restaurar humedales por los beneficios que brindan y para preservar el valor intrínseco de los mismos. Conciliar el cuidado de los humedales con su uso, no solo es posible, sino que es imperioso porque no hay producción, desarrollo humano ni vida con ecosistemas destruidos.

Requiere un cambio cultural profundo que usualmente nos demandaría años, pero esta vez debe ser urgente, porque si algo no sobra en un planeta en ebullición, es tiempo. Hay que generar formas razonables de habitar el mundo radicalmente distintas a las actuales.

El consenso, porque quizás sea la imagen cada vez más potente del deterioro de nuestra casa común, lo que nos permita despejar discusiones estériles, enfrentamientos inconducentes, un espiral de grieta y sinrazón que lejos de transformarnos, nos hunde.

*Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico en Comunicación Social (Periodista).