El legado de la unidad

(ADN). – El peronismo rionegrino ingresó en una espiral interna de enfrentamientos, que le es propia a su condición. Lejos está de haber tomado el legado que dejó Carlos Soria, incluidos sus herederos políticos.

El Gringo, como todos lo llamaban, produjo un hecho histórico en el justicialismo rionegrino al llegar al gobierno provincial -por primera vez- desde el retorno a la democracia en 1983. ¿Cuál fue su mérito? La unidad. Pudo aglutinar, convencer e instalar que la única forma de ganarle al radicalismo era estar todos juntos, a pesar -por ejemplo- del propio pichetismo- y además abrió la fórmula a un extrapartidario y concurrió a las urnas acompañado por Alberto Weretilneck. El gobierno radical de Miguel Saiz también ayudó.

Carlos Soria murió y el peronismo sufrió la orfandad. Tampoco entendió que aquel gobierno asumido poco más de 20 días después, era propio y entonces de nuevo surgieron las internas. Primero Miguel Pichetto alentó una nueva elección, intención abortada desde Santa Cruz por la propia Cristina Fernández y luego ese gabinete variopinto comenzó a crujir y no faltaron los embates internos que se profundizaron con los años.

Así fue como Juan Huentelaf y Erika Acosta, de estirpe sorista, miembros del Tribunal de Cuentas no aprobaron las cuentas de la Legislatura sobre gastos reservados, apuntando directamente a Weretilneck durante su breve gestión como vicegobernador y titular del parlamento. La respuesta fue un pedido de juicio político para los dos tribunos roquenses, luego vinieron otras denuncias, como el cobro de seguros de vida de la familia Soria y así se fue perfilando el quiebre total de aquel proyecto de unidad de El Gringo, entre otros muchos hechos de discordias intestinas.

El único que entendió que el gobierno era propio, que había que defenderlo y que el poder es una máquina de construir más poder fue Weretilneck y tuvo de socio a Pedro Pesatti, quien sin dejar de ser peronista prefirió la institucionalidad antes que aquella conducción errática del PJ.

Nadie se hizo cargo de aquel legado de Carlos Soria. Se vuelve a repetir la vieja historia donde los “ismos” prevalen sobre todo aún a costa de no retornar al gobierno. No hay proyecto de poder porque quienes protagonizan el espectáculo sobre el ring siempre tienen cargos por donde cobrar a fin de mes. Las cuestiones personales escurren toda posibilidad, como el agua entre los dedos. Sin proyecto de poder sólo queda la lealtad al personalismo. El bloque de legisladores del FdT llegó con 17 miembros y hoy tiene nueve, sin que nadie se haga responsable.

Este peronismo que no puede contener a sus afiliados y militantes, está imposibilitado de conquistar a otros sectores de la sociedad. No tiene nada que ofrecer. Nadie puede pensar que no hay peronistas en la provincia, pero están fuera de las peleas internas y votan por quienes le ofrecen la posibilidad de una provincia mejor.

El peronismo está fragmentado y sin líder con la posibilidad de unir cada trozo esparcido por el territorio. Tras la renuncia de Alejandra Más, como presidenta del PJ se eligió a Sergio Hernández, con los miembros del Consejo Provincial -que se identifican con Martín Doñate-, elección aprobada por la Justicia Federal. En tanto el otro sector, que opina que le correspondía la presidencia a María Emilia Soria, no reconoce a las nuevas autoridades. Un punto neurálgico para entender la imposibilidad de lograr la unidad entre dos sectores: doñatismo y sorismo.

Esta división generó que el Tribunal de Disciplina del PJ, de corte sorista, suspendiera a intendentes, legisladores, concejales, en realidad a la mayoría de la conducción partidaria, y anunció sumariarlos por haber constituido la alianza Nos Une Río Negro, con el Frente Renovador y Nuevo Encuentro.

Pero, el elemento que cobró mayor valoración en la interna, es el acercamiento de Martín Doñate con Alberto Weretilneck, con la propuesta de generar un espacio de poder y gestión provincial. “Nos quieren pintar de verde” es el argumento sancionatorio.

Causa o efecto, convicción o excusa. Este argumento fue la medida y el límite para varios sectores internos.

Frente a este contexto de división partidaria, el voto peronista se fuga del cauce del PJ. ¿Hacia adonde va? A la derecha y al neoliberalismo seguro que no.

Futuro incierto para el PJ. Viene de salir tercero en las últimas elecciones nacionales y para el 2023 enfrentará dividido a JSRN y JxC, que se presentan como espacios monolíticos y sin fisuras, por lo menos hasta el momento.

A nivel nacional el horizonte tampoco se ve despejado y el kirchnerismo surge como la corriente interna que aglutina mayor poder.

Si no hay 2023 no habrá 2027 y así se pronostica el futuro con fantasmas que recuerdan los 28 años de “sequía” con gobiernos radicales.

Vale una aclaración necesaria, para evitar interpretaciones facilistas e ingenuas: la unidad se logra en las diferencias. La unidad surge precisamente de las diferencias que no desaparecen, sino que se mantienen, aunque subordinadas, a objetivos superiores. La unidad política implica una alianza que se hace con un pacto entre sectores.