La política perdió el poder de la palabra. ADN

El debate en pandemia fue prever qué efectos tendría sobre la política. Algunos proyectaron que habría un cambio profundo, otros que todo seguiría igual y un tercer nivel que ni siquiera se formuló la pregunta. Qué pasó; no hay transformaciones radicales, pero tampoco nada es igual.

La política no supo leer estos efectos en función de los electores y candidatos. Se comporta con cánones antiguos, pero a la vez se sorprende cuando las encuestas reflejan niveles decadentes en las imágenes de su dirigencia. En Río Negro, muy pocos alcanzan y superan el 50% y todos en la carpa del oficialismo.

La política no comprendió que perdió el poder de la palabra y la credibilidad, para actuar en espejo con la sociedad. Hay soledad.

La pandemia ha tenido entre otros efectos hacer ineficaz la política tal como se la practica y conocemos normalmente, “ni siquiera los esfuerzos para profundizar la polarización e identificar culpables han salvado la política”, publicó Eugenio Guzmán en un análisis sobre los efectos del coronavirus. Hay miradas hacia adentro y pocas afuera, el individualismo pareciera imponerse a la solidaridad, donde mucho tienen que ver las teorías liberales y las argumentaciones meritocráticas.

El desprestigio no se detuvo y los niveles de confianza siguen deteriorándose, con el impulso del batallar de medios hegemónicos que apuestan a la anti política, con el fin de propiciar dirigentes de la derecha neoliberal.

El gran desafío es conducir a una población que paradójicamente reclama soluciones a la política, a la par que descree de su eficacia y de sus dirigentes, mientras que pone mayores expectativas en aquellos candidatos que no vienen de la política, en muchos casos empresarios, como si esto “per se” fuera garantía.

En Río Negro existe un plus que hace la diferencia entre quien tiene el control y la administración del Estado respecto del resto de las fuerzas políticas, incluso en los municipios.

Nada o poco existe fuera del Estado. De una u otra manera las actividades requieren de lo público y por ende un discurso anti estatista no tiene mucha caladura en la provincia, incluso hasta la dirigencia que se dice liberal o propugna lo privado, está íntimamente ligada al Estado en su actividad económica.

Hay una herencia que se debe al radicalismo en cuanto a pensar la política desde el pago chico, con imitación en la experiencia neuquina y con ascendencia sobre el Alto Valle, la región más poblada de Río Negro. La excepción podría ubicarse en la zona andina, con perfiles propios y ligaduras extra provinciales aeroportuarias.

En este punto adquiere valor la apreciación del votante sobre quién tiene responsabilidad en temas esenciales que preocupan a diario. La respuesta es clara: la culpa está fuera de la frontera rionegrina y afecta de manera directa al partido instalado en la Casa Rosada. Este perfil del votante se potencia con problemas sensibles a la economía familiar como la inflación, política salarial y costos de servicios,

Este marco se ratifica en sí mismo, por ejemplo, con un peronismo, ganador en la provincia en elecciones nacionales, pero contrariado en comicios rionegrinos, con el desdoblamiento electoral. Esta variable casi constante, tuvo un tropiezo en las últimas elecciones nacionales donde el FdT fue tercero y doblegado por JxC, con la postulación de Aníbal Tortoriello, un liberal con negocios estatales.

El refugio rionegrino frente a las propuestas nacionales crece y así lo demuestran las encuestas últimas. JSRN atraviesa transversalmente a los partidos, incluso a los llamados libertarios. Hay votantes del oficialismo provincial en el peronismo, el radicalismo y también en Cambiemos. Este contexto provincial limita y condiciona las estrategias electorales de la oposición ¿Cómo romper esta realidad? Todo un desafío y con pocos caminos.

El descreimiento y la falta de consenso, genera en las estrategias electorales espacio para las relaciones transversales. Sin perder identidad se superan prejuicios para confluir en proyectos de mayor convocatoria. Recientemente Soledad Martínez del FdT neuquino no descartó una alianza con la UCR para enfrentar al oficialismo en esa provincia. Otra muestra regional.

El radicalismo rionegrino funge desde hace años en la órbita de Juntos, donde se siente cobijado, protección que no encuentra en JxC. La UCR propone una estrategia local con JSRN y nacional con JxC. Imagina un acuerdo con respeto a los gobiernos municipales propios y habilitación de listas colectoras.

Ya hay señales. En Sierra Grande los concejales de la UCR y JSRN trabajan en un interbloque que deja en minoría al gobierno municipal del FdT, que conduce Renzo Tamburrini. En ese orden se estima que podría haber imitaciones. En Jacobacci, ante la cercanía de Carlos Toro al FR, el candidato surgiría de un acuerdo entre el radicalismo y Juntos.

Para el peronismo y el FdT hay dificultades. La dirigencia padece las encuestas y el único camino de la recuperación sería de la mano de una política nacional que revirtiera el actual deterioro, en un país donde la macroeconomía está bien y la microeconomía en crisis, que significa ni más ni menos que a los empresarios y exportadores les va muy bien y al pueblo muy mal, en una Argentina “de bajos salarios”.

Un horizonte difuso genera actitudes individualistas y salvación personal. La Legislatura provincial es el refugio de unos pocos, algún municipio y concejalías y una candidatura a la diputación pueden garantizar cuatro años en los presupuestos estatales.

Este panorama en el principal partido de oposición, que ofrece un porcentaje electoral menor al 30%, motivó a un sector del peronismo pensar en un acuerdo electoral con JSRN y saltar el escollo del 2023 y tirar el esfuerzo hacia adelante para el 2027. Una posibilidad que nadie define exactamente en su implementación, que tiene la misma factibilidad que imposibilidad, ya que encuentra resistencia interna. Tiene elaboración porteña y con imaginación de una estrategia superior a futuro.

Pasó por Viedma el presidente de la Cámara de Diputados y máximo referente del Frente Renovador, Sergio Massa. Posó en una foto con los tres legisladores rionegrinos de ese espacio político y dejó varios mensajes. Pidió unidad en el Frente de Todos y proyectó la necesidad nacional de un gran acuerdo que estructure un Estado en la conjunción de lo público con lo privado. Pedro Pesatti captó de inmediato la propuesta y además del elogio recibido piensa en los alcances de una confluencia de sectores políticos. Por de pronto, Luis Albrieu, Alejandro Ramos Mejía y Nicolás Rochas, del bloque del FR mantienen buenas relaciones con el gobierno de JSRN, al tiempo que, por otros conductos, se suman intendentes y concejales en varias localidades.

Los sondeos de opinión son alentadores para Tortoriello, que mantiene su fortaleza en Cipolletti y el Alto Valle, no encuentra adversario interno y sin mostrar bagaje político-intelectual, ni discurso altisonante, se presenta como alternativa.

La situación de Cambiamos en Río Negro también ayuda. No hay internas, nadie lo discute; el peligro es que ingrese a la coalición macrista el debate por la incorporación al espacio de Javier Milei. Esa discusión y posibilidad atenta contra Tortoriello y será mayor si surgiera un candidato libertario.

Hasta el momento, y en el actual marco político nacional, el adversario a considerar por parte de Juntos es el ex intendente de Cipolletti. En esto, el oficialismo basa su estrategia en sumar voluntades de distintos ángulos, no solo rascando en el radicalismo y el peronismo, sino también en los sindicatos, empresarios y organizaciones sociales, con una convocatoria sencilla y sensible: la defensa de Río Negro. Esta bandera provincialista requiere además el reflejo de un buen gobierno, la gestión manda en la sensibilidad del electorado.

Entonces, la propuesta necesita de un pilar esencial: un nivel importante de aceptación de la administración gubernamental de Laprida y Belgrano.