Mirada urbana

(ADN). – El intendente Pedro Pesatti ha repetido en varias oportunidades su deseo de trabajar para construir una comunidad solidaria. Sin dudas todo un desafío ya que involucra no sólo acciones oficiales de su gestión, sino principalmente lograr el acompañamiento ciudadano, que es esquivo a reconocerse en el vecino, su barrio y el medio ambiente.

Más allá del propósito del gobierno municipal, sería propio que los viedmenses nos tomáramos un minuto para reflexionar sobre nuestras conductas ciudadanas en pos de una convivencia que aporte a una mejor calidad de vida.

No siempre es posible y quizás un cambio de mayores responsabilidades individuales aporten al colectivo, porque basta una recorrida por la ciudad, agudizando la mirada en tono crítico, para observar en pocos minutos una serie de actos impropios de la convivencia ciudadana.

Tres temas, nada más, que pretenden ser la muestra del botón: los perros, la basura y el tránsito.

En cuanto a los perros sería injusto poner el acento en los llamados callejeros, sino  además en aquellos que tienen dueño y que andan sueltos. También a los perros que pasean junto al dueño y se detienen en las veredas y jardines para hacer caca, mientras sus propietarios los miran plácidamente sin importar “el regalito” que dejaron, no limpian, ni llevan bolsas para guardar las deposiciones.

También los “mordedores” no son sólo los vagabundos, ya que se conocen infinidad de casos de perros que han mordido a transeúntes, gente en bicicletas o motociclistas. Todos con collar y dueños. Se suma además que hay familias que crían perros no aconsejables para la convivencia en una casa, ya que pertenecen a razas que se caracterizan para otro tipo de usos, como el Pit Bull, Bull Terrier, Dogo Argentino y Rottweiler, entre otros, que han mordido incluso a sus dueños e hijos de la familia.

Si de la basura se trata, hay mayores ejemplos. Se tiran desechos en baldíos, en la calle, hay costumbres de colocar las bosas de residuos en cestos ajenos, se depositan en canastos de baja altura, sin tapa, una invitación a los perros que buscan comida, se colocan  en las veredas restos de poda o césped, sin llamar al municipio para que se recojan, botellas y demás desperdicios en los paseos públicos y en la costanera, incluido tirarlos al río. Una mirada a las plantas de desagües pluviales de los bulevares basta para medir esta inconducta.

Por último vamos a repetir una frase muy escuchada “que mal se maneja en Viedma”. Todos los conductores tenemos carnet, hicimos cursos y rendimos el examen vial adonde nos enseñaron las reglas del tránsito, pero pocos respetan las normas y no vale culpar a los taxistas, porque eso es mirar “la paja en el ojo ajeno”. No se respeta el derecho de pasos, hay arterias como Rivadavia –entre otras- que se circulan como se fueran avenidas sin derecho de paso; en las rotondas se acelera para pasar primero; se estaciona sin respetar las esquinas y los cordones pintados y ni hablar de las rampas para discapacitados, una situación clara de falta de respeto y de solidaridad.

Padres estacionados en doble fila en los colegios para dejar o buscar a sus hijos, como si este acto por sí solo habilitara a cometer una infracción. Nadie quiere caminar, aunque luego se pontifique sobre sus ventajas.

Nadie es más otro, por más caro que sea el vehículo que manejamos, no importa su tamaño y su modelo, si el conductor es varón o mujer, si al auto es oficial o no, bicicleta o moto. Sólo conducir según indican las normas de tránsito.

Construir una sociedad solidaria no tendría que ser una tarea titánica ni excepcional. Únicamente nuestra responsabilidad.