El poder de convocatoria electoral. ADN

Tiempo de descuento. El gobierno promulgó la ley que convoca para el 12 de septiembre las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) y para el 14 de noviembre las elecciones nacionales de diputados. 60 días antes -a mediados de septiembre- se tendrán que inscribir las alianzas y frentes electorales. 15 días después de ese trámite, deberán anotarse los candidatos. Es decir, que en tres meses, comienza el proceso político más apasionante.

Serán elecciones distintas, con reconocimiento de la obviedad, con un entorno nunca transitado y con elementos difíciles de analizar impuestos por la pandemia del Covid.

Tradicionalmente los partidos estructuraban sus discursos con propuestas políticas, que aún cuando no se cumplieran, eran verosímiles, desafíos de proyectos posibles y reales para quienes gobernaban. Las promesas de la oposición podían ser mayúsculas, ilusorias y descomprometidas con la realidad. Lo importante era ganar. Estos mensajes eran transmitidos por los candidatos, cuyas figuras inundaban los espacios públicos. El poder se repartía y, además, los comicios de medio término -como su nombre lo indica- eran un examen para las administraciones nacionales y provinciales de mitad de mandato, con premios y castigos.

Cabe ahora la pregunta ¿Dónde se asentará el poder de convocatoria electoral en los próximos meses?

Serán quienes ejercen el poder en los distintos gobiernos los que tendrán mayor responsabilidad, para bien o para mal.

Foucault, denominado el filósofo del poder, habla de los «operadores de dominación» de las relaciones de poder. Qué significa esto hoy, que los grupos tradicionales que traccionaban y orientaban en las decisiones colectivas del voto hoy están alicaídos o disminuidos. Los partidos no funcionan –no pueden por restricciones sanitarias- no hay manifestaciones, los locales están cerrados, se limitó la actividad en sindicatos y organizaciones empresariales, económicas y sociales. Sólo funcionan los gobiernos.

Los administradores son los únicos que tienen visibilidad. Se mueven, inauguran obras, se reúnen con sectores de la sociedad y hacen política. Tampoco pueden prometer grandes cosas, ya que los presupuestos están tomados por las inversiones y gastos en salud, mientras que la oposición –si bien puede criticar y reclamar- tiene que ser cuidadosa para “no pasarse de sal” porque luego nadie consumirá el plato opositor.

Las próximas elecciones serán todo un desafío para los armadores de discursos y los planificadores de propuestas y en esto “nadie se puede pasar de sal”.

Un tema central para el debate, en unos y otros, será el plan nacional de vacunación contra el coronavirus. Esto impactará hasta en los intendentes.

La sociedad está sensibilizada y esto limita la convocatoria a votar, porque en esto también los oficialismos pueden convertirse en el centro de la bronca y el estado de decepción. Hay urticaria en la piel. Enfermos, muertos, desocupación, cierre de actividades económicas y otras consecuencias de la pandemia, que lastiman y hacen impredecible el rumbo del votante.

En este contexto las expresiones en las urnas pueden ser muy volátiles y además, como no se elige presidente, ni gobernadores e intendentes, el voto es más descomprometido: premio o castigo.

El poder electoral –en mayor o menor medida- está en los ejecutivos porque los parlamentos y consejos deliberantes tuvieron otros tipos de impactos en la atención ciudadana, casi exclusivamente en el Covid.

En Río Negro, el rol de la gobernadora Arabela Carrera y su responsabilidad al frente del Ejecutivo, superará al propio partido, incluso a pesar de los posibles candidatos. Lo mismo ocurre con el Frente de Todos en la provincia, donde participará del proceso electoral a imagen y semejanza del gobierno nacional y las indicaciones de la Casa Rosada, también con las postulaciones.

Juntos por el Cambio no tiene referencia, salvo en donde es gobierno, ya que es negativa la imagen de Mauricio Macri, igual que Patricia Bullrich, donde únicamente sobresale Horacio Rodríguez Larreta. El radicalismo acompaña, pero no sin debate interno que puede tener algunas consecuencias, por ejemplo en Río Negro. Esta situación interna no es óbice para que los candidatos también se “sugieran” desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La oposición tiene el camino allanado a la crítica, algunos sin freno y con resultados inciertos.

A nivel nacional la pelea será entre el FdT y JxC. En la provincia hay preeminencia de JSRN, pero un error en la estrategia electoral lo puede postergar.

Ventajas y desventajas: la función ordena el interior, pero en la oposición y en la calle hay caldo de cultivo para internas.

Vale un ejemplo del rol del poder real en los gobiernos. A fin de mes se eligen dos nuevos miembros del Superior Tribunal de Justicia y solo el oficialismo está en condiciones de presentar candidatos. La oposición brilla por su ausencia. El contrapoder proviene del seno del STJ, que pocas chances tiene de torcer la voluntad gubernamental.