Pandemia y educación

(Por Gabriel Brener*). – En clave escolar, ha sido muy difícil que el conjunto de la población escolar lograra la continuidad pedagógica en la virtualidad.

No es lo mismo saber sobre los propios límites que ser un limitado.

Frenada en seco

A casi un año, podríamos decir que la pandemia fue una frenada en seco como sociedad, en casi todos los planos de la vida social aunque también en lo más íntimo de nuestra subjetividad. Esta irrupción inesperada de otro modo de ser y estar, también afectó al mundo de la escolaridad, quizás hasta de manera mas rotunda que cualquier reforma pedagógica con la que pretendamos comparar. Esa institución moderna, de una arquitectura bastante homogénea como su centenaria previsibilidad debió vaciarse de presencia corporal de la noche a la mañana, ensayando una y mil formas de sostener lo que se denominó “ continuidad pedagógica” . Como muy acertadamente indica Marcela Martinez[, la escuela ha trastocado su condición de edificio a otra dimensión vincular, que ella denomina escuela territorio, donde advertimos fuertes rupturas aunque alguna continuidad.

Desigualdad. Desconectados y saturados

La pandemia puso de manifiesto las heridas de la desigualdad. En clave escolar, ha sido muy difícil que el conjunto de la población escolar lograra la continuidad pedagógica en la virtualidad. Y eso es lo que debemos resguardar en una democracia donde la educación se concibe como derecho social. Muchísimas familias no han logrado acceder a una tecnología para fines escolares y especialmente a la conectividad. Y en este sentido fue muy importante, aunque insuficiente, el papel protagónico del Estado, tanto nacional, como provincial y municipal. Ni que hablar de lo que dañó la discontinuidad de Conectar Igualdad durante el gobierno anterior, en tanto muchas familias hubiesen contado con mejores recursos para afrontar esta situación. Por eso es tan importante valorar cuando existe presencia del Estado (aun cuando es insuficiente, aún errando) , ya sea , en salud o educación. Es inimaginable si hubiese continuado un gobierno que se somete a la regulación del mercado, y un Estado adelgazado para afrontar este virus demoledor. Se vienen dando muy diversas formas e intentos por sostener esta relación escolar, a través de bolsones de alimentos entregados desde las escuelas, donde es muy necesario reconocer y reivindicar la sacrificada tarea de los integrantes de las conducciones escolares[2], así como a través de cuadernillos impresos, sitios web, programas televisivos y radiales elaborados por los gobiernos. Aunque fue el celular la herramienta más potente en la interacción escolar familiar, a través del watsap como aplicación de uso masivo para la conexión virtual. Las plataformas informáticas (tipo zoom) si bien impactaron en su irrupción y publicidad quedaron restringidas para un sector menor de nuestra sociedad .

Lo que debe orientar las políticas estatales es la imperiosa necesidad de combatir esta desigualdad que se expresa en una distribución regresiva del derecho a educación, donde observamos que existe una dolorosa realidad de quienes están desconectados, otros que lo hacen en una relación de baja intensidad, con intermitente conectividad y hay quienes, en forma minoritaria, acceden al más veloz wi fi. En clave pedagógica, advertir entonces como acortar brecha tecnológica, virtual y cognitiva es la tarea primordial, aunque también revisar el campo de la didáctica no presencial. Hay que tener cuidado y no resbalarnos en cierta virtualización compulsiva. La misma consiste en creer que lo virtual es el relevo de lo presencial a través del zoom o el watsap. Equivocación que no hace más que meter presión donde hay que flexibilizar. Lo virtual no es una réplica mecánica de lo presencial por otros medios, sino una modalidad que tiene sus propias reglas de juego, una lógica muy singular, que es necesario conocer y saber aprovechar. De no comprender esta cuestión es probable que se piense que la solución es de orden cuantitativo y asunto de control. Entonces seremos una fuente de saturación creyendo que hacemos educación. Y será un bombardeo de zoom, pdf, mails, watsap como simulación de “normalidad”. Por ello es muy importante que la didáctica virtual pueda comprender que la eficacia de esta “continuidad” depende mucho más de sostener el vínculo educativo, flexibilizar el curriculum, aprender a peguntar antes que sentenciar, orientar más que presionar, y rearmar una relación que contemple más diversidad en el uso de recursos, que no reduzca evaluar a examinar, que pueda tolerar ( no es nada fácil) la cámara apagada y otros modos de conectar. Hay un gran desafío en relación con un aprendizaje en torno a la no sincronización como parte de una novedad que es fuertemente disruptiva para la cultura escolar.

Familia- escuela

El silencio de las aulas y recreos contrasta con el ruido escolar en el ámbito familiarEntonces se torna necesario advertir que la eficacia de aquella escuela moderna se edificó sobre un contrato inaugural entre un tipo especial de familia nuclear y aquella escuela tradicional. La pandemia hizo posible otra oportunidad para recontratar. El desafío de revisar el particular vínculo entre adultos familiares y adultos escolares. Sin tropezar con trampas o falsos binarios, como puede ser aquello de creer en los docentes como nuevos telemarketer (24x 7) ni tampoco que a partir de este instante mamá es la nueva maestra suplente y papá el profe que releva al titula. , aquí observamos una oportunidad para revisar el lugar del adulto, tanto escolar como familiar. Se trata de una valiosa ocasión para alejarnos de ese lugar de adulto supletorio que tantas veces reclamamos a (o desde) la escuela que no hace más que confirmar prejuicios y destinos establecidos de antemano, aumentando el malestar y la impotencia. Puede resultar interesante trocar ese viejo mandato de adulto supletorio por el desafío de un adultx disponible. No me refiero a la disponibilidad mercantil del 0800 o del llameyá (igual nunca te atienden) sino a construir un lugar de adulto/a disponible, anteponer la escucha y la empatía al juicio demoledor que condena para siempre. Un adulto disponible que pueda ofrecer una terceridad, una bocanada de aire fresco para ese pibe/a o adolescente que pueda salir un rato de su casa quedándose. Interrumpir la endogamia en la que está hace tantos meses y subirse a algún cuento, visitar alguna geografía o simplemente compartir un recreo en watsap o algún zoom virtual junto a sus pares , mediado por su docente.

¿Alumno regular?

Se ha transformado la manera de seguir siendo alumno/a regular, para usar un frase que nos devuelve identidad. Una minificción que hizo Educ.ar (menos de 2 minutos) hace algunos años era premonitoria y nos advertía sobre los efectos de cambiar de lugar, en aquella ocasión “Miguelito” un estudiante que por estar enfermo quería seguir estando en clase, no de cuerpo presente pero con otra presencialidad, solicitaba que “lo sentaran” en “su lugar”, a través de la Netbook. Lo curioso del 2020 es que todxs debimos cambiar de lugar. Y en ese movimiento existe la necesidad de aprender a rotar, cambiar de lugar, incorporar otra manera de ver o de estar, gran reto en una sociedad que sigue siendo muy injusta y desigual.

Solidaridad como imperativo pedagógico

Si me preguntasen cuál es el aprendizaje primordial que esta pandemia nos puede entregar, no dudaría en afirmar que construir solidaridad como imperativo político y pedagógico. En una sociedad que necesita hacer su democracia más democrática, es preciso sabernos parte de un conjunto en el que muchísimos la están pasando muy mal. Familias que perdieron su trabajo, todo se ha vuelto de baja intensidad (la escolaridad, la salud, las ganas, hasta los modos de mirar) en una situación excepcional de distancia física, padecimiento, falta de contacto y abrazos y muerte de tanta humanidad. Por eso como muy bien afirma el psicoanalista italiano Massimo Recalcatti, se hace necesario interpelar esa noción egoísta de libertad individual. En el último tiempo hemos cometido el error de disociar libertad de solidaridad y esto la convierte o bien en una abstracción o bien en una locura narcisista. Es imperioso recuperar entonces la noción de fraternidad para consolidar nuevas maneras de construcción social, y la escuela tiene un papel central en la oportunidad de contribuir a la formación de una ciudadanía radicalmente más democrática, de mayor cuidado y solidaridad , donde la libertad sea menos egoísta e incorpore solidaridad.

Si comprendemos que se trata de un estado de excepción podremos afrontar esta transitoriedad( aunque parezca eterna) transformando exigencias y vínculos en función de la coyuntura y contexto, priorizando el sostenimiento del vínculo y la solidaridad como argumento principal, en una sociedad tan desigual, para seguir asociando educación con humanidad.

*Fuente: Alainet