Pandemia: el Papa lanzó un plan para resucitar al mundo

El Papa tiene «un plan para resucitar» al mundo ante la crisis mundial generada por la expansión del coronavirus. Así se titula una meditación que Francisco escribió en exclusiva para el semanario español católico «Vida Nueva», publicada hoy, en la que no esconde su inmensa preocupación por la situación actual y revela su hoja de ruta para reconstruir el planeta y conformar «la civilización del amor» frente a «la pandemia de la exclusión y la indiferencia».

En una meditación sobre la reciente Pascua marcada a fuego por el confinamiento de millones de personas en el mundo, el ex Arzobispo de Buenos Aires comienza con una pregunta muy concreta: » ¿cómo haremos para llevar adelante esta situación que nos sobrepasó completamente?». Interpelado por «las graves consecuencias que ya se reportan y vislumbran», Francisco recuerda que «nadie se salva solo» y llama a actuar «como un solo pueblo», con creatividad. E invita a dejar atrás «esquemas, modalidades o estructuras fijas o caducas» para reconstruir la sociedad desde «los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad». «Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada», sentencia.

Francisco lanza un ultimátum a la comunidad internacional en favor de «un desarrollo sostenible e integral» para proteger a la humanidad. En esta misma línea, exhorta a «no conformarnos ni contentarnos y menos justificarnos con lógicas sustitutivas o paliativas que impiden asumir el impacto y las graves consecuencias de lo que estamos viviendo».

En un tono crítico con el actual modelo socioeconómico, el Papa se pregunta: » ¿Seremos capaces de actuar responsablemente frente al hambre que padecen tantos sabiendo que hay alimentos para todos? ¿Seguiremos mirando para otro lado con un silencio cómplice ante esas guerras alimentadas por deseos de dominio y de poder? ¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la pobreza promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos? ¿Adoptaremos como comunidad internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del medioambiente o seguiremos negando la evidencia?».

Como hizo durante la Semana Santa y en las misas matutinas que celebra a diario en Santa Marta, el Papa destaca, además, las lecciones que trajo consigo la pandemia: «Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todos los discursos integristas se disuelven». Y elogia el trabajo de quienes están en primera línea: «vimos la unción derramada por médicos, enfermeros y enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma a la situación».

En un artículo en el que cita al teológo alemán Romano Guardini, la encíclica Laudato Sí y al cardenal argentino Eduardo Pironio -promotor de la primera Jornada Mundial de la Juventud y en proceso de beatificación- , el Pontífice insta a los adultos y a los jóvenes a tomar las riendas del planeta para ser «artífices y protagonistas de una historia común y así, responder mancomunadamente a tantos males que aquejan a millones de hermanos alrededor del mundo». «Si actuamos como un solo pueblo incluso ante las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real» , alienta, al recordar en todo momento que «Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace más presente».

Francisco concluye su meditación llamando a todos a no tener miedo y a dejarse transformar por la crisis actual. «No tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es una civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se construye cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de todos. Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos».