«Un sujeto contradictorio»

(ADN). – “Soy un sujeto contradictorio” le dijo Miguel Ángel Pichetto a Jorge Fontevecchia, en un reporte publicado por Perfil al año pasado, donde se definió: “soy un liberal del estilo americano”. Eran tiempos de su acuerdo con Mauricio Macri y la defensa de “un capitalismo de mercado integrado al mundo”.

“Pichetto llegó a Sierra Grande con el diario La Nación, bajo el brazo”. Este recuerdo de un conocido dirigente peronista rionegrino dejaba en claro -en aquellos años- la ideología liberal del abogado de Banfield, de 26 años, llegado en 1976 a la localidad minera del este provincial, para ejercer su profesión en el ventoso y polvoriento enclave rionegrino donde la empresa minera HIPASAM, además de una fuente de hierro, era cantera propicia para atender juicios laborales.

Sin embargo en Sierra Grande fue inicio de una carrera política de más de 37 años en el justicialismo. Con el retorno a la democracia en 1983 fue candidato a intendente en esa localidad y ganó las elecciones, donde derrotó al radical Beluz González.

De ahí su carrera ascendente donde logró casi todo. El adverbio, es utilizado para significar que en su carrera tuvo dos intentos frustrados en competir por la gobernación de Río Negro (2007 contra Miguel Saiz y en el 2015 con Alberto Weretilneck), a lo que debe sumarse el intento presidencial con Mauricio Macri.

De la mano del peronismo fue legislador provincial (1987-1993), diputado nacional (1993-2001) y senador 17 años (2001-2019) donde presidió el bloque durante las presidencias de Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Mauricio Macri). Además ocupó cargos partidarios a nivel provincial y nacional.

Ese perfil liberal, que pudo defender con mayor énfasis en el menemismo, aunque no cabalmente porque le molestaba para su personalidad el perfil populista y farandulero de la época, también le permitió pregonar el triunfo definitivo del liberalismo económico y político, con la caída del Muro de Berlín, expresado en el libro de Francis Fukuyama el “El Fin de la Historia”, que a decir verdad adhirieron muchos dirigentes justicialistas, que hoy prefieren olvidar.

A pesar del reconocimiento que le hacen muchos justicialistas rionegrinos, su prédica no caló hondo en el peronismo provincial y tampoco a nivel nacional. Salvo un par de dirigentes que se hicieron eco de la prédica “liberal americana” con el argumento de la democracia moderna, no existe el “pichetismo”.

No logra adhesiones cuando caracteriza al peronismo como “una fuerza política con un esquema de conducción vertical, pero … genera algunas taras… ligadas al autoritarismo… con distorsiones que llevan a generar discrecionalidades, a que a veces las mujeres no llegan por un mérito propio, sino por vínculos conyugales”. Un referencia que lastima el recuerdo de Evita y que le baja el precio al reconocimiento a Cristina.

El peronismo es pródigo en el intento de sintetizar en sus entrañas diversos “ismos” que le devienen de distintas vertientes que conjugaron desde su nacimiento la historia del peronismo. Todas siempre fueron contenidas en ese movimiento policlasista que creó Juan Domingo Perón. No sucedió en este caso.

No pudo construir en la soledad ideológica y en sus propuestas de modernidad para un peronismo que lejos está por dejarse convencer. Además se define como un “hombre de Estado”, hábil en las negociaciones un “deal maker” que satisfizo todos los pedidos desde Duhalde a Macri. Cerca del poder pero lejos del peronismo y la liturgia que lo acompaña desde el 17 de octubre, “con las patas en la fuente de Plaza de Mayo”, con los bombos, “la marcha” y los pasos de murga.

Finalmente, la respuesta no estaba adentro. Estaba en Mauricio Macri, que llevó al gobierno su proyecto liberal de derecha.

En esta empresa de “liberalismo americano” no logró adhesiones de peso dentro del peronismo. Un escenario distinto a 1989, cuando de la mano de Carlos Menem, primero derrotó a la Renovación peronista y luego se regodeó en aquella experiencia liberal populista.

Un sujeto contradictorio, un «deal maker».