Foulkes, el último alfonsinista

(ADN).- José Luis Foulkes nunca se inscribió en el caudillismo, no creía en los liderazgos personalistas. Por el contrario, fue un dirigente que privilegió la planificación de la gestión y el trabajo en equipo más allá de los nombres propios. Su objetivo siempre fue la administración de la ciudad, por encima del destino político.

Su personalidad y esa definición de la vida política -diferente a la mayoría de la dirigencia del radicalismo rionegrino mientras detentó el poder-, le valió críticas internas. Pero siempre se enfocó en la institucionalidad más que en la rosca. Un alfonsinista. Privilegió el mensaje, el legado, al triunfalismo electoral.

Desde ya, no le era lo mismo perder que ganar, pero el triunfo no era el todo.

Nunca estuvo cómodo en el macrismo (casi no fue partícipe de Cambiemos), fue un férreo crítico de los procesos populistas, mantuvo en el mástil las banderas del radicalismo y hasta último momento trabajó para que su sucesor sea un histórico de la UCR.

Foulkes no era ingenuo ni ejercía el poder en modo sui géneris: desmanteló el ferrerismo del municipio, se plantó al poder central del partido y nunca hizo caso a los cantos de sirena de fuertes operadores que le pedían sumarse a Juntos.

Tampoco fue un jefe fácil. Sus humores y malhumores repercutieron en sus colaboradores que, a pesar del aprecio, a veces lo sufrieron.

Foulkes fue un alfonsinista puro. Lo llevaba en la sangre. Pero también en su genética ideológica. No estaba adaptado a estos tiempos de marketing vacíos de contenido (en especial los del macrismo). Nunca trabajó para el aplauso de ocasión, lo que le jugó -en términos de popularidad- en contra.

Estaba finalizando su segundo mandato habiendo trabajado más por los sectores vulnerables de Viedma que por el «centro». Hizo lo que pudo porque no obtuvo ayuda de Provincia ni Nación para obras, desarrollo, generación de empleo y contención social. Nunca se quejó. No quiso exponer críticas ante esa situación.

Ayer, después de su fallecimiento, hubo una multiplicidad de expresiones valorando su integridad personal y política, no es común en estos tiempos. Su cuerpo fue velado en el Municipio y allí se congregó la dirigencia de la ciudad y una cantidad enorme de vecinos que fueron a despedirlo.

Con la muerte de Foulkes, comienza a extinguirse una clase dirigente de la UCR.