A votar! ADN

Los rionegrinos volvemos hoy a las urnas para elegir gobernador, vice y 46 legisladores. Lo haremos dos semanas después de haberse conmemorado el Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia, donde recordamos el inicio de la última dictadura cívico-militar al grito de Nunca Más a una interrupción de los ciclos democráticos, torturas, desapariciones, robo de bebés, saqueo y muertes.

Votar es una oportunidad única, fantástica que tiene el pueblo para hacer valer su poder y delegar en representantes la administración política del Estado. Por eso, se impone una reflexión y estudio consiente de los candidatos, partidos y propuestas porque de la elección de hoy dependerá la administración de la Provincia en los próximos cuatro años.

Hoy, se pone en juego bajo qué impronta ideológica se gobernará Río Negro.

A esta votación se llega en una coyuntura atípica: un adelantamiento inédito de la fecha, un fuerte proceso de judicialización y una campaña corta y escasa de propuestas.

Alberto Weretilneck ideó un escenario que se cumplió a rajatabla: unificar el oficialismo en su persona y hacerlo competitivo (venía de una derrota en 2017 y una interna creciente sin que ningún sucesor lograra concitar la atención del electorado), sumar fuerzas exógenas (principalmente a la UCR en detrimento de la pata peronista), quitar el proceso electoral de la grieta nacional, y debatir hasta el último momento su habilitación lo que daba poco tiempo a la reacción política de sus adversarios. No imaginó quedar afuera, pero era una posibilidad.

Su salida de la boleta fue un impacto profundo en Juntos que rápidamente se alineó detrás de Arabela Carreras. Eso exacerbó el discurso provincialista y la estrategia mutó: salió de la exclusividad de la W al proyecto colectivo. Ya no estaba en juego su carisma ni su buena imagen ni la aprobación de su gobierno, sino la continuidad del partido, ése que llegó en 2015 con el 54% de los votos -y según pregonó- para gobernar los próximos 20 años a Río Negro.

En consecuencia, el gobierno pone hoy a consideración de los rionegrinos la consolidación (que si así fuera sería la primera vez que ocurre en Río Negro después de varios intentos, como el del PPR) de un proyecto netamente local, como el MPN neuquino, lo que da cobijo a una serie de espacios políticos y sindicales, relevando de compromisos acá a diversos sectores que, en elecciones municipales y nacionales no confluirían.

Para la oposición tampoco es una elección típica.

El Frente para la Victoria viene en campaña desde hace tres años: el presidente del PJ y candidato a gobernador, Martín Soria, recorrió las Unidades Básicas para fidelizar el voto peronista y amplió el Frente que tuvo su primera prueba de fuego en 2017, cuando María Emilia Soria ganó las PASO y las generales de octubre. Basa su prédica en que Río Negro no es una isla y viene sistemáticamente siendo castigada por el gobierno nacional. Promueve un gobierno que desarrolle la provincia y eligió un lado de la grieta. Del otro, ubicó a Mauricio Macri, Alberto Weretilneck, Sergio Wisky y Miguel Pichetto.

Así, juega una carta audaz, no sin riesgos. Revela la existencia del frente anti-Soria y espera que eso sea leído como el armado de la Casa Rosada en Río Negro, un distrito donde el macrismo es mala palabra.

La estrategia incluye la prédica en favor de la vuelta al bipartidismo y pondera a Lorena Matzen. Imagina que una derrota de Juntos pone nuevamente al peronismo y al radicalismo como ejes de dos polos: uno de centroizquierda (FPV) y otro de centroderecha (Cambiemos). Es la recreación del planteo de Néstor Kirchner.

Cambiemos tiene el desafío más fuerte. La candidata a gobernadora hizo la campaña en extrema soledad. Sólo en los últimos días aparecieron respaldos nacionales por videos distribuidos por WhatsApp: María Eugenia Vidal, Alfredo Cornejo, Mario Negri y Ricardo Gil Lavedra. A Viedma vino el actor Luis Brandoni («tres empanadas»). Y los pocos ministros que llegaron -Rogelio Frigerio y Guillermo Dietrich- estuvieron siempre franqueados por el gobernador o sus funcionarios, licuando el mensaje político y relegando sus presencias a visitas institucionales.

Para colmo, Sergio Wisky blanqueó una realidad descarnada: el voto últi. «Soria no puede ser gobernador». Esa idea se afianzó después que la Corte Suprema inhabilitara a Weretilneck como candidato. El diputado nacional (los intendentes de Cambiemos y la mayoría de los dirigentes) estuvieron ausentes de la campaña. Sólo apareció para desdibujar más aún la postulación de Matzen.

En esa visión se entusiasma la izquierda, fundamentalmente el FIT, de lograr por primera vez un escaño en la Legislatura provincial.

Cada cuál con su estrategia, todas válidas pensando en la elección de hoy.

La última palabra, la tiene el pueblo.